-Desde que iba al colegio pensaba en ser artista. ¿De dónde le viene esa afición?

-Todo viene de mi madre, era bailarina de ballet clásico español y una gran recitadora de poesía. Por las noches, en lugar de cuentos, me recitaba poesía, y le ponía tanto sentimiento, tanto coraje, que me contagió la vocación de ser actriz. Por eso me hace mucha ilusión dedicarle este homenaje.

-La vena artística siempre la ha tenido entonces.

-Siempre quise ser actriz. Lo veía clarísimo, y siempre lo digo: si volviera a nacer elegiría ser actriz, a pesar de los sinsabores que da esta profesión, porque también da enormes placeres y deleites. En España se les da de lado a las actrices una vez que sobrepasan determinada edad... Es triste, pero es cierto. En España siempre ha predominado la imagen de la actriz joven, pero en los últimos tiempos, esta situación se ha dado con mayor fuerza. No se escriben personajes para mujeres maduras. La única que trabaja es Meryl Streep, que lo hace todo.

-Finales de los años 60 y principios de los 70 son para usted de un trabajo ingente, con la participación en multitud de títulos. ¿Qué recuerda de esos rodajes?

-Visto con perspectiva, pienso que no tuve capacidad para dirigir mi carrera. Estaba aún muy inmadura, y se me presentaron una avalancha de ofertas. Pensaba que debía aprovecharlo todo y que me vendría bien para aprender, pero ahora, en la distancia, pienso que no lo hice bien. Lo que ocurre es que el cine que se hacía era la comedia del momento: Pedro Masó, Pedro Lazaga, Mariano Ozores, Julio Buchs..., que es el que veían los españoles en la época. Pero no hay que olvidar que, formando parte de esa etapa, estaban los grandes actores, que sí que han sido reconocidos: los Alfredo Landa, López Vázquez, Fernán Gómez... a todos ellos se les concedió después la oportunidad de hacer un tipo de cine de más calidad.

-Y demostraron que son o eran grandes actores.

-Exactamente, pero en cambio, las actrices, aquellos rostros bonitos de entonces, que éramos muchísimos, no hacíamos personajes de carne y hueso, éramos un tanto artificiales. Se trataba de estar muy guapa, con muchas pestañas postizas, muchas pelucas, y ofrecer la imagen que se quería dar entonces de la mujer: sumisa, sujeta a la iniciativa masculina. Era un rol del que yo ya abominaba entonces, pero no nos quedaba otra. En 1977 desaparece Mary Francis, justo cuando estaba en la ola de la popularidad, y aparece Paca Gabaldón ¿Por qué? Estaba harta de esa sofisticación que conllevaba el nombre de Mary Francis. Yo soy María Francisca, y cuando estaba en Hispanoamérica aquello sonaba normal, pero en España sonaba cursi. Era un tránsito de una etapa que yo quería superar a otra en la que quería ser más dueña de mis decisiones.

-Fue una protagonista del cine del destape.

-A mí siempre me ha molestado mucho aquello del destape, aunque es cierto que supuso un boom que arrastró a mucha gente que no tenía nada que ver con aquella imagen frívola que se daba. Todo el cine que se hacía en aquellos momentos incluía alguna escena en la que se enseñaban los pechos o un desnudo integral.

-¿Se ha sentido dirigida por los directores?

-Casi nunca me he sentido dirigida como actriz en una película. La tónica general en los directores de cine español ha sido dejar hacer a sus actores. La vez que más y mejor me he sentido dirigida ha sido con Álex de la Iglesia en La comunidad. Es curioso, una persona joven, de una escuela reciente... También me he sentido dirigida por Juan de Orduña. Dignificaba todo lo que tocaba, estaba intensamente enamorado de lo que hacía.

-¿Qué falta en su carrera?

-Tengo una espina clavada: que casi siempre que he intervenido en una película de alta calidad, mis participaciones han sido un visto y no visto, no he tenido nunca un papel importante en una película importante, una de esas interpretaciones que sabes que van a perdurar.

-¿Su próximo proyecto?

-Es un desafío tan bonito que me tiene entusiasmada. Empiezo ya los ensayos de Testigo de cargo, una obra de teatro de Agatha Christie que fue llevada al cine por Billy Wilder e interpretada por Marlene Dietrich. Se trata de un papel doble en el que debo intentar que no se reconozca a la actriz, lo que requiere un gran esfuerzo.

-¿Es difícil, con la crisis de hoy en día, conseguir un buen papel?

-Lo difícil es dar con un personaje para personas de mi edad, porque para los jóvenes hay muchísimo trabajo.