–¿Algún rasgo de los Borbón?

–Todos supieron adecuarse muy bien a las circunstancias sociopolíticas de cada momento. Es famoso aquello de ´París bien vale una misa´, de Enrique IV, que le permitió acceder al trono de Francia. Desde entonces, esa capacidad es paradigmática en la dinastía.

–¿Son pragmáticos?

–Sí, el pragmatismo y ese verbo que se les suele aplicar, borbonear, es decir, desarrollar la inteligencia emocional necesaria para saber qué puedes y qué no en cada momento, es característico.

–¿Don Juan Carlos, también?

–Y tanto. Con prácticamente dos personas, Torcuato Fernández Miranda y Adolfo Suárez, le dio la vuelta como un calcetín a la dictadura e hicieron la transición democrática: eso es capacidad de adaptación.

–¿Ve al Rey dispuesto a abdicar?

–Si no es por una incapacidad grave, no. A todos los reyes, pero sobre todo a los borbones, les gusta morir en la cama como reyes. Solamente lo haría en caso de tener alguna dificultad física o psicológica.

–Usted ve la sucesión con ´incertidumbre y vértigo´, ¿por qué?

–Porque los tiempos han cambiado mucho. Siempre se dice que España es más juancarlista que monárquica. La monarquía como tal está trasnochada, aunque las monarquías democráticas modernas como las escandinavas o la inglesa gozan todavía de buena salud por esa capacidad de adaptación. En España, la sucesión del príncipe Felipe no tendrá excesivos problemas porque está establecida constitucionalmente, pero qué ocurrirá si tiene un tercer hijo y es varón. Yo creo que el pueblo español rechaza que una mujer no pueda reinar.

–Habrá que reformar la Constitución.

–Seguramente.

–¿La reina Leonor?

–Nos la imaginamos todos, y tal vez sería lo adecuado.

–Don Juan, rey sin trono.

–Don Juan era la cabeza de la dinastía, el jefe de la casa de Borbón y a él estaba destinado el trono, lo que pasa es que Franco tenía otros planes, sobre todo porque no se fiaba de don Juan; nunca tuvieron buena relación. Don Juan tuvo que tragar que su hijo se formara en la España franquista como sucesor del régimen. Don Juan lo llevó siempre muy mal y sus bandazos políticos fueron célebres: pasó de pregonar la monarquía liberal a ser casi más franquista que Franco para después aliarse luego con los carlistas. Don Juan siempre tuvo clavada la espina de no poder ser rey pese a ser el jefe de la casa de Borbón.

–Eso enfrentó a padre e hijo.

–Muchos años y, casi hasta el final de la vida de don Juan no se reconciliaron del todo. Había una rivalidad y don Juan reprochaba a su hijo haberse plegado a los designios de Franco demasiado fácilmente.

–Hay otro rasgo muy Borbón, la campechanía.

–Es un rasgo genético, una marca de la casa. Reyes campechanos han ido casi todos: Isabel II iba en un tílburi por Madrid a cenar con sus amigos al Lhardy y tuteaba a todo el mundo. O Alfonso XII, su hijo, un bon vivant, al que gustaba confraternizar con el pueblo por las noches y ejercer de rey por las mañanas: muy de los borbones.

–¿Don Juan Carlos se lleva mejor con los gobiernos socialistas que con los de la derecha?

–Sí, es curioso, pero yo creo que tiene más que ver con la afinidad de carácter que con la ideología. Siempre hizo muy buenas migas con Felipe González, todo lo contrario que con Aznar, un tipo áspero.

–La campechanía de don Juan Carlos es proverbial.

–Su campechanía y esa naturalidad que exhibe a veces, por ejemplo, el célebre ´por qué no te callas´ a Chávez. Cuando se suelta es verdaderamente célebre y popular. Con sus tropezones en público, a los que quita importancia rápidamente con una carcajada, elimina muchas tensiones.

–¿Son mujeriegos?

–Siempre, y sin excepción. Salvo Carlos III que, tras enviudar, se dedicó exclusivamente a la caza.

–¿Son muy cazadores?

–Naturalmente. Sin embargo, los primeros borbones —Felipe V, Fernando VI— eran muy fieles a su mujeres, aunque tenían un apetito sexual desmedido. Se decía que Felipe V iba a diario del tálamo al confesionario, porque luego se sentía culpable. Y a partir de Carlos IV y, fundamentalmente, de Fernando VII, comenzó la leyenda de mujeriegos de los borbones. Eran imparables. Es sabido que los hijos de Isabel II no eran de su marido, Francisco de Asís, alias Paco Natillas. De Alfonso XIII cuenta el historiador del cine Román Gubern que llegó a fundar con unos amigos una productora de películas pornográficas: le entretenían mucho.

–Alfonso XIII fue nefasto para España, escribe usted.

–Cometió el error de encargar el gobierno a un puño de hierro, al dictador Primo de Rivera y, cuando quiso dar marcha atrás, ya era imposible: unas simples elecciones municipales trajeron la II República. Pudiendo haber encarrilado al país después de la Restauración hacia una verdadera democracia occidental, privó al pueblo de las capacidades democráticas que tanto costaron, y lo pagó con el exilio.

–De eso saben mucho.

–Saben que cualquier día les pueden dar una patada y es lo que más temen. Mantenerse en el poder nunca es fácil y para una monarquía, mucho menos.

–¿El peor Borbón?

–Fernando VII, el rey felón: hay unanimidad. Acabó dos veces con el sistema constitucional de 1812.

–¿Carlos III fue un buen rey?

–Lo fue, y sus antecesores, aunque tendiesen a aquella melancolía perniciosa que les hacía perder la cabeza al final de sus días escuchando a Farinelli. Carlos III tenía miedo a enloquecer, como Felipe V y Fernando VI, y hacía ejercicio compulsivamente para mantener la cabeza despejada, por eso cazaba. En un sólo invierno se cargó a cien lobos. Los reyes ilustrados supieron rodearse de ministros competentes que iniciaron el camino de la modernidad: el marqués de la Ensenada, Floridablanca o Campomanes.