El forense y profesor de la Universidad de Granada ha recibido el Premio Igualdad de la Universidad de Alicante por su compromiso en la lucha contra la violencia machista y su labor divulgativa. Fue delegado del Gobierno para la violencia de género y tiene claro que hay que centrarse en combatir el machismo como causa de la desigualdad.

-Además de recibir el Premio Igualdad de la Universidad de Alicante pronunció en ese campus una masterclass sobre mitos y leyendas de la desigualdad. ¿Es la igualdad un mito?

-Ahora mismo es más una utopía que un mito. La presentamos como posible pero también es inalcanzable porque en la realidad actual pervive el machismo. Los hombres mantienen una serie de privilegios y potestades, ven que pueden hacer cosas sin pedir permiso o sin cuestionarse si lo que están haciendo afecta a otras personas o incluso a imponer criterios usando la violencia. En esa construcción de la identidad en hombres y mujeres, en la cultura, la igualdad no existe como valor.

-¿Cómo es posible que sigamos lamentando 60 muertes al año por violencia de género en pleno siglo XXI?

-Esa es la clave, ¿cómo es posible? Con dos circunstancias, son 60 asesinos que nacen de la normalidad, no son delincuentes, y hasta el día anterior se les considera hombres normales. Y otra cuestión importante es la normalidad que sigue a los 60 homicidios, en España solo el 1% lo considera un problema grave según el CIS. Si que asesinen a 60 mujeres no genera una respuesta tajante y una crítica rotunda significa que se ve como normal. Se justifica diciendo que eran alcohólicos, drogadictos o tenían problemas mentales, cosa que después no se demuestra en las sentencias. Se vive al margen de esta realidad sin preocuparse más.

-Es más preocupante quizá que, en el caso de los jóvenes, uno de cada cuatro considere normal la violencia...

-Sí, y otros estudios indican que el 30% dice que si una chica sufre violencia es porque lo ha provocado. Así se ve que no es cuestión de tiempo, de que lleguen nuevas generaciones, porque el tiempo vacío no cambia nada, solo lleva a un momento posterior pero no hay una transformación de la realidad. Lo que demuestran estos estudios es que esos chicos jóvenes se han educado en la misma cultura que se educaban los hombres hace 20 años, cambian los usos, la música, la ropa... es cierto que asumen algunas nuevas responsabilidades pero básicamente la posición hombre y mujer la mantienen igual. Es más, cuando hay cambios protagonizados y liderados por las mujeres lo viven como un ataque y eso hace que respondan con mayor agresividad y violencia en algunos casos.

-¿Se sienten amenazados los hombres porque las mujeres vayan conquistando espacios?

-El planteamiento es absurdo pero así es. La igualdad solo puede ser para hombres y para mujeres. No están pidiendo tener hospitales o universidades especiales, lo que piden es para la sociedad y eso demuestra su generosidad y su confianza en los hombres. Lo que el feminismo pretende es que los hombres cambiemos, no separar los mundos. Cuando ven que la igualdad supone un ataque demuestran que lo que están defendiendo son privilegios. Todo lo que los hombres tienen de más es porque se lo han quitado a las mujeres. Si los hombres tienen un 34% más de ocio al día porque ellas dedican un 97% de tiempo más al hogar, claramente estás abusando de un tiempo que no es tuyo y lo mismo ocurre con la brecha salarial. Van a perder esos privilegios porque no es justo que los tengan, no se trata de ningún robo.

-En algunos de sus artículos habla del posmachismo. ¿En qué consiste exactamente?

-Es una estrategia del machismo, una nueva forma de influir para que la realidad siga construida sobre las referencias de siempre. El machismo hace o dice cosas como el eurodiputado polaco Janusz Korwin-Mikke, que aseguró que las mujeres son más débiles y menos inteligentes y que deben cobrar menos. Ese es el machismo explícito, directo y exhibicionista del que ahora tenemos un repunte a raíz del presidente Trump. Pero también está el posmachismo, que es el que habla de que todas las violencias son importantes y no solo la que se ejerce sobre las mujeres, de que los hombres también sufren violencia o de las denuncias falsas. Lo que busca es generar confusión, porque la confusión genera duda, la duda distancia y la distancia pasividad, de manera que así todo sigue igual. Y lo consigue.

-¿Qué se puede hacer para cambiar esta situación?

-Educación, por supuesto, para prevenir esta realidad en el futuro y que no se siga educando con las mismas referencias y también mucha concienciación crítica. Tenemos que ser conscientes del impacto que tienen cosas que se ven como menores, como las azafatas florero que cosifican a la mujer. Esas cosas contribuyen a mantener la idea de que las mujeres son objetos de los que los hombres pueden disponer sexualmente. Cada año se producen 4.000 violaciones y agresiones sexuales. Ahora además van en grupo. Es fácil concienciar de que usar un espray va a influir en el polo norte pero en el tema del machismo parece que nada influye en nada, ni un anuncio de televisión ni el reguetón ni determinadas escenas de series y películas. Y al final de la nada aparecen 60 mujeres muertas. Tenemos que generar una conciencia crítica y dejar de ser partícipes. Es más fácil pensar que al agresor se le ha ido la cabeza que el hecho de que ha sido parte de esta construcción social.

-¿Qué opina de movimientos como el #Metoo ?

-Son consecuencias de un problema, surgen después de situaciones de acoso y violencia, cuando están presentes es porque detrás hay una realidad que los justifica. Hacen falta porque sirven como referencia para poner en marcha otras movilizaciones. Respecto a cada una de las causas de la desigualdad que se expresan en consecuencias, desde la violencia, al uso del tiempo o las cuestiones laborales hay que tener en cuenta que su causa común es el machismo. No se puede resolver el problema global abordando solo las manifestaciones porque entonces hay que esperar a que se expresen. El machismo es cultura, no es conducta y hay que ir al origen. El Pacto de Estado debería ser contra el machismo porque es la causa de todo lo demás.