Llegó al periodismo movida por sus ideales -"Tal vez un poco ingenuos cuando empecé", admite-, que hoy la siguen impulsando en sus reportajes de denuncia social. Un documental en el que daba voz a las mujeres iraquíes tras la ocupación estadounidense fue su pasaporte para entrar en la BBC en 2004. Ha firmado trabajos sobre inmigración y refugiados, entre ellos, un reportaje sobre mujeres de Latinoamérica, Europa del Este y África que han acabado como esclavas sexuales en Madrid. La periodista gallega Inma Gil entró el año pasado en Cisjordania con la única compañía de su cámara para rodar "historias cortas sobre la vida a la sombra del muro".

Han pasado diez años desde que se fue como Erasmus desde Santiago a Gales para estudiar el último curso de la carrera y la nostalgia ha ido en aumento. Por eso ha creado en Facebook el grupo Gallegos morriñentos en Londres, que ya suma más de un centenar de miembros con un perfil joven y alejado de aquella generación de emigrantes que se fueron por necesidad.

"Profesionalmente estoy feliz. Trabajar en la BBC es un sueño y me permite hacer un periodismo independiente y honesto. Pero a medida que pasaba el tiempo sentía más morriña. Ahora tengo mi Galicia en Londres. Hacemos magostos y romarías en Hyde Park y hablo más gallego que en mi propia tierra. Es muy enriquecedor y ya estamos pensando en hacer una página web", relata. Inma es una apasionada defensora del bilingüismo y ha sido una de las promotoras de un manifiesto interactivo a favor de la utilidad de nuestro idioma: "Estando fuera te das cuenta de la riqueza que supone hablar dos lenguas y me da pena que los gallegos no lo valoren. En el exterior prácticamente somos trilingües porque podemos hablar portugués. Por reconocer la importancia del gallego no me quedo ciega ante la riqueza del multiculturalismo, sino que lo aprecio desde mi diferencialidad".

"Inquieta" e interesada en conocer otras culturas e idiomas, la periodista gallega, que también habla francés y árabe, se quedó en Gales al acabar la carrera para estudiar un posgrado de lenguas extranjeras y un máster en periodismo internacional, cuya tesis realizó en Bagdad. Viajó a la capital iraquí en julio de 2003, meses después de que los estadounidenses ocupasen el país, "intrigada" por conocer la opinión de las mujeres. Le acompañaba su novio Tahfeer, de nacionalidad británica-iraquí. "Era una de las pocas mujeres que cubría la posguerra y la única que no hacía periodismo de hotel. Yo vivía con ellos", apunta.

"Cuando ves las noticias desde Occidente parece un país de hombres y tenemos el estereotipo de que ellas son sumisas, pero la mayoría son muy elocuentes y políticamente activas, aunque no en la esfera pública", destaca. Su mayor sorpresa fue que el país no le llamó la atención: "Estaba tan acostumbrada a ver en la televisión las calles polvorientas, las filas en las gasolineras... que fue como si ya hubiera estado allí". La inseguridad, en cambio, le impresionó. "No había visto un arma en mi vida y allí todo el mundo está familiarizado con ellas", recuerda.

Gracias a este documental hizo unas prácticas en la BBC de Gales y en 2004 entraba en el servicio en español de la cadena, con sede en Londres. Allí publicó poco después un diario sobre su viaje a Irak y en 2008, en el quinto aniversario de la guerra, volvió a contactar con algunas de aquellas mujeres.

"La situación era muy descorazonadora. En 2003 tenían esperanzas, pero su situación empeoró. Algunas se habían ido de Bagdad y otras perdieron a su marido o su hijo. Fui a Suecia a entrevistar a una de ellas, que era refugiada política con su marido. Sentía mucha nostalgia porque toda su familia seguía en Irak", subraya. En una de sus últimas visitas a Galicia, en julio pasado, disfrutó de la verbena en la aldea de su madre: "Los primeros años no tenía necesidad de aprovechar todo esto, pero ahora sí. Me encantaría volver y poner al servicio de mi tierra lo que he aprendido de mis experiencias".