Hablando en tiempo político, Rajoy ya se ha ido. La cosa se materializará inmediatamente antes o inmediatamente después de las elecciones que, en tiempo político, están a la vuelta de la esquina. Al país no lo sé muy bien, pero al PP le conviene más que Rajoy desaparezca antes de las elecciones para dar la imagen, al menos la imagen, más que de renovación, de regeneración, que es lo imprescindible. La nueva presidencia del PP y/o candidatura a la Moncloa han de ser ocupadas por alguien del partido no contaminado por la corrupción, y de estas personas en el PP quedan pocas con posibilidades de liderazgo, y por una mujer con lo que, muy paradójicamente, el partido más antifeminista del patio político español sería el primero en tener una mujer como candidata a la presidencia del Gobierno con posibilidades serias. Si todo esto no se materializa pronto, es decir en este tiempo político, la sangría de votos hacia Cs, será irreductible y el peso político del PP en el país será similar al que hoy tiene ya en el País Vasco o en la propia Cataluña que, de momento, también son España. Las entusiastas y motivadas falanges de Albert Rivera pasarían a ser, entonces, la herramienta política principal de las derechas y de los poderes fácticos: la bolsa, la cruz y, todavía, una buena parte de la espada.

Hablando en tiempo político, hasta ayer mismo las personas mejor situadas, salvo tapados, para sustituir a Rajoy eran cuatro: Soraya Sáez de Santamaría, Cristina Cifuentes, Alberto Núñez Feijóo y Ana Pastor. Hoy solo quedan dos, porque todo el affaire Fariña ha despertado la memoria sobre el pasado inconveniente del gallego y Cristina Cifuentes, no solo ha caído de la presidencia de Madrid sino que también ha terminado con su vida política con lo que, como es tradicional en ella, el asunto concluirá con un "no presentado". La cosa queda pues entre Soraya y Ana. La primera, si bien no está contaminada por la corrupción, al menos directamente y de momento, su papel en el conflicto catalán y su propio virreinato en ese país le han proporcionado un serio desgaste. Es Ana, por tanto, quien empieza a destacar y a destaparse, a pesar de haber sido la última en ser considerada.

Todo ello, hablando en tiempo político.