Hubo un tiempo en que un libro coronaba el escudo de A Coruña e iluminaba la ciudad con sus destellos. Coronaba la Torre de Hércules y era un ejemplar de la Constitución liberal, con el que la capital quería reforzar su carácter. Estuvo presente en la enseña coruñesa incluso en la dictadura y, paradójicamente, desapareció como elemento de la heráldica coruñesa con la llegada de la democracia.

El libro, ahora definitivamente desaparecido del escudo, representa la Constitución de 1812. Con él el Ayuntamiento de la ciudad declaraba su fidelidad a la ley fundamental de los liberales españoles y su vínculo con las luces de Ilustración. El regreso de Fernando VII y la vuelta al régimen absolutista obligó a prescindir del libro que simbólicamente iluminaba a la ciudad.

Volvió a aparecer durante el breve periodo en que se implantó de nuevo la monarquía parlamentaria tras el Motín de la Granja, en 1820, cuando los liberales obligaron al rey a firmar la Constitución de 1812. El regreso del absolutismo obligó a suprimirlo nuevamente, hasta ser recuperado en el reinado de Isabel II.

Las luces y las sombras iban y venían a lo largo del agitado siglo XIX español y el escudo se fue amoldando a las circunstancias políticas de aquellos tiempos. El texto constitucional, se mantuvo, sin embargo, durante la etapa franquista. Todavía hoy quedan muestras visibles en edificios públicos. Se exhibe en la fachada del Ayuntamiento, un relieve en piedra sobre la puerta principal de María Pita. Algunos dirán -y con razón- que el edificio es anterior al Caudillo. Y lo es. Pero aparece también en la portada del actual Banco de Santander, en pleno Cantón Grande, un edificio levantado a principios de los años cincuenta del siglo XX por el arquitecto Pan da Torre para el Banco Hispanoamericano.

Figuraba incluso en la botonadura dorada del uniforme de los ujieres del Ayuntamiento en los años cincuenta y sesenta y hasta en los pisacorbatas que se hicieron entonces para la policía local.

Pero el devenir del tiempo, los acontecimientos políticos y las modas estéticas fueron modificando el blasón coruñés.

El que se considera el primer escudo de A Coruña data del año 1448 y fue hallado por la historiadora y antigua archivera municipal Isabel Martínez-Barbeito en un viejo documento redactado en gallego: una torre de Hércules con su farol asentada en un montículo y dos veneras.

"Veneras y torre han sido las figuras o muebles que nunca han faltado, y cabeza o calavera, tibias, corona y libro de la Constitución, amén del inefable pararrayos, han tenido menor presencia , pero también han alternado en el escudo", señala Carlos Martínez-Barbeito en un documentado estudio fechado en 1985, cuando el Ayuntamiento se propuso fijar las armas del emblema de A Coruña y el erudito propuso un blasón lo más fiel posible a la Historia y a la tradición "para que, cualquiera que haya sido el anárquico pasado, no tenga ya nuestro escudo más que un solo presente y un solo porvenir la representación heráldica".

Martínez-Barbeito hizo una descripción de que lo que debería ser el escudo de A Coruña en "estrictos términos heráldicos", que ahora se liman aquí pensando en los no iniciados en esta disciplina: En campo de azur, Torre de Hércules de plata tal como era antes de la restauración del siglo XVIII, con un pescante a la izquierda del que pende un farol también en plata, y levantada sobre un peñasco en el que figura la cabeza sangrante de Gedeón, y seis veneras de oro alrededor. El escudo se remata con una corona real.

El curso de la historia añadió elementos -como en el caso del libro- y retiró otros. Las modas tendieron a que cada vez se simplificase más el escudo oficial y con la renovación estética de la iconografía institucional en los años ochenta, la representación se redujo al máximo.

La heráldica fue sustituida por el diseño, se podría decir, y el escudo se situó más cerca del logotipo y de la marca gráfica que de la disciplina que estudia los blasones. Fue también el caso del escudo de A Coruña -y del de Galicia- que, a base de buscar la mayor economía y simplicidad, llegó a adquirir la estética de una plantilla.

El catalán Josep María Trías, del estudio Quod, cuya obra más conocida es el logotipo de las Olimpiadas de Barcelona, diseñó bajo el mandato del alcalde Francisco Vázquez el escudo coruñés que hoy aparece en la cartelería y documentación municipal: en blanco, sobre fondo azul brillante, la torre, dos veneras a cada lado, una calavera con dos tibias al pie y, en la parte superior, la corona real.