Primero los de Panamá y ahora los del Paraíso. Papeles a mogollón que nos ofrecen una muestra, probablemente pequeña todavía, de cómo los ricos se las arreglan para no pagar impuestos. La primera enseñanza es que cuanto más dinero tienes, más facilidades te dan para no pagar al fisco.

Hay dos formas de hacerlo: la evasión fiscal y la elusión fiscal. La primera consiste en saltarte la ley cometiendo un delito o una infracción administrativa y no declarar el dinero que tienes o que ganas. Este procedimiento puede utilizarlo mucha gente, pero cuanto más rica mejor, porque si te cazan y eres pobrete o de la clase media, te pegan un hachazo que te parten en dos la vida, pero si tienes mucha pasta afecta mucho menos y podrás afrontarlo o, mejor incluso, tienes la posibilidad de acogerte a una amnistía fiscal, que es como un tiempo de rebajas que los gobiernos ofrecen frecuentemente a los ricos evasores y delincuentes de alto standing en general. A esto se le llama, en el eufemístico argot político al uso, "medidas para hacer aflorar dinero oculto".

Pero los más ricos ni siquiera tienen porque arriesgarse a la evasión de impuestos, saltándose la ley, porque tienen todas las facilidades para utilizar la simple y llana elusión fiscal, que consiste en utilizar los diversos y varados sistemas que la propia ley ofrece a los ricos para rebajarles la contribución e incluso para librarlos de ella. Se llama muy correctamente elusión fiscal porque eludir consiste en evitar con astucia el cumplimiento de una obligación. Aquí la astucia está en asegurarse gobiernos que hagan las leyes con las pertinentes trampas y gateras fiscales incorporadas. Eludir impuestos, teóricamente y con la ley en la mano, podría hacerlo cualquiera, pero en la realidad las clases medias y los pobretes mal pueden hacer una fundación, marcarse un patrocinio, buscarse testaferros o crear una red de empresas en Malta y las Bahamas. La ley es igual para todos, nos dicen, pero somos tan distintos los ricos y los pobres que resulta más igual para unos que para otros, como efectivamente vemos todos los días de nuestra vida.

Esto suena ya a mofa y un recochineo muy difícil de soportar. ¿Hasta cuando, Catilina?