-¿Por qué la figura de Walter Benjamin?

-No fue una elección desde el punto de vista intelectual, sino porque el caso me atraía. Yo llegué a Barcelona en 1997, venía de Jerusalén, de hacer Bellas Artes, donde la figura de Walter Benjamin se estudia, y ya en Barcelona, en 2000, a los 60 años de su muerte, me encargaron hacer un reportaje en Port Bou (Girona) para la televisión israelí. Hice el reportaje, de unos siete minutos, con los distintos personajes que venían a la conmemoración. Y ya está, pero me quedé enganchado porque el caso no me terminaba de cuadrar.

-¿Qué le hizo sospechar que no se había suicidado?

-La película no propone en ningún momento ni el asesinato ni el suicidio, sino que es un juego en el cual analizamos las fuentes existentes y nos damos cuenta de que no hay nada que pueda sostener una u otra tesis y que el suicidio se asume como una verdad intocable cuando, desde el punto de vista del discurso histórico, no se puede asumir. La película, además de tratar sobre Benjamin, trata del discurso histórico de una manera benjaminiana, o eso pretende.

-¿Qué plantea, pues?

-Las fuentes históricas de los hechos tal como los conocemos muchas veces no tienen nada que ver con lo que creemos que es. Y, en el caso de la muerte de Benjamin, no hay fuentes

-¿Caso sin resolver?

-Si, tal vez un día se resuelva, pero no es la pretensión de la película. No es que no haya buscado con ahínco resolverlo pero, como investigador-cineasta, lo que me gustaba era trabajar con la certeza de que iba a encontrar una respuesta, a sabiendas de que no la iba a encontrar. Es casi teológico.

-Siguiendo la pista, ¿cuál es la creencia de su familia?

-De sus hermanos sólo queda uno que creo que está preso, y estuve en contacto con sus nietas y con una nuera, pero en la familia no hay ningún tipo de respuesta. La película sólo utiliza la muerte de Benjamin como hilo conductor de la trama, no es una película sobre su muerte: son las relaciones entre el norte europeo y España, entre la guerra mundial y la guerra civil, cómo ese norte de España está ocupado por fuerzas alemanas que entran y salen, y también la visión benjaminiana de la historia, que es lo que más me interesaba

-Usted es judío, Benjamin, también, ¿les une el interés por la cábala?

-Benjamin no era un cabalista, le interesaba la cábala, como podía interesarle la física cuántica.

-Lo introdujo su amigo Gershom Scholem, que, por cierto, él mantiene que sí se suicidó.

-Todos pueden opinar lo que quieran pero nadie estuvo allí y fue testigo primordial.

-Tuvo otros intentos de suicidio.

-Esto es la leyenda que se construye alrededor de Benjamin, una serie de extractos construidos a base de citas de otros supuestos testigos que tampoco estaban. En ese sentido, es un relato benjaminiano. Yo tengo gran admiración por los escritos de Scholem pero no puede decir absolutamente nada de la muerte porque no estuvo allí. Al igual que Liza Fitko, que tanto se le cita.

-Es quien lo guió a España.

-Es la que se supone que lo trajo a España, pero no hay ninguna otra prueba que su sola versión. En cualquier investigación, ningún testimonio que no se pueda apoyar en otro testimonio sirve. Es el caso de Liza Fitko: ni siquiera quienes acompañaron a Benjamin a pasar la frontera la recuerdan. La película adquiere ese juego de investigación policial y tiene que ver con otro elemento benjaminiano, y es que Benjamin era un asiduo lector de novelas policiacas y le gustaba el género. Yo juego con eso en la película, me erijo un poco en investigador buscando el detalle para a través de las pequeñas memorias construir una verdad mayor.

-¿Le atrajo el hecho de que fuera judío?

-Evidentemente, ese hecho en algún momento entroncó conmigo, con una especie de identidad de exiliado que se encuentra en tierra extraña, pero no es la única causa, ni la primera.

-Llevó el documental a varios festivales internacionales y parece que tuvo una gran acogida.

-Bueno, eso es una cuestión comparativa. Para ser un documental, que se siga moviendo por distintos países cinco años después es un éxito.

-Fue un trabajo de varios años y de muchas entrevistas, ¿a cuántas personas entrevistó?

-Hablé con mucha, mucha gente, pero en la película sólo salen unas treinta entrevistas. Consulté muchos archivos, incluso en Alemania, donde estuve con una beca. Fue un placer.

-Debió de ser un trabajo incluso divertido.

-No sé si esa es la palabra. Divertido, sí, pero hay que aguantar cinco años de investigación y eso no resulta barato. Si el proceso duró todo ese tiempo es porque tuve que hacer parones para dedicarme a otras cosas . Esa investigación, con dinero encima de la mesa, hubiera durando dos años, aunque es cierto que igual no hubiera madurado igual. El factor tiempo te obliga a cambiar los paradigmas de investigación. Al principio, el paradigma de investigación era causa-efecto, luego lo abandonamos, porque iban surgiendo más discursos paralelos. También los problemas de financiación nos hicieron plantearnos nuevas preguntas.