Estaba en el momento adecuado en el sitio oportuno. María Cardarelly tuvo la fortuna de retratar en Santiago a una joven escritora de 26 años llamada a convertirse en el gran símbolo de Galicia: Rosalía de Castro, una de las mayores figuras del Rexurdimento y precursora de la poesía española moderna. Solo por eso, María Cardarelly entró a formar parte de la historia, donde figura como la fotógrafa de uno de los retratos más conocidos de la autora de Cantares gallegos, la primera gran obra de la literatura gallega contemporánea.

Fue la primera mujer en tener estudio fotográfico propio en Galicia, cuando era un oficio de hombres y lo más lejos que podía llegar era colaborar con el padre o el marido. Lo raro de María Cardarelly es que no aprendió el oficio en casa, por lo que se desconoce quién pudo iniciarla, quizá algún pariente.

En 1864, cuando solo tenía 19 años, montó el negocio en el domicilio familiar, en la calle del Hórreo, en Santiago de Compostela, donde empezó a trabajar como profesional de la fotografía de estudio, una dedicación que apenas pudo mantener durante tres años.

Nacida en Zaragoza en 1845, María Cardarelly Bousquet llegó a Santiago en 1854, a la edad de nueve años, con sus padres, una pareja de tintoreros de origen francés, Agustín y Mariana, que se establecieron en la mencionada calle del Hórreo. No parece que hubieran tenido éxito en la empresa y a los tres años se marcharon a Ferrol. Con el cambio de ciudad, en 1866, María abandonó la fotografía y no la retomaría nunca más.

"Su paso por el mundo de la fotografía fue muy breve. No llegó a estar activa más que tres años" y "el tiempo tampoco fue benigno con su obra, ya que hoy en día solo se conocen tres retratos fotográficos de su autoría", escribe el historiador de la fotografía Carlos Castelao, que prepara un libro sobre los pioneros de la fotografía gallega y los estudios fotográficos en la Compostela del siglo XIX.

"Sin embargo, dos de estas fotos son de una gran trascendencia histórica, puesto que retrataron a la mayor figura literaria de la Galicia del siglo XIX", señala Castelao, que destaca la temprana vocación, emprendida en solitario, y se pregunta quién pudo formarla como fotógrafa. "Las últimas investigaciones señalan a unos familiares paternos que justo en la misma época se establecieron también como fotógrafos en París", y que pudieron animarla a ejercer el oficio. "Sea como fuere", subraya Castelao, "se adelantó mucho a la siguiente fotógrafa de Galicia, la mindoniense Antonia Santos, que se estableció alrededor de 1872", como acredita Fernanda Padín. Rosalía debió visitar el estudio de Cardarelly hacia 1865 y al menos le tomó dos fotos en la sesión, ya que en ambas aparece con la misma vestimenta e idéntico peinado: una capa oscura de tafetán de seda y el pelo recogido en un moño bajo.

La primera de estas fotos es una carte de visite, muy de la época, del fondo de la Real Academia Galega. Es una de las imágenes más difundidas. En ella, la escritora mira de frente "con cierta melancolía e inocencia" y "transmite una serenidad", aprecia el fotohistoriador.

De la segunda fotografía no se tuvo noticia hasta hace tres años, cuando, con motivo del 150 aniversario de la publicación de Cantares gallegos, apareció un ejemplar inédito del libro, con unos versos manuscritos y la foto de la autora pegada en una de las páginas. El libro estaba en manos privadas y hoy se guarda en la Casa da Matanza, en Padrón, sede de la fundación que conserva su legado.

Las dos fotos tienen el fondo vacío, aunque en esta Rosalía lleva pendientes y está tomada de perfil. También su gesto es otro, "más lacónico, con una mirada más desconfiada", según Castelao.

"En ambas fotografías, María retrata a Rosalía con asombrosa dignidad", señala el fotohistoriador: "Casi podría calificarse de retrato psicológico". Y recuerda que estas fotos son de torso y no de cuerpo entero, que eran las que mayor demanda tenían, pues permitían dar cuenta de la posición social a través de la ropa: "En este caso, de Rosalía interesa el gesto, no la puesta en escena. Reflejan o bien determinación o bien ensoñación, pero en ambos casos también delicadeza física y espiritual".

Así quedó inmortalizada la escritora por Cardarelly que, trasladada la familia a Ferrol, no tuvo oportunidad de volver a coger una cámara y los infortunios se sucedieron. Al poco de llegar, murió su padre y la familia quedó en una precaria situación económica. María se casó con el pintor madrileño Juan Velaso, con el que tuvo a su única hija. Los dos fallecerían pronto. Se volvió a casar con un militar que perdería la vida en Filipinas, así que, viuda por segunda vez, se fue con su madre a una pensión. En 1910 optó por irse a vivir a Madrid. Tenía 65 años. No volvió a Galicia. Ni a hacer fotos. Pero está en la historia de la fotografía gallega.