-Ahora representa Yo soy don Quijote de la Mancha. Dice su autor, José Ramón Fernández, que para abonar optimismo en estos tiempos...

-Siempre ha hecho falta un Quijote, con esta versión queríamos recuperar sobre todo el referente moral, al personaje que no estaba loco, sino que no se paraba a pensar en las dificultades que suponía luchar por la justicia y por ayudar a los demás.

-A pesar de las dificultades...

-Hizo lo que pudo, al final tuvo que renunciar, recogiéndose en su casa y llamándose Alonso Quijano... pero no quiero destrozar el final de esta representación, donde somos tres personajes reales que hacemos una lectura del Quijote y tomamos el testigo de este personaje para demostrar que sigue vivo, que sigue siendo necesario y que está en la gente que es capaz de luchar.

-¿Y cuáles son ahora los molinos del Quijote?

-Los molinos de ahora son más complejos, porque el poder es un poder omnipotente. El control que hacen del mundo entero es impresionante. Cervantes hablaba de salir al paso de ciertos malandrines y, desde entonces, habremos mejorado en muchas cosas, pero sigue siendo la crueldad, el desprecio a la vida de los demás lo que mueve a ciertas instancias a las que se supone dignas de respeto.

-¿No se salva nadie?

-Ha sido desde las administraciones, la corrupción, los chanchullos y, ojo, no señalo a uno, sino a todos, porque algunos han estado demasiado tiempo en el poder sin arreglar nada y eso da lástima.

-Se le ve muy decepcionado...

-Yo me considero de izquierdas, pero ahora se impone el rigor de un sentido crítico para dejar de ser una izquierda de salón, de mierda, y no vale rasgarse las vestiduras. No se trata de flagelarse, pero sí de hacer autocrítica.

-Ciertamente no es un buen momento, ¿pero no es muy tremendista hablar de la tercera guerra mundial, como ha dicho usted?

-Es de una frase del libro El capitalismo funeral, de Vicente Verdú. Aquí está claro que hay un conflicto bélico en el que las bombas no matan personas, pero dejan muertos laborales y culturales... es una guerra total y me pregunto cómo hemos llegado otra vez hasta aquí. Primero la Transición, luego el pelotazo urbanístico y solo me faltaba ver a gente próxima a mi manera de pensar que se han convertido en el culo de la desvergüenza. Porque sé cómo es la derecha, pero hay cosas que no me podía imaginar.

-Insisto, está decepcionado.

-Sé que no tengo autoridad para juzgar, si lo hago es porque hay cosas que me afectan y lucho como puedo, como es a través de esta función que demuestra que hay otra forma de ver las cosas.

-De hecho, en algunas declaraciones le da mucha importancia al poder del mensaje en el teatro, ¿esa es la belleza de esta disciplina?

-No, no se trata de hacer proselitismo, no escojo una obra porque tenga una doctrina previa, sino para mostrar unas formas de vivir y que después cada uno lo interprete a su aire. Desconfío de los mensajeros en los escenarios y en las pantallas. El personaje dice que por encima de todo se puede hacer el bien a la gente, y defiende la libertad y poner los ojos en lo que merece la pena. Más allá, todo depende de lo que espectador quiera captar de él.

-Interpreta a don Quijote, pero dice que se identifica más con Sancho Panza...

-Está en mis genes. Vengo de la España campesina, la España del campo donde no se podían confundir gigantes con molinos. Ahora creo que los dos personajes se complementan. A una cierta edad aspiro al idealismo del Quijote, pero siempre desde la borrica.

-Fernández también dice que espera que don Quijote obtenga respuesta a la pregunta 'quién soy yo'. ¿Quién es José Sacristán?

-Creo que una persona que ha conservado el respeto que se debe. Tengo la suerte de que mi trabajo y mi vida han ido de la mano y se han acomodado bien. Ahora puedo hacer balance y saber que el respeto ha tenido un lugar de vital importancia: no me he perdido el respeto y no se lo he perdido a los demás.

-¿Qué queda de aquel joven mecánico?

-Desapareció, no ha habido un mecánico más inútil que yo; queda el hijo de los campesinos y, de hecho, no me encuentro bien fuera de ese territorio. Todavía vuelvo a Chinchón y, aunque faltan muchos, me reconozco en cada rincón.

-Este ha sido un año duro con la muerte de Juan Luis Galiardo y Sancho Gracia... ¿Se reflexiona mucho con pérdidas así?

-Juan Luis y Sancho eran muy parecidos. Tenían un empuje muy echao pa alante, pero llevo el tiempo suficiente aquí para ser consciente de que cada vez disparan más cerca, como decía un compañero. Solo hay que ir esquivando las balas.

-Y, mientras, actuando en teatro y cine... ¿ha dejado la dirección?

-Es que si el cómico tiene trabajo, el director se quita de en medio.

-¿Ha encontrado su lugar en el mundo, como el título de la película que protagonizó?

-Eso es una búsqueda permanente. Si dices ya he llegado, corres el riesgo de que la vida te parezca demasiado aburrida. No quiero perder mi capacidad de asombro, a la vez que reclamo mi derecho a equivocarme.