Tuvo que ser un alemán quien descubriera los tesoros de Galicia y elaborase el primer mapa minero de la región. Wilheim Schulz Schweuzer (1805-1877), oriundo de una aldea prusiana, llegó a España en 1826 contratado por una compañía angloespañola para estudiar las posibilidades mineras de la Alpujarra. Seis años después, el director general de Minas, Fausto de Elhuyar, le encargó levantar el Mapa Petrográfico de Galicia -dentro de la Descripción Geognóstica del Reino de Galicia- a fin de procurar una explotación más racional de las minas.

Lo hizo en un tiempo récord y fue el primer trabajo para el Estado español de este ingeniero alemán, que pronto se convirtió en Guillermo Schulz. Una estatua a la entrada de la Escuela de Minas, de Madrid, de la que fue director, recuerda a este pionero de la Geología, defensor, sin éxito en vida, de que la minería fuese una fuente de riqueza y desarrollo de la depauperado España del siglo XIX, y llegó para ello a proponer elevados impuestos a la exportación.

El esfuerzo que supuso para Schulz el levantamiento del mapa petrográfico de Galicia fue notable, a tenor del relato pormenorizado de sus cuadernos de campo, en los cuales salta a la vista su fina capacidad de observación.

No sólo no se priva de criticar el carácter de los gallegos si no que describe albergues, posadas y refugios en lo que puede considerarse como una primera guía de turismo rural de Galicia, donde Schulz despliega con humor comentarios sobre los precios y la higiene del establecimiento, el trato y carácter del posadero, e incluso si hay parásitos y cómo se recibe a las caballerías.

Llevó a cabo en dos etapas el mapa petrográfico, que requirió previamente un intenso trabajo, el levantamiento topográfico con brújula y nivel a escala 1.400.000: de 1832 a 1834 elaboró la cartografía geológica (el Mapa Petrográfico) -la primera de España- y en 1835, la Descripción Geognóstica del Reino de Galicia, donde señala importantes yacimientos minerales de oro, wolframio, estaño o lignito, que no serían explotados hasta mucho más tarde, pese a la insistencia de Schulz en considerarlo una fuente de riqueza económica.

Schulz, que en 1830 había sido nombrado Comisario de Minas, fijó su residencia en Ribadeo. En 1833 fue ascendido a Inspector de Distrito en Galicia y Asturias. En Oviedo, donde vivió hasta 1844, se volcó en promover el desarrollo de las comarcas rurales asturianas, sus caminos y sus estafetas de correos. Fruto de trabajo de esos años fueron un estudio sobre la minería de hierro de Vizcaya, la Descripción geológica de la provincia de Oviedo y el Atlas Topográfico y Geológico, Vistazo geológico de Cantabria (1845) y el Mapa carbonífero de España y Portugal.

En 1853, Schulz fue destinado a Madrid como inspector general de minas y nombrado director la Junta Facultativa de Minas, la Escuela de Minas y la comisión encargada de elaborar la Carta Geológica de España, de la cual dimitió por no poder hacerse cargo. Fue también uno de los autores de la Ley de Minas de 1859 y artífice de la mejora de los planes de estudios. Metódico, como buen alemán, impulsó la estadística minera y la reina Isabel II lo condecoró en reconocimiento a su carrera.

En 1861, tras 35 años de servicio ininterrumpido al Estado, pidió la jubilación. Se retiró a vivir a Aranjuez, donde murió soltero y escaso de recursos Schulz, quien podía haberse enriquecido explotando cualquiera de los tesoros que encontró la lo largo de su austera y metódica vida. El epitafio, costeado por sus compañeros, dice: "Era incansable en procurar el bien público, servir a sus amigos y socorrer a los necesitados. Murió pobre pero sin deudas".