La realidad es una mina para la literatura y si no lean a Emilia Pardo Bazán, que en 1915 escribe en su prólogo a Cuentos de amor: "Llamamos inverosímil a lo inusitado; pero no hay acaecimiento extraño, monstruoso, espeluznante y peregrino que no conozcamos por la realidad. Lo saben los de mi profesión: nunca se puede incorporar a la literatura toda la verdad observada, so pena de ser tildado de extravagante, de escritor descabellado y de bárbaro sin gusto ni delicadeza; y sin embargo, las mayores osadías y crudezas de la pluma, aunque sea de hierro y la mojemos en ácido sulfúrico, son blandenguerías para lo que escribe en caracteres de fuego la realidad tremenda".

El crimen y el secreto pueblan los cuentos de Emilia Pardo Bazán, que se nutrió de sucesos de la vida cotidiana para escribir la mayoría de ellos. Pero hasta qué punto su literatura y su feminismo precursor están influidos por un sangriento hecho familiar ocurrido tres años antes de su nacimiento -aunque probablemente no llegara a conocerlo- es algo que los especialistas algún día tendrán que dilucidar.

La abuela paterna de doña Emilia (A Coruña, 1851-Madrid, 1921), Joaquina Mosquera Ribera, fue asesinada por su segundo marido, un militar de poca monta llamado Juan Rey Perfumo que, tras asestarle varios tajos con una navaja barbera, se suicidó.

Fue en Betanzos, el 4 de mayo de 1848, y una densa bruma se hizo sobre el suceso, que apenas ocupó unas líneas en la prensa madrileña y en la gallega ni apareció. El gran secreto de la familia se mantuvo durante siglo y medio, hasta que en 2013, el equipo de investigación de La Tribuna, la revista de estudios de la Casa Museo de Emilia Pardo Bazán, lo sacó a la luz.

Los mismos investigadores vuelven sobre el asunto en el último número de la revista, con nuevos documentos que aportan pormenores de aquel suceso, que tiñó de sangre la familia de la autora de Los pazos de Ulloa.

Se trata de cartas y otros escritos que proceden del archivo particular de Carlos Odriozola Rico-Avello, el único investigador que ha mencionado el drama: un trabajo genealógico sobre los Bermúdez de Castro, publicado en los Anales de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía (2004-2005), de difusión muy restringida.

Entre la documentación de Odriozola, a la que tuvo acceso La Tribuna, figura un informe de José Bermúdez de Castro, tutor de José Pardo Bazán Mosquera, hijo del primer matrimonio de Joaquina y menor de edad cuando ésta murió, Incidencias sobre el fallecimiento de mi cuñada y su marido, además de cartas, recibos, certificados y cuentas fechadas de 1847 a 1849.

Es preciso recordar que, tras enviudar, Joaquina se unió a Rey Perfumo y tuvieron una hija, Adelaida (1847). La pareja evitó casarse para no perder ella la administración de las cuantiosas rentas de la herencia de su primogénito. Temiendo que su hija se quedara sin herencia si moría pronto (por ser hija natural), hizo una serie de movimientos patrimoniales para favorecerla.

Como consecuencia de esos tejemanejes, su hijo, José Pardo Bazán, le retiró la administración de sus bienes y la puso en manos de su tío, José Bermúdez de Castro, lo cual llevó a Joaquina a pleitear contra su hijo. Al no salirse con la suya, se casó en 1847 con Juan Rey.

Con el fin de poner tierra por medio, el flamante matrimonio y su hija se fueron a vivir a Betanzos. Siete meses después, él la degolló y unas horas más tarde, se suicidó. Dejó una nota: acusaba a su mujer de urdir un plan para matar a Luis Guergué -administrador de las rentas de Miguel Pardo Bazán, su primer marido- por influir en su hijo.

Ahora, una carta de José Pardo Bazán -que se convertiría en el padre de la escritora tras casarse con Amalia de la Rúa- a su tío y tutor, José Bermúdez de Castro, aporta datos de importancia, como cuando alude a "la mala fe con que obran" su madre y su marido, y a su derecho moral "a pagar en la misma moneda".

Considera, incluso, la posibilidad de casarse para administrar él mismo sus bienes pues, aunque la boda ponía fin al pleito, temía que su hermanastra, ahora legitimada, pudiese heredar sus bienes si su madre moría de forma prematura.

Otras cartas, remitidas a José Bermúdez de Castro en mayo de 1948 por familiares que se ocuparon de tramitar en Betanzos todo lo relativo al entierro de la pareja y la disposición de bienes de la casa, revelan la negativa del cura de la iglesia de Santiago de Betanzos , parroquia a la que pertenecía el matrimonio, a enterrar en sagrado al suicida Juan Rey Perfumo. Finalmente, después de un intenso tira y afloja, de la intervención del auditor militar y de la Guardia Civil, la pareja recibió sepultura.

En otro documento, que probablemente formase parte de las diligencias abiertas para esclarecer el asesinato, Bermúdez de Castro describe a Juan Rey como una persona de "carácter violento y demasiado susceptible, altivo y orgulloso en extremo, especialmente tratándose de lo que equivocadamente llama su honor"; niega la supuesta conspiración contra Guergué -en la que él mismo estaría implicado, y que nunca se probó- y afirma que el escrito del suicida al respecto sólo puede ser "producto de una enajenación mental".