Mañana entra en campaña electoral toda España. Esto no había sucedido nunca, o al menos nunca tanto, como en estas elecciones autonómicas catalanas. Tampoco nunca los ciudadanos españoles, en general, han conocido tan pormenorizadamente la política de una comunidad autónoma en la que no residen. Sin comparación, hoy cualquier ciudadano español sabe más y conoce mejor la política y a los políticos catalanes que, en muchos casos, a los de su propia comunidad o a los españoles. Lo comprobaremos: a partir de mañana el bombardeo mediático sobre el discurrir de las elecciones catalanes será igual, si no superior, al de las elecciones de la comunidad en que uno vive o incluso al de las elecciones generales. Estaremos todos en elecciones aunque solo podrán votar los catalanes. Viviremos intensa e incluso apasionadamente unas elecciones en las que no podremos votar. Será como un partido de fútbol donde la hinchada se apasiona siempre, pero nunca juega. Supongo que también aquí funcionarán las casas de apuestas. La pendencia del resultado servirá para retrasar o aplazar decisiones, que nada tienen que ver con Cataluña, arguyendo la necesidad de esperar los resultados catalanes, como si fuesen los de nuestras elecciones territoriales propias o los de las generales. Yo no sé si Cataluña nunca fue tan poco España, pero lo que está claro es que España nunca tanto fue Cataluña. No sé si así somos un único país o una patria común, pero parece claro que vivimos como si tuviésemos todos el mismo problema. ¿No es paradójico?

Si esto es así, y creo que lo es y lo va a ser, estamos ante la mejor demostración de que el problema de fondo no es Cataluña, que solo es un síntoma, agudo pero solo síntoma, y que la cuestión es España. Por eso, estas elecciones catalanas, que se nos han vendido como solución o como salida al conflicto, no serán ni lo uno ni lo otro. El conflicto seguirá y agravándose. Con fases más o menos agudas o críticas, pero empeorando mientras no sea España, como tal, quien se lo haga mirar.

Seguramente necesitaremos un cambio de régimen que mejore nuestro estado general para que todos los miembros de nuestro cuerpo, imprescindibles, lleguen a funcionar armónicamente.