No es la primera vez que un medio de comunicación "construye" una noticia a base de medias verdades o hechos sesgados, por iniciativa propia o al dictado, para ser utilizada en una guerra sucia política. Es lo que José Manuel Pereiro, con su habitual agudeza, llama "prementiras". "É dicir, as mentiras fabricadas para que aparezan como verdades falsas". Me refiero a esa noticia del aviso de la CIA o de no se sabe quién a no se sabe quién, sobre no se sabe qué, concretamente. Esto no es una novedad por desgracia. Lo que me parece menos habitual es que tantos medios y tan relevantes hayan comprado la mercancía averiada, a sabiendas, para participar en una trifulca política y que, incluso, alguna asociación periodística se haya prestado, en un claro exceso corporativista, a avalar o defender semejante práctica. "Comprar" estos productos periodísticos es hacer algo semejante a lo que hace el restaurador que envenena a sus clientes comensales utilizando, a sabiendas, productos alimenticios deteriorados, adquiridos a bajo precio.

Naturalmente, es necesario y justo aclarar, analizar y, en su caso, criticar (toda) la gestión técnica, política e informativa de sucesos tan importantes como son los atentados terroristas, con el objetivo de corregir errores, mejorar técnicas de seguridad y avanzar en la mejor defensa de las personas, de sus libertades y de sus derechos. Pero utilizar esto para la guerra sucia partidista y fratricida, que no política, utilizando, además, armas propias de villanos deturpan y corrompen el análisis y sus objetivos y encanallan el debate y la misma acción política. La mejor foto de portada para ilustrar este despropósito sería aquella riña goyesca a garrotazos que sirvió para contarnos la gran trifulca entre liberales y absolutistas, tan española, y que, visto lo visto, sigue viva, según parece.

El que tantos y tan importantes medios compren esta bazofia y promuevan o participen en semejante gresca no conseguirá otra cosa que acabar con su solvencia y su credibilidad, tal como les está sucediendo ya a los partidos y sus dirigentes. Y si esto no se para y tales prácticas se convierten en moneda corriente, aviados estamos. Todos.