Hija de minero, licenciada en Filosofía en Oviedo, a Inmaculada de Melo Martín una beca de doctorado la llevó a Estados Unidos. Y allí lleva casi 25 años. Una tesis sobre la revisión filosófica a las tecnologías reproductivas y genéticas la metió de lleno en un mundo que bullía. Para hacerse más creíble entre los científicos se sacó un máster en Biología Molecular y la reclutó la Facultad de Medicina de Cornell, Nueva York, donde es profesora de Ética Médica.

-¿Cómo una filósofa acaba en una facultad de Medicina?

-Porque siempre me interesaron mucho las cuestiones de la ciencias. Ahora trabajo en el departamento de Medicina y en el de Medicina Reproductiva del Weill Cornell Medical College de Nueva York, al que está vinculado uno de los mejores centros de fertilización in vitro de EEUU. Así que estoy en contacto con investigadores que están en los temas más punteros. Y todas las cuestiones de la tecnología reproductiva, y más cuando se combinaron con la tecnología genética (reprogenética), me generan un enorme interés.

-¿A los científicos les interesa la opinión de los filósofos?

-Les interesa la parte de la ética que tiene que ver con su práctica profesional porque no quieren hacer cosas que el público rechace y quieren saber que están haciendo cosas éticamente adecuadas.

-¿Se entienden?

-La pega más habitual que tienen los científicos a nuestra perspectiva filosófica es que les parece que no atiende al problema concreto del paciente. Desde la perspectiva ética un problema debe analizarse en un contexto social, político... y no solo como un reto individual.

-Afirma que en la tecnología reprogenética hay "invisibilidad de las mujeres".

-Sí. La mayoría de las evaluaciones que se hacen a estas tecnologías tienden a eludir cuestiones de género y eso, en el caso de las tecnologías de reproducción, es problemático porque ignora las maneras en que estas afectan a las mujeres de manera diferencial.

-Pero recurrir a una técnica de reproducción asistida, con o sin ingeniería genética, suele ser un proyecto de pareja. ¿Por qué dice que no son técnicas neutrales en cuanto al género?

-Particularmente son tecnologías que afectan de manera diferencial a las mujeres. Esos proyectos de pareja que citamos utilizan los cuerpos de las mujeres: son las que tienen que hormonarse, las que tienen que extraer ovocitos, son a las que se les transfiere el embrión... su cuerpo es esencial en la fertilización in vitro. Así que a los hombres no les puede afectar de la misma manera. Otro ejemplo: se utiliza en el cuerpo de la mujer aunque el que sea infértil sea el hombre. Si damos un paso más y entramos en la reprogenética, en la tecnología de reproducción para tener unos niños particulares -sin una determinada enfermedad o con unas características determinadas- entonces también habrá muchas decisiones que aunque se tomen en pareja, van a dejar caer más peso en las mujeres, se las va a responsabilizar más que a los hombres...

-¿Y ese análisis a qué lleva?

-A que nos demos cuenta que no son usos tecnológicos inocuos. La mujer está más sometida a riesgos físicos por el uso mismo de esas tecnologías; además son tecnologías que consolidan y reafirman la idea de que para ser mujer hay que ser madre. E incrementan las posibilidades de que las mujeres se sientan más responsables si no lo logran. Y con el desarrollo de las técnicas reprogenéticas se refuerzan también ideas de cómo hay que tener a los bebés: sanos, sin discapacidades, y quizá en el futuro con la posibilidad de seleccionar rasgos físicos, psíquicos... También se fomenta la idea de que cuando se habla de ser madre o padre tiene que ser de un hijo genético, al menos de un miembro de la pareja. Es decir, que refuerza la primacía de la genética en las relaciones parentales, cuando hay muchas otras formas de tener familia.

-Un campo con muchas aristas.

-Sí. Porque las tecnologías no son neutrales, están cargadas de valores. Pensar lo contrario es un peligro. Si admitimos las tecnologías una vez que entran en el mercado y no reflexionamos nunca sobre ellas, no podremos mejorarlas. Hay que aspirar a sociedades mejores.

-Ya hay empresas que ofrecen a sus empleadas congelar ovocitos para que no renuncien a la maternidad y no interrumpan una carrera profesional.

-Se presenta como una oportunidad pero el problema debería ser visto como el de una sociedad que dificulta que se compagine un proyecto laboral y una maternidad, algo que no le pasa al hombre. De alguna manera se hace infértiles a mujeres que no lo son.

-¿Está en contra?

-La prohibiciones en cuestionas de reproducción no solucionan el problema. Lo que pretendo es que pensemos en cuáles son las implicaciones de introducir determinadas tecnologías y cómo podemos hacerlo para que la consecuencia sea mejorar la sociedad en vez de fomentar valores que son problemáticos como el sexismo, el racismo o las desigualdades.

-Vientre de alquiler. ¿Qué?

-Me parece éticamente problemática pero no estoy segura de que se pueda prohibir. Hay que reflexionar sobre las condiciones de desigualdad profunda que hacen que para una mujer sea deseable participar en un gestación así y sobre una sociedad sexista donde las mujeres siguen estando valoradas por sus papeles reproductivos. Al menos, un beneficio que ofrece esta gestación es que desbarata el concepto de familia: ahora un hombre, dos, una mujer sola... pueden acceder a tener hijos.