-Diga algunos tópicos.

-Se dice que Galicia es conservadora y es porque se piensa sólo en los últimos cincuenta años y porque se traslada la plantilla de la política española. La política gallega está muy condicionada por la geografía. El caciquismo no era una anomalía de la sociedad gallega, era una forma de hacer política, aunque al final fuese corrupta; era la manera que permitía relacionarse con el poder a los gallegos, una población dispersa.

-Otro más.

-La idea de Galicia como paisaje inocente, esa idea que tienen en el resto de España de Galicia como un vergel, una tierra virgen, incontaminada, donde no hubo industrialización, etcétera. En realidad el paisaje gallego es uno de los más manipulados de toda Europa. Al ser tan superpoblada y una sociedad campesina, no hay un centímetro cuadrado de Galicia que no haya sido roturado, rozado, quemado, replantado. Toda Galicia ha sido tocada, pero esa imagen la proyectaron los escritores del 68, que vieron a Galicia como contraimagen de Castilla, la tierra recia, austera. Y Galicia como una especie de descanso del guerrero, femenina y dulce. La imagen de Galicia se construye sobre la visión de un turista y los gallegos acabamos asumiéndola también, cuando Galicia ni es una tierra virginal ni vacía.

-Está superpoblada.

-Claro, hubo un momento en que fue el 18% frente al Reino de Castilla y eso explica la gallegofobia que había en el Siglo de Oro. Los gallegos eran los subsaharianos del siglo XVII. En Madrid eran el 10 o 13%, estaban en los oficios más bajos, hablaban una lengua distinta y había sobre ellos los mismos prejuicios que sobre los inmigrantes. En cambio ahora vivimos una gallegofilia.

-¿Gallegofilia?

-En todas las encuestas, Galicia es la autonomía que más simpatías suscita, por esa imagen de tierra tranquila, conservadora, que no plantea problemas, aunque empieza a cambiar con el gobierno PSOE-BNG, que genera en la prensa de Madrid una imagen negativa de Galicia, y hay una ridiculización del nacionalismo y, por extensión, de lo gallego, la lengua... A lo largo de la historia, la imagen de Galicia cambia mucho.

-Un ejemplo.

-Galicia tiene ahora más bosques que nunca, algo que cuesta trabajo entender. Una Galicia arbolada es una fantasía. Como siempre estuvo tan poblada nunca pudo tener muchos árboles. La reforestación empezó con Primo de Rivera pero se disparó en los años setenta, cuando la emigración deja suficientes tierras libres como para poner pinos.

-Dice que en Galicia no hay bilingüismo sino diglosia.

-Ahora hay una doble diglosia. Hasta ahora sólo la había con el gallego: en ocasiones solemnes, los gallegohablantes hablaban en castellano, pero eso ya les ocurre a los castellanohablantes, que utilizan el gallego en ocasiones solemnes. Hay diglosia en las dos direcciones pero no es una situación idéntica. Está claro que el gallego sigue teniendo muchas más dificultades de reconocimiento social.

-¿Corre peligro el gallego?

-Como gallegohablante, a mí no me gusta que se hable del gallego como lengua en peligro. Incluso aunque lo estuviera. Me parece una mala propaganda decir que algo está muriendo porque no es lo que más te anima a utilizarlo. Me parece que forma parte de un discurso apocalíptico que crea un pesimismo existencial, es el mismo discurso que el de cierto ecologismo, un pesimismo que hace que unas pocas personas se vuelvan muy activistas y que la mayoría de la gente se desentienda. Ganas activistas pero pierdes a la mayor parte de los hablantes, que lo hablan no por militancia sino porque es su lengua. La mayor parte de los gallegos no da importancia a la cuestión de la lengua.

-¿Y el castellano peligra?

-Me parece un completo disparate. Decir eso es no entender cómo funciona la sociolingüística. Creo que unos y otros deberían dejar de presionar a los hablantes.

-¿El aislamiento de Galicia es otro tópico?

-Galicia está aislada del resto de la Península y el hecho de que demos tanta importancia al AVE es prueba de ello, pero el aislamiento de Galicia es reciente, tiene que ver con su incorporación a la economía de la Península. Antes del siglo XV no estaba nada aislada, era un sitio conocido por todos los navegantes del Atlántico y ya en la Prehistoria tenía unas relaciones estrechas con las islas británicas, con la fachada atlántica europea y con el Mediterráneo.

-¿Las similitudes con otros países atlánticos están en el comercio y no en un celtismo?

-Sigue habiendo una gran polémica historiográfica sobre el celtismo pero a mi me parece evidente que la relación de Galicia con el mundo atlántico no es por una herencia céltica común, sino por una relación comercial, por una similitud geográfica que hace que surjan formas de cultura parecidas y, sobre todo, por lo que yo llamo la globalización de la Edad Media. Galicia participó muy intensamente en la Edad Media y fue uno de los centros de Europa. La gaita, por ejemplo, es un instrumento medieval pero como se preservó en Galicia, Irlanda, Escocia y Bretaña, que quedaron aislados después, se creó el mito de que es céltica.

-¿El atraso es otro mito?

-Sí, es parte de esta idea como paisaje virgen que no tuvo industrialización. Es cierto que no llegó a industrializarse como el País Vasco o Cataluña, lo que no es verdad es que nunca tuvo esa posibilidad y que estaba condenada. Hubo intentos de industrialización que fracasaron por motivos circunstanciales pero ese atraso no era un condena. Se cree también que Galicia siempre fue pobre, y no es cierto, tuvo sus periodos de prosperidad y otros de pobreza profunda.