Por gajes del oficio, a la gallega Dili Portela la posibilidad de vivir un sobresalto del calibre del sufrido ayer en la capital inglesa se le pasó por la cabeza en más de una ocasión. Durante 16 años su puesto de hansard processing assistant en el Parlamento británico, donde se encargaba tanto de registrar el diario de sesiones como de redactar el homólogo inglés del Boletín Oficial del Estado, la mantuvieron sometida en más de una ocasión a la disciplina del lock out. Decretado por el presidente de la Cámara de los Comunes ante cualquier incidente sospechoso, provoca que todas las puertas del edificio se bloqueen y nadie pueda moverse entre sus umbrales. "Allí siempre estamos en estado de permanente alerta. Es lo normal", explica Portela.

El susto de ayer, sin embargo, se lo amortiguó la jubilación y la intermediación de un mensaje en el teléfono: "Me preguntaron si estaba bien e imaginé al momento que había pasado algo en Westminster".

De regreso de Oxford Street, donde percibió que la rodeaba "un silencio especial", Portela amplió el titular frente a la pantalla más allá de la tranquilidad de saber que a ninguno de sus conocidos en la Cámara de los Comunes le había pasado nada.

Aunque en el frenético Londres cualquier cosa pasa todo el tiempo. Así que, a veces, con la mirada frente a la pantalla de un teléfono se puede tener más perspectiva que alzándola al cielo. Tal y como le sucedió al periodista de Vigo Jesús López, quien una hora después de haber caminado por el Puente de Westminster se enteró gracias a Twitter de lo que había sucedido tras sus pasos: "Enseguida empezaron a sonar sirenas por todas partes, había helicópteros sobrevolando la zona y el tráfico se volvió un auténtico caos. Traté de acercarme, porque es un trayecto que me queda camino de casa, pero desistí pronto porque estaba todo acordonado".

Mientras, al otro lado del Támesis, en las oficinas del Llodys's Bank de la City londinense, la canguesa Sara García continuaba con normalidad su jornada laboral: "A pesar de que en la zona financiera mucha gente salió antes del trabajo, nosotros no. Por lo que se decía en las noticias, en aquel momento solo parecía un hecho aislado".

Fue al salir a la calle cuando notó la preocupación colectiva en los ceños fruncidos de quienes se cruzaba: "Aunque los londinenes no destacan precisamente por su expresividad y aquí el día a día es siempre muy movido, la gente estaba más inquieta de lo normal. Se respiraba una atmósfera de miedo".

Ya en el subterráneo, después de dudar sobre la conveniencia de su uso, la incertidumbre sintió el contagió y se le transformó en una cierta sensación de inseguridad. En la District Line, que pasa bajo el Parlamento, "era hora punta y los vagones iban más vacíos de lo normal", relata García. "Todo el mundo estaba pendiente de su teléfono. Al pasar por Westminster hubo un silencio sepulcral aunque por megafonía solo anunciaron que se había producido un 'incidente' y que lo estaban investigando".