Ramón del Valle Inclán visitó A Coruña en compañía de varios amigos compostelanos: Domingo Sánchez Harguindey y su mujer, Estela; el doctor Manuel Devesa y Joaquín Arias Sanjurjo, marqués de Casa Pardiñas.

El grupo estuvo en Betanzos y en la capital coruñesa, en donde los cuatro se reunieron con Antonio Villar Ponte y Manuel Casás en La Terraza para almorzar, y después acudieron a los toros.

En una entrevista hace pocos años, el escritor y editor Arturo Cuadrado, exiliado en Argentina, amigo de Valle, afirmaba haber comido "tortilla con Valle en Betanzos" y haber ido después a una corrida en A Coruña. "En una ocasión -decía- nos convenció a su hijo Carlos y a mí para que nos tirásemos al ruedo".

En A Coruña, se hospedó Valle en el hotel Palace, delante del Obelisco, en cuyos bajos estaba el Café Oriental, al que también tuvo oportunidad de ir.

"En una ocasión acude al hotel una comisión de artistas locales capitaneado por el dibujante Álvaro Cebreiro y por el escritor Julio Rodríguez Yordi, que quieren ofrendar a don Ramón el sencillo homenaje de un ramo de flores. El botones sube a la habitación para anunciar la visita al escritor. Don Ramón, que todavía permanece en el lecho, se limita a dar una vuelta entre las sábanas y a decir estas palabras:

-Que se vayan. Di a esos señores que no tengo nada suelto".

La anécdota la cuenta el escritor coruñés Mariano Tudela, y la recoge el periodista Carlos G. Reigosa en un libro de reciente publicación, La muerte de Valle Inclán, el último esperpento (editorial Ézaro), del que es coautor con Javier del Valle-Inclán Alsina, bibliotecario y nieto del autor de

Las Sonatas, y el crítico teatral José Monleón.

El libro se refiere a los últimos días de Valle Inclán en Santiago, a donde fue a morir, aquejado de un cáncer, y donde recibió atención médica, en el sanatorio del doctor Villar Iglesias. Recrea los postreros meses del genial escritor, su negativa a recibir la extremaunción, las reacciones a su muerte y el entierro, en un día de aguacero, en el cementerio de Boisaca, que se convirtió en una gran manifestación de duelo.

Contiene declaraciones de quienes acompañaron al autor de Divinas Palabras hasta su lecho de muerte, correspondencia, recortes de prensa y comentarios que ponen luz sobre el tramo final de la vida de Valle, e incluso fotografías inéditas o que hasta ahora se habían conocido mutiladas, como una en la que aparece acompañado de Domingo García Sabell y ahora sabemos que también por Fernando Barros Pumariño.

El ex presidente de la Real Academia Galega y ex delegado del Gobierno en Galicia solía presumir de su amistad con Valle y de haberlo acompañado hasta el último momento. García Sabell acababa de terminar entonces la carrera de Medicina y Valle tenía 70 años. "Una amistad que nunca existió", declaraba en 1986 su hijo Carlos Valle Inclán, convertido en marqués de Bradomín por el rey Juan Carlos.

El hecho de que Valle muriera ateo y sin confesión, en una de las ciudades de la cristiandad, como es Santiago, traía de cabeza a algunos compostelanos, mientras que para otros era motivo de orgullo. En el bando de los primeros estaba un gran amigo de la infancia, el arousano Andrés Díaz de Rábago, que intentó en numerosas ocasiones llevarle un sacerdote. A cada intento, Valle respondía con un "mañana, mañana". Y así fueron pasando los días hasta llegar el de la muerte, el 5 de enero de 1936.

Otro de los amigos del escritor era el padronés Estanislao Pérez Artime, conocido como Tanis de la Riva, que fue presidente de la Diputación de A Coruña entre 1935 y 1936. Fue padrino de su hija Ana María y su gran benefactor que le auxilió en numerosas ocasiones. Miembro del partido de Lerroux, fue encarcelado bajo la acusación de ser jefe político de las izquierdas en Padrón, donde era propietario de la fábrica de bombillas Iria. Sus buenas relaciones personales le salvaron de la represión franquista, pero a costa de desprenderse de parte de su patrimonio y de sufragar el arreglo de la cárcel de Santiago.