Juan Ferreiro Galguera es catedrático en la facultad de derecho de la UDC, y hasta 2010 fue subdirector general de Coordinación y Promoción de la Libertad Religiosa en el Ministerio de Justicia, un puesto en el que servía de interlocutor entre el Gobierno y la comunidad islámica. Hoy imparte una conferencia divulgativa sobre el último Premio Nobel de la Paz a las 19.00 horas en el espacio de intervención cultural Normal.

-El galardón se le concedió de forma conjunta al sindicato tunecino UGTT, a la patronal Utica, a la asociación de abogados del país y a la Liga Tunecina de Derechos Humanos, por facilitar la transición democrática después de que este sufriera una primavera árabe que llevó a la caída del dictador Ben Ali.

-En 2013, cuando empezaron a actuar estas entidades, en Túnez había paralelismos con Egipto. Los dos países tenían gobiernos islamistas, el de Túnez gobernando en coalición con otros dos partidos. En Egipto la gente se manifestó por los problemas que tenía el país, y los generales se pusieron del lado de los manifestantes y le dieron un ultimátum al Gobierno para que dimitiera. Este no lo hizo, el Ejército tomó el poder, y fue una masacre. En agosto de 2013 murieron mil personas ejerciendo su derecho de manifestación. Túnez tenía también una crisis económica, y ese mismo año habían matado a dos políticos de la izquierda, seguramente por el yihadismo, pero se le echaba la culpa al Gobierno. El segundo asesinado coincidió con el golpe de Estado egipcio. En Túnez surgió el miedo a que el Ejército se levantara, aunque en este país no tiene la dinámica golpista que tiene en Egipto.

-Entonces empiezan a actuar estos cuatro organismos.

-La Asamblea constituyente, que estaba negociando la Constitución, iba con casi dos años de retraso para aprobarla con respecto al plazo que se habían fijado. A esto había que sumar el problema económico y el problema de la violencia en el país. Entonces emerge la sociedad civil, en este caso la UGTT, un sindicato que ya estaba en la época de Burguiba [dirigente de Túnez entre 1957 y 1987], de Ben Ali, donde era el único contrapoder, pues los partidos de la oposición estaban domados.

-¿En qué parte del espectro político se sitúa este sindicato?

-UGTT es un sindicato de izquierdas, aunque algunas centrales estaban domadas por el régimen de Ben Ali. También había diferencias entre as de la capital y el sur, donde estalló la revolución de la Primavera Árabe y revueltas anteriores.

-¿Con quién sea alía UGTT?

-UGTT se une a tres asociaciones que gozaban de mucho prestigio: la Liga Tunecina de Derechos Humanos, los abogados y la patronal, Utica. Intentaron desbloquear el bloqueo político en la asamblea constituyente. Crearon una hoja de ruta para acabar la Constitución y reclamaron que el Gobierno dimitiera, para ser sustituido por un Ejecutivo de tecnócratas con la tarea de convocar unas nuevas elecciones legislativas y presidenciales. Pero Ennahda [Renacimiento], el partido islamista, había ganado las elecciones. Hubo conversaciones en París y Ennahda asumió el sacrificio de dimitir, algo a premiar. Estas asociaciones hicieron de mediadores con los políticos tanto en la Asamblea constituyente como a la hora de debatir una fecha para las elecciones, y lograron hacer aprobar la Constitución en un mes. En un mes, lo que no se había hecho en dos años.

-¿Qué bloqueaba la redacción y aprobación de la Constitución?

-Había dos problemas con ella. Uno, la confesionalidad del Estado. Túnez es confesional, como todos los países del entorno, pero los islamistas querían que la sharia [ley islámica] fuera fuente de derecho, mientras que los laicos se oponían. Finalmente Ennahda cedió. El segundo tenía que ver con la mujer. En Túnez, desde Burguiba, se había aprobado un estatuto de lo más liberal sobre la mujer, y por ejemplo prohibía la poligamia. El artículo propuesto por Ennahda para la Constitución decía que el hombre y la mujer era complementarios, tampoco era una gran desigualdad. Pero los partidos laicos no querían plasmar categóricamente que hombre y mujer son iguales ante la ley.

-¿Y cedieron los islamistas?

-Exactamente, y ahora está reconocida. Es la única Constitución del entorno que proclama igualdad con tanta claridad, sin ambages.

-¿Cuáles eran los problemas fuera de la Constitución?

-El otro escollo es que para desbloquear es necesario que dimita el Gobierno y nombremos por consenso un presidente de Gobierno tecnócrata, que no esté afiliado a ningún partido, para que proponga una ley electoral y una fecha para las elecciones. Eso fue como un reloj; y propusieron una ley electoral menos radical que la anterior.

-¿En qué sentido?

-En que la que se estaba cocinando se prohibía a los altos cargos del régimen de Ben Ali ser candidatos. Se permitió excepto en casos como los de responsabilidades criminales, pero el actual presidente de Gobierno fue ministro con Ben Ali. El tercer escollo era la violencia.

-¿Cuáles son las lecciones?

-Lo de Túnez no se debió a un Gobierno extranjero, ni a los partidos políticos, sino la sociedad civil, que, primero, salió a la calle, y, segundo, se organizó. Veo algo para aprender y una similitud con lo que pasó en España. La sociedad civil es fuerte cuando sale a la calle, como en el 15-M. Pero hay un segundo paso, que es que se organice. En Túnez hay una tradición muy arraigada de asociacionismo, que creo que falta en la sociedad española. Otra lección: hay mucha gente que decía que el islam político no va a aceptar la democracia. En Túnez no solo la aceptó y participó; sino que perdió las siguientes elecciones y ahí está, en la oposición. La lección es no identificar islam político con terrorismo. Y , si un Gobierno vulnera los derechos fundamentales o comete un golpe de Estado, y me refiero al de Egipto, que truncó la primavera árabe, no se puede no mencionarlo. Ningún país de la Unión Europea ni Estados Unidos mencionó el término "golpe de Estado".

-¿Cuál es el futuro?

-Túnez mantiene un problema económico y sobre todo de violencia. A pesar de eso, la violencia también la sufrimos en España durante los años de plomo de la Transición, y con la unidad se puede superar. Mucha gente hablaba de que la Primavera Árabe está muerta, y Túnez es una encarnación de un proceso democrático que surgió de la pura debilidad, con la inmolación de un vendedor de frutas, y que está tomando cuerpo.