Hace solo unos meses, con el PP en la oposición, Rajoy y sus epígonos no se cortaban un pelo y nos comparaban todos los días con Grecia para perjudicar al Gobierno aunque, con ello, perjudicaran al Estado. En esto los sociatas son más comedidos, pero algunos hay que le devuelven ahora la pelota a los peperos y vuelven a la matraca con Grecia. En todo caso, estas comparaciones con quien se considera inferior o en una situación más grave no dejan de revelar un complejo que no sé si es de superioridad o de inferioridad, que los dos complejines se parecen lo suyo.

Yo no sé si Grecia es un buen término de comparación, pero sí estoy casi segura de que resulta un buen espejo en el que mirarse, no solo España sino cualquier país europeo, por muy superior, más rico o más guapo que se considere. "Como me ves te verás", solía recitar mi padre. Y algo así considero que nos podrían decir los griegos.

La democracia helena, que se asentaba, como la nuestra, en el juego entre dos grandes partidos, que cortaban el bacalao, hace agua, porque uno y otro fueron los principales responsables políticos de que Grecia llegara a donde hoy está. Su sistema democrático bipartito, no es que se transforme o se amplíe, o se mejore. No. Simplemente se descompone y se pudre en el vertedero populista. Por cierto, sin que Europa haya hecho lo necesario para evitarlo, por mucha pasta que prestara a buen interés, claro está, a los mercachifles.

Mirarnos con humildad y realismo en el espejo griego debiera ser un acto de lucidez democrática para todos, pero sobre todo para nuestros dirigentes y representantes políticos, para que no nos veamos como se ven ni vayamos a donde parece que van. Y otra cosa, Grecia no es solo un espejo, es un miembro de nuestro cuerpo, que no debemos permitir que se gangrene porque sufriríamos todos mucho y mucho más si no hubiese otro remedio que cortarlo. Europa quedaría lisiada, minusválida y prácticamente inútil para afrontar la enorme tarea de su propia construcción política, que necesita de todas sus fuerzas, de todas sus potencias y de todos sus miembros, sanos y en buena forma. Sobre todo en tiempos duros y de crisis, donde sobreviven los más sanos y fuertes.

Escuchemos el oráculo de Delfos.

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