Querida Laila, ha muerto definitivamente Juan María Bandrés. Definitivamente porque, desde el año 1997, un derrame cerebral lo había apartado de la vida pública y, aunque para él y para su familia y amigos, eso no significó su muerte, para todos fue una incuestionable gran pérdida. En estos tiempos, en que todo se olvida a velocidad de vértigo, será bueno y saludable recordar y hacer llegar a las nuevas generaciones la huella profunda que Bandrés dejó en la sociedad vasca y española.

Juan Mari, como se le solía llamar, fue un hombre libre, honesto e inteligente que era abogado y radicalmente demócrata. Tú lo conociste y convendrás conmigo en que esta es la definición más cardinal de su personalidad y, seguramente, la que más le hubiera gustado a él que se hiciera, porque la vería sencilla y acorde con sus aspiraciones y sueños. Es muy sugerente que Bandrés haya acabado su vida justo al mismo tiempo que ETA anuncia que deja de matar definitivamente. Algo por lo que él luchó toda su vida. De hecho su actuación política y mediadora fue capital en la disolución de ETA-PM. Su muerte en este momento parece un nunc dimittis, tras ver esencialmente cumplido su sueño. Desde los años sesenta hasta el final de la dictadura, brilla en el foro como defensor de los imputados en los procesos políticos del nefasto Tribunal de Orden Público. Es muy destacable su actuación como defensor en los procesos de Burgos, ante la jurisdicción militar, y su impulso a las movilizaciones y presiones que evitaron el cumplimiento de las penas de muerte allí dictadas y supusieron un enorme desgaste para la dictadura.

Fue un demócrata consecuente, que luchó denodadamente contra toda violencia política, al tiempo que defendió siempre los derechos humanos y los derechos políticos del País Vasco. La defensa de estos derechos de su país le llevó a votar en contra de la Constitución, como senador, por entender que no los satisfacía suficientemente pero, al tiempo, no dudó en acatarla, como el resultado del consenso democrático alcanzado. Se implicó en el trabajo político impulsando la formación de Euzkadico Ezquerra, partido por el que fue diputado durante varias legislaturas. Cabe destacar que Bandrés fue el único diputado que, ya en el año 1979, votó en contra de la energía nuclear, dejando claras su posiciones ecologistas, cuando tal movimiento estaba todavía en pañales, sobre todo aquí en España, donde todavía hoy vamos con enorme retraso en la conformación de una fuerza política que lleve a las instituciones con nitidez las posiciones verdes. No me extrañó nada, querida, teniendo en cuenta este dato, que la nueva formación política Equo reaccionase de inmediato, dolida, por la muerte de Bandrés pues, sin duda, verá en él a un ilustre precursor de sus propuestas políticas.

Juan María Bandrés mantuvo una importante y significativa relación con Galicia, no solo porque fue en Santiago donde concluyó su carrera universitaria, sino, sobre todo, por sus frecuentes contactos con importantes colegas suyos en el ejercicio del derecho y por sus relaciones con formaciones políticas gallegas y con sus líderes. De esto podrían contar muchas cosas dirigentes, como Camilo Nogueira y sus compañeros en Esquerda Galega, o letrados como Fernando Randulfe, entre otros muchos.

En los duros tiempos que corren, lastrados por el desprestigio de los políticos y de la misma política, que se ve tan denostada como se sabe imprescindible, la figura de Juan María Bandrés es especialmente relevante y sería muy útil conocerla bien porque yo creo, querida, que encarna la política de la dignidad y la dignidad de la política. Todo un paradigma.

Un beso.

Andrés.