Hay que decir, antes de nada, que en estas elecciones primarias para designar el candidato del PSOE a la presidencia de la Xunta se han presentado dos buenos candidatos y, sobre todo, dos candidatos limpios, lo que no es fácil en el tan traqueteado PSOE gallego. Quizá no se pueda decir lo mismo de todos los conspicuos barones o baronesas que los han apoyado públicamente. José Luis Méndez Romeu es un muy disciplinado y leal militante socialista, discreto, prudente y avezado en la gestión pública donde obtuvo muy buenos resultados, sobre todo si consideramos su trabajo en la Concejalía de Educación y Cultura en la era (porque aquello fue toda una era) de Paco Vázquez. Sus avales fueron los viejos y envejecidos cuadros del partido, más que otra cosa, nostálgicos de sus buenos tiempos. Xoaquín Fernández Leiceaga, economista brillante y también excelente gestor en lo público, ha protagonizado una muy coherente y honesta trayectoria política galleguista y socialdemócrata que lo ha llevado a estar un tiempo en la primera línea política del país. Sus avales fueron los socialistas más conscientes de la necesidad de un cambio regenerador en el partido pero que, al mismo tiempo, temen que este cambio sea demasiado radical, como efectivamente proponen las magras generaciones más jóvenes de esta formación. Digamos que Leiceaga supone el cambio posible con los mimbres que en el partido quedan. Cambio muy parcial, por otra parte, pues queda pendiente superar la etapa de la gestora y dotarse de una nueva dirección, lo que se debiera hacer pronto; antes de las autonómicas. Si este cambio se produjera hace unos años, otro gallo cantaría al tan deteriorado PSdeG. Con lo que cabe concluir que el cambio que Leiceaga representa llega tarde y, por tardío, va a resultar muy tenue e insuficiente para resituar a los socialistas en primer plano, pero Leiceaga puede ayudar o, al menos, no impedir la profunda regeneración que su partido necesita como el pan para la boca, aunque sea cruce del desierto mediante y facilitando el desalojo de la derecha con las naturales alianzas a su izquierda. En este caso, y solo a medio o largo plazo, la dicha sería buena a pesar de ser tan tarde, demasiado tarde.