El escritor malagueño David Leo García ganó hace más de un año el rosco del concurso televisivo Pasapalabra, convirtiéndose probablemente en el único poeta español millonario. "Aquí sigo, viviendo de oído. Solo le pido a la vida algunos descubrimientos interesantes más: algunas decenas de personas, algunos centenares de libros, algunos miles de películas", afirma. David Leo García acaba de relanzar su poemario Dime qué.

-El próximo mes de octubre se cumplen dos años de su rosco de Pasapalabra . ¿Qué tal le ha ido la vida desde entonces?

-Aquí sigo, viviendo de oído. Solo le pido a la vida algunos descubrimientos interesantes más: algunas decenas de personas, algunos centenares de libros, algunos miles de películas.

-¿Cómo ha encontrado al David Leo que escribió Dime qué en 2011. ¿Le ha sorprendido su precoz madurez o, al contrario, ha tenido varios momentos de sonrojo?

-Me pone en un aprieto, porque vanagloriarse de los textos propios es de lelos, pero escupir sobre ellos es de hipócritas. Mientras corregía las pruebas del libro, me sorprendí repitiéndome una consigna de Valente: "Qué horrendo suscribir todo lo escrito". Pero también sentía que me caía bien su autor, sobre todo en su parte más lúdica y en su bufet de referencias, que más o menos sigue siendo mi menú hoy por hoy.

-¿Por qué esta resurrección, como usted la llama?

-Porque, en medio del tsunami de la crisis editorial, cerró DVD (casa barcelonesa donde se publicó originalmente). ¡Fue como si cerrara Port Aventura! Y los libros que publicaron (muchos de ellos valiosísimos, desde las traducciones de Charles Simic a los poemarios totales de Juan Andrés García Román), dejaron de estar disponibles. Corría 2012, y Dime qué apenas llevaba un año de vida. Resucitarlo hoy, aparte de buscar nuevos lectores, supone resucitar una ínfima, pero simbólica, parte de DVD.

-¿Y para cuándo un nuevo poemario? Me dijo hace tiempo: 'La verdad es que tanto trabajar con los significados me ha abierto muchos mundos de pensamiento, pero me ha complicado darles una forma más o menos concreta donde se cristalicen'. ¿Los concursos pueden llegar a ser una influencia literaria?

-Sin duda son una fuente de experiencias y, como toda situación extrema, una fuente de autoconocimiento. Pero sigo pensando que la poesía se lleva mejor con las luces tenues y los apagones que con los focos de un plató. No he dejado de trabajar en un nuevo poemario, aún sin título definitivo. Quizá me salga más austero y estoico que los anteriores, como una especie de anteproyecto de ley vital.

-Con el dinero uno compra el tiempo y su libertad. Pero, ¿no a gobia tener tanta libertad y tanto tiempo a la hora de escribir, no funciona uno mejor con presiones, plazos y cosas así?

-En parte sí. Recuerdo haber escrito el bruto del último poema de Dime qué durante una noche en vela, la víspera de mi examen de Dialectología. Pero no sé si se debía tanto a la urgencia de otra actividad paralela o a los pruritos de la edad (ya hace casi diez años de aquello).

-¿Se echa más de menos la poesía cuando uno está buscando ganar un concurso de televisión que ganar un concurso de televisión cuando uno está enfrascado en la poesía?

-Como dice el Eclesiastés, "hay un tiempo señalado para todo". También dice el Eclesiastés que "nada hay mejor para el hombre que disfrutar de su trabajo". Y mi trabajo, desde pequeño, ha sido jugar con las palabras. Ganar o no ganar o no llegar a ningún término son accidentes.

-¿Es lo más divertido que le ha pasado a la poesía que un poeta ganara Pasapalabra ?

-Lo más divertido que le ha pasado a la poesía ha sido que Omar Janaan le prestara atención en una de sus viñetuelas (o viñetazas). El humor gráfico (que participa del impulso poético), es una forma contagiosa de creatividad para la que no hay vacunas.

-¿Cuántos poetas (ya se sabe que los versos alimentan poco) le piden dinero al verle?

-Los poetas solo quieren cariño y tercios de cerveza. Y algunos hasta charlar sobre poesía. Un día hablé durante un rato con un amigo sobre las comas, entre ellas la de mi verso "Somos seres sagrados, y ridículos", que a él no le parecía acertada y a mí sí, por esa especie de fisura de la lógica gramatical, como una respiración. Creo que el libro que más me ha influido ha sido la Gramática descriptiva de la lengua española de Bosque y Demonte, precisamente porque dejaba espacio para la subversión de muchos de sus postulados.

-¿Sigue pensando que el mundo de la televisión es mucho más amable que el mundo de los poetas?

-Sigo amando a los amigos de los dos ámbitos, pero sí. Encuentro menos competitividad entre los concursantes, aunque parezca paradójico.

-Hace poco hizo usted un anagrama con su propio nombre y el resultado fue... "David Leo García = Gloria, vaciedad". ¿Algún comentario al respecto?

-Le respondo con otro anagrama, un poco dadá: "Ni amapola, ni legado". ¿A qué responde?

-Pensaré en ello, y en nuestra próxima entrevista le responderé... Por cierto, ¿dos años después le siguen parando por la calle, le siguen reconociendo o ya ha entrado en el mundo de las viejas glorias televisivas olvidadas?

-Mucho menos que antes, claro está. Vivimos en la dictadura de la actualidad. Nunca entendí la lógica del selfie.

-"Mi madre me dice: 'Hijo, siempre tienes que estar entretenido con algo'. Así que no muy tarde me buscaré una meta con la que atormentarme y disfrutar", me contestó cuando le pregunté hace dos años por nuevos retos catódicos. ¿Puede ahondar en ello?

-Iré a donde me requieran. Espero no dejar de jugar (en todos los sentidos) nunca.