Relojes de plata desde 35 peseta y de 14 si son de nikel. Los de mujer, un poco más baratos, 25 pesetas. Relojes reguladores con despertador a 22,50; redondos ojos de buey a 30; reguladores para 15 días de cuerda, desde 35 pesetas cada uno. Todos, con uno o dos años de garantía. Así se publicitaba en el periódico El Anunciador, el 8 de junio de 1889 el establecimiento de Relojería de Emilio Vergne, situado en el número 44 de la calle de Riego de Agua, en el barrio de la Pescadería, el centro de A Coruña.

Tres años antes, en 1896, Vergne se anunciaba como Platería y Joyería de Eduardo Vergne y Hermano, en el número 40 de la misma calle de Riego de Agua y ya había hecho un concienzudo trabajo: 32 medallas de plata dorada para los concejales coruñeses con sus correspondientes cordones y estuches a un precio de 35 pesetas cada una. El monto total del encargo se elevó a 1.220 y el Ayuntamiento tuvo que hacer muchos números para poder satisfacer esa cantidad, muy considerable para la época.

Había otros plateros en A Coruña, como Ramón Iglesias, en Espoz y Mina; Félix Rey, en la Rúa Nueva; Lorenzo Sanjurjo, en Luchana; José López, en San Nicolás; Joaquín Rey, en San Agustín; Santos Aller, en Bailén o Luis Illanes, primero en la calle de San Andrés y después en la de San Nicolás. Pero fue a Vergne a quien el Ayuntamiento coruñés, regido entonces por Luis Argudín Bolívar, encargó las medallas distintivas que los miembros de la Corporación debían exhibir en los actos oficiales. La decisión fue muy debatida a lo largo del año 1895 pues el Ayuntamiento tenía necesidades más acuciantes y no disponía de presupuesto para tal adquisición.

El concejal Alejandro Berea reconoció, no obstante, en una sesión celebrada el 6 de febrero, no sólo que las medallas existentes eran insuficientes para el número de concejales que ahora exigía la nueva ley municipal, si no que eran "impropias del carácter" de la Corporación coruñesa. Y, además de juzgarlas "antiestéticas", alegó un motivo definitivo para cambiarlas: "Se observa en el texto de la inscripción alguna falta gramatical de tanto bulto que por decoro de esta Corporación se hace preciso un acuerdo para que el actual distintivo desaparezca sustituyéndolo por otro". Pero suponía un gasto difícil de afrontar y la Corporación pensó que bastaba -y salía más barato- con unos fajines, como tenían en otras ciudades, y que el collar era más bien de académicos.

"Adoptar un nuevo modelo de medalla y adquirir las necesarias para los treinta y dos Sres. Concejales supone un gasto excesivo que no puede soportar este Ayuntamiento harto apremiado por atenciones más importantes y siempre resultará la medalla un distintivo más propio de Corporaciones Académicas y docentes que de las populares", alegó Berea, quien recordó que "en la actualidad la mayor parte de los Ayuntamientos más importantes de España tienen establecido el fajín para uso de los sres. Concejales que los constituyen por estar más en armonía con la índole de estas Corporaciones y por ser de adquisición económica".

Así pues, una semana después. la Comisión de Gobierno interior tomó en consideración la propuesta formulada por Berea de adoptar como distintivo de alcalde y concejales el fajín -con diferentes colores en función del rango- y comprar en número de treinta y dos para todos los miembros de la Corporación municipal.

Más adelante, el Ayuntamiento aprobó por unanimidad comprar de las 32 medallas de plata a Vergne. Como no había consignación presupuestaria, la Comisión de Hacienda propuso cargarlo a un "próximo presupuesto adicional" el 17 de noviembre de 1896 .

A partir de entonces los señores concejales tuvieron por fin cada uno su medalla correspondiente, con su torre de Hércules rodeada de seis veneras y sobre una calavera y dos tibias. En la parte superior, un libro que rinde tributo a la Constitución liberal y una corona real. Y Emilio Vergne obtuvo sus 1.220 pesetas por el trabajo, mientras en su establecimiento de Riego de Agua continuaba con su oficio de platero y de relojero.

Todavía hoy se ven relojes firmados por Emilio Vergne, con maquinaria de Moret, como el que cuelga a la entrada del edificio modernista del colegio Labaca y que hace un par de años restauró la relojería Dans, un ojo de buey isabelino de 1880 (ca.). Dans restauró otros de Vergne y Moret, la mayor parte de pared, aunque también uno de pie.