Eclipsadas por ser mujeres y por el nombre de su padre, las hermanas Álvarez de Sotomayor pasaron inadvertidas y, sin embargo, ellas también tomaron los pinceles: Pilar, María del Carmen, Rosario y María Josefa fueron consumadas pintoras y expusieron en público con éxito su obra.

Crecieron rodeadas de las escenas gallegas que pintaba su padre, Fernando Álvarez de Sotomayor (Ferrol, 1875-Madrid, 1960), de mujeres rubias con rojas mejillas y pañuelos de vivos colores, y viéndolo en el estudio ante el caballete. Fueron, además, visitantes privilegiadas del Museo del Prado, que su padre dirigió desde 1922 hasta su muerte, salvo el paréntesis de la República y la Guerra Civil.

En ese caldo de cultivo vivieron las hermanas Sotomayor. "Todavía recuerdo cómo pintaba mi padre, lo hacía cantando y a una velocidad de vértigo; yo no he vuelto a ver a nadie pintar de esa manera, con esa rapidez. Pintaba todos los días del año, hasta el final, y lo hacía en su casa, delante de todo el mundo. Hasta la reina Victoria Eugenia vino a posar a nuestra casa", rememoraba en una ocasión su hijo José -Toté-, diplomático de carrera.

"Yo no sé pintar. Nunca nos dejó a los chicos. Decía que pintar era cosa de mujeres y que él era una excepción. Pero algo de su genio artístico sí me quedó. A mí me dio por la arquitectura y, aunque no soy arquitecto, me he construido cuatro casas yo solo", relataba entonces.

A Carmen, Pilar, Rosario y María Josefa, en cambio, sí les dio por la pintura. Y gracias a que "era cosa de mujeres", recibieron formación artística, pero no de su padre, que decía que no sabía enseñar.

"Mi padre no sabía enseñar, pintaba delante de nosotros y así aprendíamos", contaba Rosario en 2001, en A Coruña, con motivo de una retrospectiva de su obra, y hacía toda una declaración de principios: "Pintaré hasta el día en que me muera, como mi padre, que el día que falleció había estado pintando".

Pilar (A Coruña, 1908-Valencia, 1993) expuso una obra por primera vez en 1927 en el escaparate de la tienda de Muebles Tizón, en la calle Real. Estudió durante unos años en París y, de regreso a A Coruña, participó en 1934 en la creación de la Asociación de Artistas, una iniciativa impulsada por su padre. Allí expuso ese año en una muestra de mujeres artistas, en la que también participaron sus hermanas Pilar y Rosario. Las tres pintoras volvieron a coincidir en 1960, al cumplirse el XXV aniversario de la sala, que se conmemoró con una exposición similar.

La familia, que entre 1908 y 1915 había vivido en Santiago de Chile, donde el monárquico Sotomayor dio clases y dirigió la Escuela de Bellas Artes, abandonó de nuevo España con la llegada de la República y se trasladó a Inglaterra. De viaje, a su paso por Lisboa, tuvieron oportunidad de exponer el padre con dos de sus hijas, Pilar y María del Carmen.

Pilar ingresó en la orden religiosa de las Adoratrices, y siguió pintando cuadros para los conventos de la congregación. Su nombre quedó en el ostracismo hasta que una exposición, en 2010, en Valladolid, Creadoras olvidadas, reivindicó su obra, y la de otras 23 artistas condenadas al silencio.

La primera muestra de Rosario (A Coruña, 1921) fue en la mencionada exposición de la Asociación de Artistas, en 1960, donde también se estrenó María Josefa, la vocación más tardía de las hermanas Sotomayor. Rosario dirigió una galería de arte en Madrid y tuvo ocasión de exponer su obra en Pontevedra, Pamplona y Londres. Es autora del retrato de su padre que cuelga en la galería de retratos de alcaldes del Ayuntamiento de A Coruña,

María del Carmen, nacida en Chile en 1910, expuso en una individual en 1944 en los salones Macarrón de Madrid, donde mostró 17 obras, de los que la crítica destacó un Estudio de mujer y Lección de música.

En 1936, contrajo matrimonio con Maximino Rodríguez Feijóo Borrell. Max Borrell -así lo llamaban-, coruñés, era amigo de Francisco Franco y solía acompañarle a pescar atunes en el yate Azor y también en la pesca de salmones en los ríos de Galicia y de Asturias.

Max Borrell, hermano de Herminia Borrell, famosa por su belleza y su legendaria vida -se casó con Gulbenkian, el hijo del magnate armenio del petróleo- fue quien inició a Franco en la pesca cuando era gobernador civil de A Coruña y Franco veraneaba en el pazo de Meirás. Lo llevó en un bote de pescar y vio su entusiasmo: al día siguiente Franco le llamó para repetir: "Yo le diré a Carmen que nos prepare unas tortillas y unos filetes: así podremos estar más tiempo en la mar". De ese modo nació la afición del Caudillo al anzuelo.'

Los veraneos familiares en Sergude, que dieron los cuadro más etnográficos y coloristas de Fernando Sotomayor -Boda en Bergantiños o Procesión en Malpica- propiciaron el desarrollo artístico de sus hijas. La casa, hoy de sus descendientes, conserva el estudio tal como él lo dejó: un cuadro inacabado en el caballete, los pinceles y la mesa que usaba de paleta. Ese era el ambiente en el que crecieron las pintoras Sotomayor. Ese, y el de las visitas de los retratados que acudían al estudio de Madrid a posar. Porque Sotomayor fue también el gran retratista de la alta sociedad.