Edurne Pasaban (Tolosa, 1973) repasó ayer en A Coruña la carrera deportiva que la convirtió en 2010 en la primera mujer en coronar los 14 ochomiles. "Me motiva transmitir mis vivencias, contar cómo me enfrenté a situaciones complicadas, cómo tuve que tomar decisiones, cómo se trabaja en equipo", destaca la alpinista vasca. En la montaña vivió los mejores pero también los peores momentos de su vida. Perdió a amigos. Sufrió la amputación de dos dedos. Estuvo a punto de rendirse en el descenso del K2. Pero siempre regresaba a ella y espera volver a hacerlo tras cumplir el sueño de su decimoquinto ochomil, la maternidad.

- ¿Todos nos enfrentamos a nuestras propias montañas?

-Total. Para mí el ochomil más difícil fue el K2 y creo que todos en nuestras vidas tenemos nuestro propio K2 y nos tenemos que enfrentar a él. La montaña me ha enseñado a enfrentarme a momentos complicados y eso me ha servido para lidiar con el día a día.

- ¿Vivió allí los mejores y los peores momentos de su vida?

-Sí porque me apasiona, he vivido en la naturaleza y he hecho lo que me gustaba. Eso es muy importante. Pero también los peores porque es un deporte complicado en el que el riesgo es muy elevado y he perdido a muchas amigos.

- Y aún así siempre volvía.

-Suele ser difícil de explicar. Es lo que nos apasiona y sin hacerlo no sabríamos vivir. Hasta que no vives lo que hemos vivido allí arriba, es difícil entender por qué volvemos.

- ¿El reto es más físico o mental?

-Para mí siempre ha sido 75% de mental y 25% físico. La cabeza tiene que gestionar los miedos y las dudas. Si no lo controlas, por muy bien que estés físicamente no puedes volver.

- ¿Cambió su forma de pensar?

-Hay un cambio en mi vida tras el K2. Decían que era la montaña más difícil de todas y después de hacer los 14 ochomiles lo confirmé. El hecho de ascender el K2, enfrentarme a aquello, hacer cumbre? gané confianza y creí en mí un poco más.

- Porque cuando empezó nunca creyó que podría con los 14 ochomiles.

-Nunca lo pensé. Es que no era como ahora. Cuando empecé en el año 2001 había muy poca gente que había terminado los 14. Como unos diez. Eso era para los muy cracks. Nadie lo podía pensar.

- ¿Cuándo empezó a creérselo?

-Al final, cuando ya tenía 9. Pero todavía me quedaban cinco. Para hacer los 14 necesitas mucho tiempo (en su caso nueve años) y puede pasar de todo. Por eso hay que ponerse objetivos coherentes y alcanzables.

- El Shisha Pangma fue el último y el que más se le resistió. ¿Un ejemplo de que siempre hay que insistir?

-Fui cinco veces, nunca había ido tantas a un ochomil. Es un ejemplo de que no hay que infravalorar las cosas y de que lo que parece fácil, no lo es tanto. El Shisha Pangma es el más bajo de los 14, porque es un ochomil pelado. Siempre pensaba, 'ba, el Shisha Pangma ya lo haré'. Y fue el que más me costó.

- ¿La carrera por ser la primera mujer le añadió presión?

-Había otras mujeres que buscaban lo mismo que yo y al final también hubo esa presión añadida. Desde el momento que dices que quieres ser la primera en lograr algo, entras en una competición. Hasta el noveno ochomil yo iba, si subía bien y si no también. Disfruté mucho de esa primera parte. Pero también de la segunda.

- Pasado el tiempo, ¿se hubiese conformado con ser la segunda?

-La vida, en realidad, no cambia mucho por haber sido la primera o la segunda. Ahora me dedico a dar conferencias porque me he formado para aplicar el mundo de la montaña a las empresas. Si no hubiese sido la primera y hubiese sido la segunda, estaría haciendo lo mismo. Solo cambia para los libros de historia, pero como persona no me cambia.

- ¿Ser mujer fue un obstáculo añadido?

-Sí y no. La montaña era un ámbito muy masculino y he tenido que demostrar un poco más. Siempre había el punto de 'a ver si esta sube' y te miraban diferente. Y también los que decían 'si esta sube, yo también lo hago'. Son cosas fuera de lugar porque la montaña no entiende de sexos, sino de personas que están allí. Los hombres tienen más fuerza, pero nosotras sabemos sufrir mucho y tenemos una cabeza muy bien amueblada para tener paciencia, que en la montaña es un valor muy importante.

- ¿El deporte femenino sigue infravalorado?

-Es obvio. Primero parece que solo hay un deporte. Y después el resto. Y al femenino no se le da tanta importancia. Si una mujer bate un récord no tiene tanto alcance como si lo hace un hombre. Todavía hay mucho trabajo para hacer.

- ¿Volvería a la montaña?

-Ahora mismo, pero con un hijo de seis meses es un poco complicado. Estoy parada pero habrá un futuro con montaña y expediciones.

- ¿El decimoquinto ochomil (su hijo) es más duro que los anteriores?

-Mucho más, no estaba tan preparada para este como para los demás. Pero por supuesto es el más importante, el que es para siempre y estoy encantada de poder escalarlo toda mi vida.

- ¿Le llevará a la montaña?

-Es mi pasión, una forma de vida. La montaña me ha enseñado a tener los pies en la tierra y a valorar las cosas que a veces no valoramos en nuestro día a día porque estamos en una sociedad muy complicada y con una pérdida de valores muy grande. La montaña es un lugar al que deberíamos llevar a los niños desde muy pequeños. Yo, desde luego, llevaré a mi hijo.