Humberto Fouz era en 1973 un arquetipo de gallego emprendedor que se pone el mundo por montera. A sus 29 años, tras una juventud inquieta en la que se buscó la vida por varios países, el joven coruñés hablaba perfectamente inglés y francés y se defendía en italiano, alemán y ruso. Su inusual dominio de idiomas en la aislada España de los 70 le había procurado un prometedor puesto en una compañía de transportes internacionales en Irún. Al año de llegar al País Vasco, donde ya residían otros familiares suyos y ante las grandes oportunidades que se abrían con el comienzo del deshielo franquista y la tímida apertura a Europa, Humberto consiguió atraer también a Irún a sus amigos coruñeses Fernando Quiroga, que pronto encontró trabajo como agente de aduanas, y Jorge García que, recién llegado, buscaba un buen empleo.

El sábado 24 de marzo de 1973, los tres jóvenes cogieron el Austin blanco de Humberto, con matrícula coruñesa, y cruzaron la frontera francesa para ver en San Juan de Luz la entonces celebérrima película El último tango en París, censurada en España por su erotismo. Humberto llamó antes de salir a su novia Ana para hacer planes para el día siguiente, pero jamás regresó, al igual que sus dos desafortunados amigos. Aquel inocente viaje se convertiría en una de las páginas más siniestras de la historia de ETA, el crimen más oscuro que la banda terrorista jamás tuvo el valor de asumir.

Los jóvenes no volvieron ese sábado a dormir. Ni tampoco el domingo. El lunes, al comprobar el cuñado de Humberto que también faltaba al trabajo, las familias se movilizaron y comenzaron a rastrear los acantilados de la carretera de Hendaya a San Juan de Luz, ante el temor de que se hubieran despeñado. Pasaron los meses sin que apareciese el menor rastro de los jóvenes, como si se los hubiese tragado la tierra.

Apenas unos días antes de su desaparición, los tres jóvenes habían estado en A Coruña en la petición de mano de Jorge García.

A finales de 1973, una información de fuentes policiales, se supone que recogida en círculos de confidentes del sur de Francia y publicada en ABC, vinculaba por primera vez la desaparición de los jóvenes con ETA y daba nombres de varios etarras.

De izquierda a derecha: Fernando Quiroga, Jorge García y Humberto Fouz | La Opinión.

Los trágicos hechos que acabaron con la tortura y el asesinato de los tres jóvenes coruñeses, cuyos cuerpos no han aparecido hasta el día de hoy, pudieron ser laboriosamente reconstruidos tras 40 años de arduas investigaciones que tropezaron primero con la desidia franquista y después con una inacabable serie de obstáculos políticos en la democracia. La verdad fue abriéndose paso con los años a cuentagotas.

A la salida de la película, los infortunados coruñeses decidieron tomar una copa en La Licorne, una discoteca de San Juan de Luz, que era entonces el epicentro del santuario etarra en el sur de Francia, donde la banda terrorista actuaba con total impunidad. Querían brindar por la próxima boda de Jorge García, que tenía previsto casarse un mes después. Para su desgracia, allí se encontraban aquella noche algunos de los dirigentes etarras más violentos, entre ellos el jefe militar Tomás Pérez Revilla, alias Hueso, escoltado por los comandos Manuel Murúa Alberdi El casero, Ceferino Arévalo Imaz El ruso, y Jesús de la Fuente Iruretagoyena Basacarte.

Al ver en el aparcamiento un coche con matrícula de A Coruña „entre las fuerzas de seguridad destinadas entonces en el País Vasco se contaba un número importante de gallegos„ y ver en el local a tres jóvenes elegantemente trajeados, los etarras confundieron a los coruñeses con policías franquistas de paisano. Los pistoleros redujeron a los tres amigos tras un forcejeo en el que al parecer Humberto fue herido de gravedad de un botellazo y los metieron a la fuerza en un coche. Pese a que el establecimiento se encontraba abarrotado, ni clientes ni camareros oyeron o vieron nada. Se había impuesto la ley del silencio.

Los jóvenes secuestrados fueron llevados a una granja cercana que la banda usaba como centro de adiestramiento, conocida como La Sarre, que había pertenecido a Telesforo Monzón, histórico dirigente del PNV y fundador de Herri Batasuna. Allí fueron salvajemente torturados durante toda una noche con la intención de arrancarles la imposible confesión de que eran agentes camuflados.

Cuando los etarras se convencieron de su error, ya era demasiado tarde para dar marcha atrás. ETA gozaba en aquellos años de cierta simpatía entre la oposición española a la dictadura y una acción como esta, el secuestro y la tortura de tres trabajadores, podría erosionarla. "No podían soltarlos después de lo que les hicieron. En ese tiempo los integrantes de ETA tenían una aureola de luchadores por la libertad que se vendría abajo si se sabía que habían torturado a tres simples trabajadores", señala Coral Rodríguez Fouz, sobrina de Humberto y ex senadora socialista en el País Vasco, que lleva casi dos décadas intentando que se esclarezca el crimen y que ETA revele dónde están los cuerpos de los tres jóvenes. La solución fue deshacerse de ellos. Los mataron y ocultaron sus cadáveres.

Pertur, dirigente de ETA político-militar supuestamente secuestrado y asesinado por la rama militar en Francia en 1976. El arrepentido Soares Gamboa, exjefe del Comando Madrid, con una víctima de ETA y el agente infiltrado Mikel Lejarza ‘Lobo’. Portada del libro de Soares Gamboa. | La Opinión

Para ETA, esto jamás ocurrió. Durante años negó la autoría de este crimen. Pero con el paso del tiempo, su negativa fue agrietándose. Mikel Lejarza Lobo, el agente del Cesid infiltrado en ETA, declaró que el dirigente etarra José Manuel Pagoaga Peixoto, le reveló en 1974 "la historia de los tres gallegos, alardeando de que los torturaron y mataron porque eran policías y que les habían llegado a meter un destornillador en los ojos".

Otro destacado dirigente, Soares Gamboa, miembro del violento comando Madrid, escribiría años después en sus memorias que "el caso de los gallegos es una de las grandes cuentas pendientes" de la banda.

José Sáinz, exdelegado del Ministerio de Interior en el País Vasco, cita textualmente en un libro una carta escrita por Ceferino Arévalo, El ruso, uno de los presuntos autores de la muerte de los jóvenes coruñeses, quien comenta en la misiva a su novia las informaciones que responsabilizaban a ETA del crimen. "Lo de matar a estos chicos es mentira, pero de darles una paliza, sí".

A medida que se afianzaba la hipótesis de ETA como autora del crimen, disminuía el interés de las autoridades francesas por esclarecerlo. Francia procuraba entonces no irritar a la amplia colonia terrorista que se refugiaba en su territorio a cambio de que no actuasen violentamente en el País Vasco francés. El desinterés por la investigación llegó al punto de que el coche de Humberto Fouz estuvo circulando impunemente durante meses por el sur de Francia con una matrícula falsa de Zaragoza. La Policía francesa rastreó la zona y poco más. Ni un interrogatorio a los terroristas, que disfrutaban entonces de impunidad cuando los rumores sobre la posible autoría de ETA tomaban cuerpo de sospecha y, después, de noticia confirmada.

Tampoco se hizo mucho en España. Las pesquisas se limitaron a interrogar, en 1974 al pistolero Jesús María Zabarte Arregui. Este etarra, quien tras ser amnistiado, participaría en una treintena de asesinatos, declaró entonces que le había preguntado a Pérez Revilla por los jóvenes gallegos y que el dirigente le había respondido que "cuánto menos supiera, mejor".

Dirigentes de ETA durante la declaración unilateral de armisticio en 2011 que abrió el actual proceso de paz. | La Opinión

La Policía también interrogó a la novia del coruñés Jorge García para que testificara que su prometido no tenía motivos para haberse ido de manera voluntaria. Sin mayor interés en el tema al tratarse de simples trabajadores y no de policías, el juzgado de Irún decidió archivar el caso en octubre de 1975 por falta de pruebas, que por cierto nadie había buscado.

Isabel Fouz, hermana de uno de los jóvenes desaparecidos, Humberto Fouz, lo había acogido en su casa de Irún. "Ellos se fueron al cine a Francia. Simplemente les dije que no hicieran ruido al volver y les dejé la cena hecha. No aparecían y eso era raro, ya que eran personas sensatas. Cuando fuimos a la policía, nos tomaron de broma. Pero días después comenzaron a aparecer unos extraños panfletos en los que se decía que eran trabajadores asesinados por sentirse españoles", explica Isabel. "Pero ellos no tenían ninguna vinculación política. Por eso, al Gobierno de Franco le interesó el asunto cuando pensó que podían ser de los suyos. Hasta que vieron que eran unos pobres chavales y que sus padres no eran nadie. Ahí decidieron dar carpetazo al tema".

Los familiares de los tres coruñeses desaparecidos atisbaron en 1997 un rayo de esperanza con el que creyeron romper por fin el muro de silencio que amparaba al crimen. Un anónimo había comunicado la existencia de unos restos mortales abandonados en el cementerio vasco francés de Biriatou, que podrían corresponder a los del ideólogo de ETA Eduardo Moreno Bergaretxe Pertur, también secuestrado y presuntamente asesinado en 1976 por sus propios compañeros por divergencias ideológicas. El 24 de marzo de 1999, exactamente 26 años después del crimen, Coral Rodríguez Fouz, entonces senadora socialista, interpeló al ministro del Interior Jaime Mayor Oreja sobre las conclusiones de los análisis de ADN. Oreja corroboró que los restos no pertenecían a aquellos jóvenes gallegos. Coral entregó a Oreja en mano documentos que más tarde desaparecieron.

Coral Rodríguez Fouz consiguió hacerse en 1997 con el sumario del caso, que se había archivado en 1975. "Lo leí y me cayó el alma al suelo. No había casi nada. Un artículo del ABC y unas diligencias para llamar a Revilla y peticiones del procurador detrás de las cuales el juez siempre contestaba con un ´no ha lugar´. Se cerró sin más", recuerda la sobrina de Humberto Fouz. Pero líneas de investigación existían y existen. Los miembros de la banda terrorista que perpetraron aquel macabro suceso eran cinco. Presumiblemente, el autor de los disparos fue Tomás Pérez Revilla, muerto a manos del GAL en 1984. Junto a él se encontraban, entre otros ya fallecidos, Jesús de la Fuente y Manuel Murúa. Este último acabaría confesando que los cuerpos podían estar en La Sarre, la granja a donde fueron conducidos los tres coruñeses. Incluso llegó a concretarle al periodista Alfonso Rojo, en El Mundo, que podían encontrarse sepultados "junto a la reguera, donde la tierra es más blanda".

"Eso era un invernadero de ETA y sigue estando ahí aunque nadie lo investigó. Murúa ha especificado más o menos el lugar y creímos que se podía hacer algo. Pero de Mayor Oreja solo obtuvimos promesas incumplidas. Había gente con la que se pudo hablar y un sitio claro dónde buscar", recalca la exsenadora por Guipúzcoa.

Isabel Fouz, dirigente vecinal coruñesa y hermana de Humberto Fouz, con su marido en la redacción de LA OPINIÓN, y Humberto Fouz, en una foto de archivo familiar. | La Opinión

Coral Rodríguez Fouz nació en A Coruña y se crió en Eibar, como tantos emigrantes gallegos que buscaron mejores oportunidades para sus vidas fuera de su tierra. Creció en el País Vasco, marcada por la pérdida incomprensible de su tío y padrino Humberto Fouz, un pariente agigantado en el recuerdo de una niña porque sabía varios idiomas y le traía regalos del extranjero como unos zuecos holandeses que siguen en su memoria. "Aún queda por casa un libro suyo de ruso", comenta.

El abuelo de Coral era un socialista coruñés. Y lo primero que hizo su padre al llegar a Eibar fue afiliarse en el PSOE y en la UGT. Murió de cáncer a los 39 años, cuando ella tenía 14. Coral y sus tres hermanos se formaron en las juventudes socialistas. Y llegó a senadora por Guipúzcoa.

Coral Rodríguez Fouz emocionó al Parlamento vasco en 2005 cuando logró que la Cámara de Vitoria instara al Gobierno vasco para que buscara el paradero de los tres jóvenes coruñeses, entre ellos su sobrino Humberto. Apenas pudo contener el llanto mientras defendía su propuesta, que el pacto del tripartito que apoyaba entonces al Gobierno Ibarretxe, PNV, EA y Ezker Batua, venían rechazando desde 2000, cuando el exetarra Josu Ternera formaba parte de la Comisión de Derechos Humanos. Coral se había atrevido a plantear al tripartito nacionalista que "preguntaran a su compañero de comisión dónde escondieron esos cadáveres".

Pero ese día, el 3 de febrero de 2005, no solo consiguió que se aprobara la búsqueda de los cuerpos de Humberto, Fernando y Jorge, sino que los diputados del tripartito le pidieran perdón por su frialdad en el debate. Unos meses de este triunfo político, la Audiencia Nacional, a instancias de la Fiscalía de San Sebastián, decidió reabrir el caso, archivado en 1975, e investigar el paradero de los tres coruñeses asesinados.

Esta vez por fin existían esperanzas fundamentadas para encontrar los cuerpos de los tres jóvenes. El juez Fernando Andreu, encargado del caso, recomendó a Coral Rodríguez Fouz y los familiares de los coruñeses desparecidos que se personasen en el caso, lo que les dio a entender que habría una pronta resolución. Pero comenzaron a pasar los meses y el silencio volvió a imponerse.

Humberto Fouz con su hermana Isabel en Irún. Coral Rodríguez Fouz, ex senadora socialista en el País Vasco y actualmente médico en A Coruña, que logró reabrir el caso en 2005. | La Opinión

A principios de 2006, tras varios intentos frustrados, Coral Rodríguez Fouz consiguió hablar personalmente con el juez Andreu, quien eludió contarle nada con la excusa de que estaban pendientes informes policiales. Y hasta hoy. "Mi impresión es que no se hizo nada", comenta Coral, que ha dejado el País Vasco y la política activa y reside ahora en A Coruña, donde ejerce la medicina. "Me hice muchas ilusiones y al final todo fueron decepciones. Me cuesta muchísimo entender por qué resulta tan difícil investigar este caso. Solo queremos recuperar sus cuerpos".

Coral Rodríguez Fouz se ilusionó por la oportunidad de paz que se abrió en 2011 en el País Vasco tras la tregua indefinida ofrecida por la organización terrorista, si bien enfatizaba que ese momento había llegado porque "los hemos derrotado". Pero el proceso no ha permitido aún aclarar casos sin resolver como el de los tres jóvenes coruñeses, y esa verdad debida a las víctimas "debe ser parte también del proceso de paz". El reciente anuncio de desarme por ETA ha vuelto a despertar la esperanza en esta familia coruñesa pese a tantos reveses. "Hasta ahora no se ha hecho nada, no sé... pero la esperanza nunca se pierde. Es a lo único que podemos agarrarnos. Mis padres se murieron en 1986 sin recuperar el cuerpo de su hijo. Nunca se recuperaron de ese golpe ".

Los restos de su hermano Humberto y de los otros dos jóvenes son los únicos, entre las víctimas de ETA, de los que nunca se levantó el secreto de su paradero. La familia Fouz confía en que esta es una oportunidad, quizá la última, para romper el ostracismo de este caso y demandar a la organización etarra que revele donde están los cuerpos. Entre las iniciativas que estudian figura pedir apoyo al Ayuntamiento coruñés.

"Nos desesperamos, porque en estos años no hemos visto apoyo por parte de nadie. Eran simples trabajadores, no eran militares, ni Guardias Civiles, ni políticos y no les importaron a nadie. Me parece bien el gran eco que tuvo Miguel Ángel Blanco, pero cuando lo comparo con el olvido de estos tres chicos, pienso: ¿es que ellos no tienen derecho también a descansar en paz?", se lamenta Isabel Fouz.