-¿Cómo afronta la manifestación de las Marchas de la Dignidad, que ya no tiene ese factor sorpresa del año pasado?

-La continuidad de las marchas tiene dos objetivos: la lucha incansable por los derechos sociales, que tiene que traer consigo la recuperación de los derechos perdidos, y que el Gobierno se vaya. Las marchas son un arma que une a todas las sensibilidades desde el punto de vista progresista del Estado.

-¿Se logrará en este segundo intento?

-Estamos abriendo una grieta importante en el sistema político. Si no hay movilización social no hay cambio posible. Las marchas tienen que orientar su lucha a que la economía esté al servicio de la mayoría. La economía no es ni de los banqueros ni de los políticos, es del pueblo. La democracia no es una palabra hueca y si no tiene ni pan ni trabajo ni techo ni futuro se convierte en un circo. Darle el voto a un Gobierno no le da derecho al abuso. Tú le das tu confianza, no tu alma ni tu corazón y se lo das para que te proteja, para que lo haga bien. Si el Gobierno no hace eso, se pone al margen del pueblo, entonces, el pueblo está legitimado.

-¿Para qué?

-Para decirle que se vaya. En la política hay que tener esa confianza mutua. Y, si se pierde, se le quita el voto al poder.

-¿Cómo?

-No se puede esperar a que pasen cuatro años. Te lo quito hoy, ya, en la calle. Y te digo que te vayas, que ya no me representas. Ese tiene que ser el objetivo de las marchas.

-¿Cree que los disturbios del año pasado pueden disuadir a la gente de que se sume?

-El pacifismo y la palabra son las armas más grandes que tiene el ser humano. Tenemos que convencer a la gente con nuestros hechos, no con violencia ni con decretos. Eso no es cosa de la clase obrera, sino de la minoría dominante. Ellos son los que ejercen la violencia cuando dejan a la gente en el paro o sin casa y cuando recortan derechos. Es una violencia estructural y el pueblo no puede copiar lo que hace el poder, tiene que tener sentimientos. Que la gente venga tranquila, porque nuestro servicio de orden intentará más que nunca que no pase nada, porque sabemos qué es lo que pueden plantear para desprestigiarnos. No vamos a enfrentarnos a la policía, que no es nuestra enemiga, lo es la injusticia.

-Si no se produce la caída del Gobierno, ¿habrá que esperar a las municipales para que las Marchas puedan hacer política?

-El pueblo tiene que utilizar dos herramientas: la movilización social y el voto. Mientras no tengamos en nuestras manos el Boletín Oficial del Estado, la lucha estará coja. El BOE se ha convertido en una sable que el poder clava en el corazón del pueblo. Cada vez que se reúne el Consejo de Ministros hay que echarse a temblar.

-¿Quién es el pueblo?

-Los representantes más fieles, los más justos, los que no utilizan la política como un bien para ellos sino para servir a los demás.

-Pero de esos hay pocos.

-Hay una tendencia educativa de que la política debe servir para el privilegio del que gobierna y sus amigos. Hay que acabar con eso. Es importante que se produzcan cambios políticos en los que se vean reflejados los intereses del pueblo.

-Y si el Gobierno cae, ¿qué pasará al día siguiente?

-Que caiga y ya vendrá otra gente. El pueblo tendrá que corregir a los que vengan si se equivocan. Ahora estamos gobernados por dos grandes partidos (PP y PSOE) que se han convertido en dos empresas sin ideología y que necesitan unos votos para mantener a su clientela. Hace falta una limpieza total, porque daña el alma de lo que debe ser la política. Se pierde la credibilidad, por eso la gente quiere algo nuevo.

-Grecia votó por el cambio.

-No es malo que haya ese cambio en España, porque aquí hay dos partidos que están más caducados que un yogur en la cueva de un dinosaurio. Hace falta que la gente no los vote, que los desprecie porque nos han llevado a la bancarrota. No están legitimados para gobernar.

-¿Cómo se combaten los mensajes que identifican a los nuevos partidos como Podemos con políticas de Venezuela o Cuba?

-El sistema desvirtúa los mensajes y criminaliza, reprime... En el fondo, no quieren perder sus privilegios. Ni ellos se creen eso que dicen. Lo que quiere la gente es vivir bien, tener su cultura, su sanidad, educación para sus hijos... No hay que vincular esas reivindicaciones de decencia y de justicia a ningún territorio sino a la condición humana.

-Hay en A Coruña una plataforma, Marea Atlántica, que pretende unificar a la izquierda, ¿cree que esos nuevos partidos pueden entrar en los ayuntamientos en las municipales?

-Lo que hay que hacer es luchar para ganar. Tenemos que tener un espíritu de victoria, no personal sino del pueblo. La unidad es imprescindible, es la única arma que tiene la sociedad para hacerse valer y para defender sus intereses. Muchas veces la izquierda se divide por los puntos y las comas. Tenemos que ser más prácticos y menos teóricos. ¿Estamos en contra del paro? Sí. ¿De los desahucios? Sí. ¿De que los bancos se lleven el dinero? Sí. Pues todos los que estemos de acuerdo nos ponemos a caminar. No hace falta escribir la Biblia ni hacer un mundo perfecto, porque no existe. Lo importante es que podamos unirnos para luchar por lo que tenemos en común dejando a un lado lo que nos separa.