Nos ha conmocionado el salvaje atentado contra la mezquita Al Rauda en el Sinaí que dejó 305 inocentes muertos y 128 heridos? "El pueblo se quedó sin hombres", explicaba algún superviviente. Seguramente nos ha impresionado y, desde luego disgustado, pero la conmoción y la emoción sentidas han sido más tenues que cuando el crimen ha sucedido a la puerta de casa. Y es comprensible por que la lejanía física y de la otra amortiguan mucho las emociones. Pero, es más, posiblemente ni nos hayamos enterado y, seguro, que nos enteramos poco y mal, porque poco y mal se nos ha informado y explicado. Esa lejanía física y de la otra es natural que nos inhiba, pero no debiera de ser así en los medios de comunicación que no están o no debieran estar centrados casi exclusivamente en vender. En vender información, siempre bajo demanda, que es donde está el negocio de hoy, pero también el hambre de mañana. Sería una buena e inteligente inversión mediática que la noticia de Al Rauda se hubiese destacado más. Así se enteraría más gente. Y se hubiese explicado, pormenorizado y detallado más. Así alcanzaríamos mayor empatía con las víctimas y mejoraría el uso de nuestra inteligencia emocional individual y colectiva. Objetivamente, la importancia del acontecimiento creo que se lo merece, entre otras razones, porque nos afecta mucho y mucho más de cerca de lo que pudiéramos creer a primera vista. Se trata de un atentado terrorista perpetrado en nombre del islam contra fieles inocentes de esa misma confesión religiosa, como son la mayoría de atentados de este tipo. Cosa que nos haría ver que no somos nosotros el principal objetivo, sino sus hermanos musulmanes que, como nosotros, son de cultura monoteísta, con lo que nos vendría muy bien una defensa común y la depuración de nuestros ámbitos religiosos de todo fundamentalismo integrista. Fue este un crimen, y no el único, contra los sufíes: un movimiento milenario de carácter ascético y místico que fecunda el Islam desde sus albores. Corriente de pensamiento y de espiritualidad tan pacífica y culturalmente tan fértil como son y han sido nuestros místicos. Tendríamos que gritar, como tantas otras veces hemos hecho: "todos somos sufíes"