Un grupo de veleros participa en una regata por el Mediterráneo. Sobre sus cubiertas, y entre frivolidades, disfrutan del verano empresarios y políticos corruptos, en cuyo camino de excesos se cruzan también aquellos que no buscan en el mar más lujos que una salida a la insostenible situación de sus países de origen. El drama que representan, y el que genera la avaricia en el poder, son algunas situaciones que Manuel Vicent captura en su última novela, La regata, un retrato de la sociedad española que el escritor presentará esta tarde a las 20.00 horas en el ciclo Somos lo que leemos de la Fundación Luis Seoane de A Coruña.

- Reproduce en La regata la parte más frívola y corrupta de la sociedad, ¿quería hacer una crítica?

-Quería describir la doble vertiente de lo que sucede en las cubiertas y lo que ocurre en la propia navegación. Dejar claro que en un gran velero puede haber gente corrupta, e incluso que en las cubiertas de los grandes yates se pueden hacer negocios sucios como de hecho posiblemente se hagan, pero que, si no cumples las reglas del mar al navegar, naufragas. El mar puede humillar en un segundo a las personas vanidosas, y convertir en héroes a la gente sencilla.

- ¿El mar nos iguala?

-Sí, y nos enseña. La moral del mar consiste en ir contra el viento sirviéndote del viento, una práctica que también puede aplicarse en tierra: ir contra la adversidad haciéndote fuerte con ella. Ocurre también con las tempestades. Sea de tierra o de mar, el temporal siempre hace honor a su nombre: es temporal.

- Su mar aquí es el Mediterráneo, al que trata con nostalgia. ¿Ha cambiado mucho?

-Muchísimo. El Mediterráneo empezó a destruirse en los años 60 con la primera expansión cuando se unieron tres variables nefastas: la dictadura, la especulación brutal del primer dinero que entraba con el turismo, y el mal gusto. Si hubiéramos tenido suerte con buenos políticos, el Mediterráneo podría haber sido una gran empresa turística destinada a la belleza y la comodidad de nuestros hijos y de la gente que viene. Pero mandaron los tiburones de tierra, que decidieron que fuera una gran empresa constructora y, aún encima, sin gusto.

- Ahora también está asolado por la tragedia de la migración.

-Bueno, es que el Mediterráneo no ha dejado nunca de estar en guerra. Esa quebrada entre el norte y el sur que se da en medio del mar... son civilizaciones, etnias, culturas y religiones distintas. De ese choque siempre emana sangre.

- Y consecuencias. Por ejemplo, la aparición de una patera en el camino de uno de los barcos millonarios, ¿por qué quiso introducirla en la historia?

-Porque es un pequeño ejemplo de la gran tragedia que hay, y también casi una metáfora de lo que nos está sucediendo a nosotros. Las niñas pijas que les dan galletas y una chupa de marca a los emigrantes? Están entre el miedo y la compasión, y también entre la pequeña vanidad de haberlos salvado. Nosotros nos compadecemos de los que se ahogan en el Mediterráneo, pero por otro lado no podemos hacer nada por ellos más que algún gesto de bondad.

- Pero sus personajes son avariciosos. Algunos hasta ladrones.

-Sí, porque La regata es una novela contra la corrupción. Una que nos hace corruptos a todos, porque si los poderosos son corruptos, ¿por qué vas a pagar tú el IVA? La corrupción de los de arriba salva y justifica la pequeñísima corrupción de los de abajo, y crea un clima de deterioro moral colectivo.

- Sus corruptos participan en una carrera marítima. Usted habla de una que sucede en el mar, pero también de otra que tiene lugar en tierra, ¿en qué consiste esta última?

-Es la de los personajes que no se han embarcado por algún azar y sufren una tempestad en tierra. Por ejemplo, el hombre que sufre un infarto y asiste a su propio funeral. La de este personaje es también una metáfora: la del viaje que Ulises realiza al Hades por orden de la maga Circe para que, una vez que regrese de la muerte, pueda volver a casa.

- El viaje por mar lo describe usted con mucha precisión.

-Si hablas del mar, este tiene un vocabulario específico que no puedes eludir. Yo he tenido un barco 40 años y sé que es casi un idioma distinto. Pero las palabras son maravillosas, y creo que al lector, aunque no sepa exactamente a qué se refiere uno, le suenan tan bien que se las imagina.

- El Mediterráneo es una constante en su obra, ¿le seguirá acompañando el mar en sus trabajos literarios?

-No tengo ni idea, pero está claro que es mi ambiente, mi medio. Cuando escribo sobre él, siento que no estoy haciendo ficción.