"Era algo que se preveía". Esa frase es repetida a unos metros de distancia por los barceloneses Luis y Alberto, uno en la puerta de la catedral de Santiago de la plaza de A Quintana y el otro, en la de Praterías. Aún no son las ocho de la tarde y ambos se confiesan "impactados" tras haber visto en sus respectivos teléfonos móviles las noticias sobre el atropello mortal de Barcelona, aunque reconocen que convivían con la sombra de un atentado similar tras los registrados en otras grandes ciudades europeas.

No son las únicas sensaciones en que coinciden, pues ambos descartan vivir con "miedo" a ese tipo de crímenes, uno superando la barrera de los 40 y otro la de los 30. Quizás la edad sí afecta a la reacción de otra barcelonesa en las inmediaciones de la catedral. A Paula, de 15 años, no le ha llegado la información por el móvil porque se lo dejó en casa de su tía Victoria, con la que pasa unos días de descanso en la capital gallega. "Me llamó mi madre al teléfono de mi tía, no le ha pasado nada a ningún familiar, pero quiero llegar a casa para ver el móvil y ver cómo están mis amigos", cuenta rodeada de tres amigas y de su pariente.

Paula vive en vía Laietana, una avenida barcelonesa no demasiado alejada de las Ramblas, el lugar donde una furgoneta segó ayer la vida de 13 personas y dejó medio centenar de heridos, al cierre de esta edición, al embestir a los viandantes. "Voy mucho por la Rambla", dice Paula, que asiente cuando se le pregunta si siente temor a al regreso. "Me da miedo volver a Barcelona", confiesa. "No se puede tener miedo porque ahora le puede pasar algo así a cualquiera en cualquier sitio", apunta su tía Victoria, que reside en Santiago.

Ese punto de vista lo comparten Luis Isidro y Alberto Alé. El primero disfruta de unas vacaciones en compañía de su esposa y sus dos hijos, que juegan en la escalinata de A Quintana. Hace media hora que se enteró del suceso, ocurrido algo lejos de su vivienda. "No me ha sorprendido demasiado. Barcelona es una ciudad cosmopolita y podía pasar igual que ha pasado en Londres o París. En cualquier sitio puede suceder algo así ahora", reflexiona. A pesar de ello se niega a viajar y vivir con miedo a ser víctima de un crimen como el de ayer. "No viajo con miedo porque no se puede. Si no, no podrías vivir", remata.

Alberto, por su parte, aguarda la cola para acceder a la catedral tras hacer realizado el Camino de Santiago hasta Fisterra y regresar a la capital gallega. "Hace rato me han empezado a llegar muchos mensajes de mis amigos y me he quedado de piedra, pero la verdad es que era algo que todos esperábamos", asegura y se muestra impactado por cómo ha podido ver luego casi en directo los instantes posteriores al atentado retransmitidos por teléfonos de viandantes a través de la Red.

Emula el argumento de Luis. "Si ha sucedido en otras capitales, como sucedió en Madrid hace años [en alusión al atentado del 11-M], no estás seguro en ningún sitio", sostiene. "Vives con algo de intranquilidad, pero no por ello debes dejar de hacer cosas como viajar o vivir en Barcelona. Yo no me lo planteo. Ahora mismo no vuelvo allí, pero cuando lo haga en unos días lo haré sin ningún problema y sin miedo", añade.

Y, ¿consideran seguro Santiago, uno de los principales centros de peregrinación cristiana, en un momento en que el terrorismo de carácter islámico ha golpeado ciudades europeas? "Yo me siento seguro", asegura Alberto. Antes, Luis también descarta cualquier temor. Paula encoge los hombros. Su tía Victoria acota de nuevo: "Nadie está fuera de peligro porque es algo que no se puede controlar".