El cáncer amenaza cada vez más la supervivencia de algunas especies de animales salvajes, según un estudio difundido por la revista especializada británica "Nature Reviews Cancer".

"Y está claro que las actividades antropogénicas (humanas) contribuyen al desarrollo de tumores malignos en especies como las ballenas beluga y los peces que viven en el fondo marino, que se convierten en centinelas sensibles de un medioambiente trastornado", señalan en un artículo las patólogas estadounidenses Denise McAloose y Alisa Newton.

Las más amenazadas son las que están en peligro de extinción, como los demonios de Tasmania, unos marsupiales carnívoros que han pasado de 150.000 ejemplares en 1996 a menos de la mitad en 2008 debido a un contagioso cáncer facial que en el 65% de los casos se extiende al resto del cuerpo, sobre todo a los pulmones.

También ha aumentado la incidencia del cáncer de piel en las tortugas marinas y de tumores genitales en los leones marinos.

Entre los tipos de cáncer que afectan a la fauna hay una rara forma contagiosa que sólo se puede transmitir entre humanos mediante un trasplante, los causados por virus y los que están ligados al medioambiente.

Es más fácil determinar la prevalencia del mal en grupos aislados de animales que son objeto de seguimiento, como las ballenas beluga -una especie que no corre peligro de extinción- del estuario del río San Lorenzo en Canadá, entre las cuales en los últimos 17 años el cáncer fue la segunda causa de muerte y se identificaron tumores en el 27% de los adultos hallados muertos, señala el artículo.

Estas cifras son muy similares a las que se registran entre los seres humanos.

En 2007, la Organización Mundial de la Salud calculó que 7,9 millones de muertes en el mundo (un 13%) se debieron al cáncer.

Según las patólogas, hay una elevada incidencia de cáncer en "entornos gravemente contaminados con sustancias químicas" a raíz de las actividades del hombre.

Y afirman que el cáncer en la fauna salvaje plantea un desafío, pero también una "oportunidad" para la conservación.

McAloose y Newton concluyen que "hay que saber más sobre cómo surge el cáncer en los animales para garantizar su conservación", al tiempo que "esa información mejorará nuestra comprensión del cáncer en los humanos".