La Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, con unos fondos que superan ya los 120 millones en diversos formatos, distribuidos en más de mil kilómetros de estanterías, en más de 450 idiomas y dialectos, es la más grande del mundo y también la que posee la más variada gama de materias del conocimiento humano. Además de atesorar una inigualable colección de joyas bibliográficas.

"Esta institución es única, viene a representar para el mundo contemporáneo lo que la vieja biblioteca de Alejandría representó para el clásico, además de ser una de las instituciones culturales más importantes del mundo donde trabajan más de cuatro mil personas en el servicio y conservación de estos fondos. Fue fundada en 1800 por el Congreso para servir de depósito de documentos relacionados con la legislatura, pero a medida que corría el siglo XIX se convirtió en una verdadera biblioteca nacional aunque no llevase tal nombre. Su misión principal es servir a las necesidades del Congreso y como tal actúa como su brazo de investigación e información, aunque también la usan las ramas ejecutiva y judicial del Gobierno de la nación. Es la mayor proveedora de información bibliográfica del mundo, el depósito más grande del mundo de mapas, atlas, música, tanto escrita como grabada, películas de cine y programas televisivos y más de 5.600 incunables. Al año la visitan más de dos millones de investigadores y turistas de todo el mundo".

Juan Manuel Pérez debe hacer un descanso para recuperar el resuello en su ininterrumpida y entusiasmada enumeración de las colosales magnitudes de este templo del saber mundial en el que este historiador nacido en Riveira y doctorado en la Universidad de Georgetown ejerce como segundo coordinador en la División Hispánica desde 1988, bajo la supervisión del prestigioso hispanista Everette Larson, una de las autoridades mundiales además en cultura árabe. "Aquí tenemos en custodia los documentos personales del presidente de referencia de Obama, Abraham Lincoln, incluso los objetos que llevaba en el bolsillo cuando lo asesinaron. Obama es un hombre muy culto, ha leído mucha historia y se nota". Seguramente Obama requerirá en algún momento el asesoramiento de Juan Manuel Pérez, especialmente en los asuntos relacionados con España, puesto que el historiador coruñés ya sabe lo que es trabajar para la Casa Blanca. "No sería de extrañar, ya que solemos tener pedidos de la Casa Blanca. Es posible que lo haga si finalmente visita España. En una ocasión me llamaron con urgencia y tuve que ir el sábado por la mañana porque era para el presidente —se trataba de Bush padre—, que tenía que pronunciar un discurso y la secretaria se lo quería tener preparado para cuando regresara el lunes. Durante la presidencia de Bush sénior, alguien se quedó con mi nombre y me llamaban muy a menudo. Cuando se celebró la primera conferencia árabe israelí en Madrid, la Casa Blanca nos llamó para que le consiguiéramos información para el discurso que iba a dar el presidente Bush. Nos pidieron específicamente ejemplos en la historia de España en los que las tres religiones, judía, cristiana y musulmana, hubiesen convivido pacíficamente", recuerda Juan Manuel Pérez, que últimamente asesoró sobre la crisis de Honduras. "Sobre eso no puedo hablar, es un tema confidencial".

El hilo erudito con la Casa Blanca no fue tan intenso durante el mandato de Bush hijo. ¿Quizás era menos amante de los libros que su padre? El historiador coruñés sonríe antes de responder con diplomacia: "Quizás se haya asesorado con otros. Conmigo, desde luego, no. Aunque los departamentos del Gobierno sí que llaman a cada rato". Quien sí le pidió consejo fue un buen amigo de Bush hijo, el ex presidente español José María Aznar. "Había venido invitado por Bush y por la Asociación de Congresistas Hispanos y lo trajeron a la biblioteca. Le preparamos una exhibición de libros sobre política española". En esa época visitaron también Estados Unidos los Reyes y fuentes del Gobierno español, y la embajada en Washington le pidió un favor. "El Rey tenía que leer un discurso en una sinagoga ante la comunidad judía de Nueva York y nos enviaron previamente el texto para que lo evaluáramos: por si caía dentro del contexto histórico o podía ser malinterpretado. Querían saber nuestra opinión. Esas peticiones de las embajadas son habituales". También lo son algunas excentricidades de los miembros del Congreso estadounidense. "Una vez acudió a nosotros un congresista que se iba a entrevistar con un presidente latinoamericano y recordaba que cuando era estudiante había leído un poema sobre ese país del que sólo recordaba que citaba un río que cruzaba una ciudad. Tuvimos que examinar a fondo la literatura de ese país hasta que dimos con el poema en cuestión. En general, suelen pedirnos informes detallados cuando las comisiones del congreso viajan a algún país, como cuando se desplazaron a evaluar los daños del huracán Mitch en América Central. Les entregamos informes muy completos que les permiten, por ejemplo, saber hasta qué tendencia política tienen determinadas personas que pueden encontrarse en su misión".