-Para que se haga cargo del tipo de entrevista: ¿usted es el creador de Jorge Lorenzo o solo su padre?

-Modestamente, me merezco que se me considere el creador de Jorge como piloto. Lo he entrenado miles de horas, y he costeado con medios limitados los gastos que conllevaba su carrera deportiva.

-¿La entrevista la hacemos en catalán o en castellano?

-En mallorquín o en español, no me gusta nada hablar de catalán y de castellano.

-Ya sabe que no soporto los deportes que se practican sentados...

-Dices que te aburren, pero es ignorancia pura, porque el motociclismo es más exigente que la mayoría de los deportes, y con un componente altísimo de riesgo. La forma física de mi hijo es comparable a la de un atleta de elite, de los que ganan medallas en las Olimpiadas.

-Su hijo tuvo que sentar el culo y la cabeza antes de ganar cuatro Mundiales.

-Tuvo que evolucionar. Hay muchas personas alocadas a los 18 años y que han sentado la cabeza a los cuarenta. Las radiografías son el mejor maestro de un piloto, así como pasar por el hospital. También en la vida te enseñan los palos, aunque no salen en las radiografías.

-¿El niño se llevó alguna azotaina?

-Igual que otros. Soy duro entrenando, porque para extraer lo mejor de una persona hay que llevarla al límite y forzar las situaciones.

-Me perdonará, pero enviaba usted a su hijo a la muerte. Esto no es fútbol.

-Todas las madres envían a sus hijos a la muerte en el momento de parirlos, ¿o hay alguno que no muera? Cada día tengo presente la posibilidad de la muerte, por eso me gustaría que Jorge Lorenzo se retirara ya. Ha llegado donde quería, y ha ganado dinero.

-¿Ve usted las carreras en directo?

-Según el día, en ocasiones no soy capaz de verlas. Rezo de vez en cuando por todos los pilotos.

-¿Y si Jorge se niega a hacerle caso y sigue corriendo?

-Entonces tiene que trabajar más para arriesgar menos. Al igual que ha hecho este año, ha de conocer sus límites y no traspasarlos.

-¿Cuántas veces se saltó el código de la circulación el niño Jorge Lorenzo?

-Él no quería ir en moto cuando vivíamos en Barcelona, porque lo encontraba muy peligroso. Me obligaba a llevar el coche, aunque soy un apasionado de las motos también en ciudad. Y no se sacó el carné de motocicleta hasta el año pasado, con 25.

-¿A su hijo se le concede tanto mérito como a Nadal?

-No, en absoluto. Hubo un tiempo en que le daba vueltas a esta discriminación; ya no. A Nadal se le concede mucho mérito, y con justicia. Quizás el tenis tenga más seguimiento, pero a Jorge no se le reconoce en la misma proporción.

-¿Es más cabezota el padre o el hijo?

-Mi hijo. Con 14 años sufrió una caída con multilesiones por un plástico en la pista. Estaba en la clínica con convulsiones, sin derramar ni una lágrima. Le dije 'vamos a dejar esta mierda', pero apretó los labios y negó con la cabeza. Y con quince años llegó al Mundial.

-¿Y si el barcelonista Jorge Lorenzo decide correr para la Cataluña independiente?

-Ya tiene edad para tomar decisiones que respetaré. Se le acusó de catalanista en la polémica con Alejandro Sanz, que le culpó de no correr con la bandera española en Cataluña. Creo que Jorge tiene miedo a sacarla allí.

-¿De dónde le sale a usted la fobia catalanista?

-De que hay un genocidio cultural, porque los catalanistas quieren imponer su lengua. No tengo problemas con el mallorquín. Vivo en Selva, mi mujer es mallorquina. Como gallego, vengo a respetar una cultura que me encanta. En cambio, ellos imponen.

-¿Le recomendaría a su hijo que apareciera en una película de Torrente?

-Yo, no. Jorge me escucha a largo plazo. Siembro mis semillas en su mente, pero son plantas de crecimiento lento. Cuando acaba por hacerme caso nunca lo reconoce.

-Los médicos insisten en que la moto es una máquina asesina.

-¿Cuántos chavales se matan en un coche superdeportivo que les ha comprado su padre? Mueren ellos y cuatro amigos. La moto tiene una mala fama desproporcionada, pero recomiendo preparación.

-Para demostrar que no fue casualidad, fabrique otro Jorge Lorenzo.

-En eso estamos en la Escuela. Fabricamos veinte, para tener otros en la recámara por si nos falla alguno.