-¿Qué tal se siente en el papel de Brigadier?

-Una persona con un cargo importante a la que le ponen los cuernos crea tal serie de situaciones y problemas que son un reto importante para un actor.

-¿Jardiel sigue siendo actual?

-Es uno de los autores más importantes del siglo XX y uno de los artífices de la nueva comedia española, fue por delante de grandes dramaturgos como Mihura o Arniches. Mientras Ionesco difundía por ahí el teatro del absurdo, aquí teníamos a Jardiel, que al suyo lo llamaba teatro de lo inverosímil pero no tuvo tanta trascendencia. Con Jardiel te ríes de las cosas más absurdas e inverosímiles que le pueden pasar a un ser humano.

-¿Después de representar La vida es sueño, de Calderón, este papel le resulta más ligero?

-El personaje del rey Basilio, de La vida es sueño, marca un antes y un después en mi carrera porque nunca me había enfrentado a un clásico. Esta obra de Jardiel también está en verso, aunque no en los endecasílabos y octavas reales de Calderón, es ripioso. Cambiar de una cosa sesuda y filosófica a algo más rabioso me resulta muy divertido.

-¿Sigue obcecado con hacer El Rey Lear?

-Lo voy a hacer, sin duda. Si nadie lo quiere hacer conmigo lo produciré yo, pero cuando me sienta con un poquito más de poderío; todavía estoy aprendiendo...

-¿Con la edad, van cambiando mucho sus papeles?

-¡Hombre!, desgraciadamente, uno ya no puedo hacer de jovencito y de galán. Van cambiando pero también con la experiencia ganas tranquilidad al enfrentarte a los personajes. Está bien cumplir años.

-¿Qué papeles le dan ahora?

-Papeles de mi edad: señores importantes, de cierta categoría...

-¿En el teatro disfruta más que en el cine?

-El teatro es la madre de todo actor, es donde aprendes. En el cine te tienes que poner a las órdenes del director y resolver rápido, mientras que en el teatro dispones de tiempo para experimentar, equivocarte y para rectificar cada día. En el cine ruedas tus escenas y todo queda en manos del laboratorio, y después te ves desde el patio de butacas; en el teatro, no te ves.

-¿Qué tal suele verse?

-Veo más los errores que los aciertos, si los hay; soy muy crítico. Cuando me veo en una película de hace años, a veces, me digo, 'hombre, pues no estaba tan mal'. En general, no me gusto mucho.

-De algún papel se habrá quedado satisfecho.

-Del de una de las últimas películas, Los muertos van deprisa, quizá por el hecho de trabajar entre tantos actores gallegos que, dicho sea de paso, son los mejores de España.

-¿Cuál fue su primer papel?

-Empecé con una compañía propia, Espacio Cero, haciendo una obra colectiva que no tenía texto.

-¿A finales de los sesenta?

-No, yo empecé más tarde, en 1974 o 1975. Hasta entonces me dedicaba a otras cosas.

-¿A qué se dedicaba?

-Era ingeniero aeronáutico y trabajaba en un banco. Cosas que hace uno para salir adelante.

-¿A qué se deben esos saltos?

-Andaba despistado y tenía que encontrar mi verdadera vocación. Mientras, había que salir adelante. Soy el mayor de once hermanos y tenía que echar una mano en casa.

-¿No le gustaba ser ingeniero?

-No, porque entonces los ingenieros aeronáuticos hacían lavadoras y frigoríficos. Estudié Aeronáutica porque me gustaban los aviones, pero, bueno, todo sirve.

-¿Cómo descubrió que quería ser actor?

-Luego me matriculé en la Facultad de Psicología, un poco con intención de entenderme a mí mismo, y acabé conociendo a un grupo de gente rara. Les pregunté qué hacían después de clase y me dijeron que se reunían para hacer teatro, y fue para mí un descubrimiento muy importante. Tantas vueltas que le di a la vida, y resulta que lo que quería era esto.

-El público va bastante al teatro y muy poco al cine.

-Sí, nosotros estamos arrasando. Estamos en una situación delicada. Y hay una cosa muy elemental: el teatro no te lo puedes bajar de internet, el teatro es un hecho casi religioso y vivo, mientras que el cine es una cosa enlatada que puedes ver en tu casa.

-¿Ángeles González Sinde ha hecho algo por el cine?

-No creo. Esta señora no ha hecho gran cosa ni por el cine ni por la cultura en general. Está ahí puesta no sé muy bien por qué, ha dirigido una sola película en su vida, es una guionista más o menos interesante, pero como ministra capaz de remover algo... prefiero mil veces al director de la Academia (Álex de la Iglesia), que es un tipo del cine de verdad, con energía y ganas de cambiar el mundo. Yo no pertenezco a la Academia, porque me gusta ir por libre, pero con él podría llegar a meterme y participar.

-¿Un director con el que le gustaría trabajar?

-Me hubiera encantado trabajar con Woody Allen, lo considero casi de la familia. Le amo tanto desde tan pequeño que ahora, que nos vamos aproximando, lo veo como mi hermano. Y de españoles, no trabajé con Almodóvar, que me hubiera entusiasmado, pero esto les pasa a todas. Me gustaría pero no me quita el sueño.

-¿Con quién ha trabajado más a gusto en teatro?

-Con José Luis Gómez y con Rodrigo García, por citar a dos directores llenos de talento que están en las antípodas.

-¿Ha trabajado con Nieva?

-¡Nooo!, una lástima, porque cuando hacía más cosas yo estaba con mi compañía, pero me fumé algún canuto que otro con él.

-Usted que llegó de esa forma a la profesión, ¿pasó por la Escuela de Arte Dramático?

-Soy totalmente autodidacta.

-¿De modo que se saltó a Grotowski y a Stanislavski?

-No me los salté, los conocí cuando mi inquietud me lo pidió.