Antes muerta que sencilla. Eso es lo que debió de pensar la actriz española Anna Allen para llegar al punto de inventarse su propia vida. La catalana, que encarnó durante siete años a la novia de Toni Alcántara en la serie televisiva Cuéntame cómo pasó, proclamó en las redes sociales haber asistido a los mismísimos premios Óscar. Pero ni eso es verdad, ni que participó en la exitosa serie The Big Bang Theory, como también hizo creer a sus seguidores. Todo se sustentaba en montajes fotográficos con los que buscaba convertirse en el centro de todas las miradas. Y eso no cabe duda de que lo ha conseguido. Es trending topic nacional. Como decía el filósofo William James: el mayor sufrimiento del hombre es pasar desapercibido.

Y si no, que se lo digan al pequeño Nicolás, otro supuesto mentiroso, o a Enric Marco, el falso superviviente de los campos de concentración nazis cuya historia acaba de recrear el escritor Javier Cercas en su libro El impostor. Pero, en realidad, impostores los hay por miles. ¿O quién no ha tenido un amigo trolero? Los expertos explican que estos comportamientos están estrechamente relacionados con el valor que damos a las apariencias. "Vivimos en una sociedad en la que importa mucho la imagen que los demás tienen de nosotros. Nos gusta agradar y ser admirados", comenta Marino Pérez, catedrático en Psicología de la Universidad de Oviedo. Y a veces eso lleva a uno a inventar su mundo propio. "Crean una imagen idealizada que acaba por suplantar a la real y con la que intentan enterrar sus aspectos más miserables", apunta Pérez. Y así actúan hasta que son pillados.

Pero los expertos aseguran que hay personas que buscan precisamente eso: prefieren una fama negativa antes que ser invisibles. Y las redes sociales alimentan estas actitudes. "En Facebook o Instagram todos vendemos nuestra imagen. Y cuantos más me gusta recibamos, mejor nos sentimos. Eso nos lleva a mejorar nuestro perfil, aunque ello suponga alejarnos cada vez más de la realidad", indica Pérez.

En ese mundo ficticio juega un papel clave el autoengaño, es decir, la capacidad que tiene el ser humano para creerse sus propias mentiras. "Eso nos permite alcanzar un mayor grado de perfección y mentir con sinceridad", sostiene el psicólogo Serafín Lemos, experto en trastornos de la personalidad. A su juicio, un impostor no tiene por qué padecer una patología. "Puede que mienta para conseguir un objetivo. Hay que tener en cuenta que el engaño es una característica inherente al ser humano e incluso a otras especies. Todos mienten, amigos, políticos, publicistas... Por lo que tampoco hay que sacar las cosas de quicio", calma Lemos.

Eso sí, en estos casos, sostiene Lemos, influye mucho la personalidad de cada individuo. "Es probable que tengan algún problema personal. Se sienten acomplejados y por eso hacen todo lo posible por taparlo", dice. A Anna Allen puede que no haber llegado a pisar Hollywood, como Penélope Cruz o María Valverde, le haya pasado factura. Tanto, como para reinventarse.