Joaquim Bosch (Cullera, 1965) es uno de los magistrados españoles con mayor tirón mediático, consolidado durante sus cuatro años de portavoz de la asociación progresista Juezas y Jueces para la Democracia. Crítico radical de los ministros Gallardón y Catalá, acaba de publicar El secuestro de la justicia, libro dialogado con Ignacio Escolar, ya en su tercera edición. Titular de un juzgado de Instrucción y Primera Instancia, llega con retraso a la entrevista "porque tenía juicios".

-Para que se haga cargo del tipo de entrevista: "¿Se hizo juez para premiar a los buenos y castigar a los malos?"

-No exactamente. Eso se llama ser justiciero, y en la Justicia no siempre está claro quienes son buenos y malos, que no coinciden con inocentes y culpables. Si criminalizamos hasta el extremo de atribuir una maldad intrínseca a los condenados, no entenderemos que hay personas que han tenido pocas opciones para hacer lo que han hecho.

-Un presidente de Tribunal Superior me dijo "todos los jueces somos conservadores".

-A ver cómo lo precisaría. La mayor parte de la judicatura española es conservadora, al igual que en otros países europeos. Ahora bien, no he visto nunca a un compañero juez que no juzgara al alcalde del partido al que ha votado. No es un problema de ideología, sino de imparcialidad.

-Me está hablando de jueces de base.

-El problema surge cuando el juez le debe el cargo a un partido concreto. En Gürtel, se ha apartado del tribunal a jueces con conexiones con un partido. Es decir, el sistema permite la injerencia del poder político.

-¿Tocan a demasiados corruptos por juez?

-España está a la cola de Europa por número de magistrados, y a la cabeza por el número de corruptos. Los jueces perseguimos en bicicleta a corruptos que van en Mercedes.

- Gürtel , Nóos ... son el fruto de jueces aislados, no de la judicatura.

-Estamos de nuevo imaginando a justicieros que arrasan con todo y que, cuanto más dura sea la condena, mejor. Eso hay que ponderarlo. La sentencia del caso Gürtel es una de las más importantes de la historia de España. Impone unas penas bastante altas, pero es respetuosa con los derechos de las partes y no obedece a un tribunal justiciero.

-¿Qué margen de error tienen sus sentencias?

-Al dictar sentencia, los jueces sabemos en la mayoría de casos que es prácticamente seguro que no será revocada. Ahora bien, en determinados supuestos las dos partes tienen razones. Ese veinte por ciento aproximado de casos pueden ser confirmados o revocados. El ser humano es falible, lo importante es que el sistema ofrezca garantías de que otra instancia efectuará una revisión.

-¿Oriol Junqueras y compañía son presos políticos?

-La etiqueta no es unívoca, y no significa lo mismo para la ONU que para Amnistía Internacional. No me preocupa tanto la etiqueta como valorar si las prisiones acordadas son acertadas. En el caso del procés, el debate gira en torno a la rebelión. Sin ella, no estarían en la cárcel, y me parece muy discutible que haya ocurrido porque implica un alzamiento violento. En mi opinión no concurre la violencia necesaria para ese delito.

-¿Qué tendría que haber ocurrido en Cataluña para hablar de rebelión?

-Por ejemplo, que Puigdemont hubiera dado instrucciones a los Mossos d'Esquadra para que ocuparan los puntos estratégicos de Cataluña, tras la declaración de independencia.

-Ha escrito El secuestro de la democracia con Ignacio Escolar, pero sorprende su sintonía con El Gran Wyoming.

- Jajaja, efectivamente. Me encanta, y es uno de los presentadores con más capacidad para informar con humor, y además es una persona de una cultura vastísima. Aunque está claro que representa un personaje, hay que tener mucha talla intelectual para interpretarlo tan bien.

-¿Los jueces se sienten celosos de que la ministra de Justicia sea una fiscal?

-Dolores Delgado es una fiscal de amplia experiencia en la lucha antiterrorista y de grandes capacidades procesales. Los jueces solo esperan que ponga remedio a los problemas que no abordaron los ministros Gallardón y Catalán.

-Antes teníamos libertad de expresión con las mismas leyes que ahora.

-Ha habido un retroceso. En los años ochenta, con un gran anhelo de libertad, en la primera cadena de TVE se contaban chistes de Carrero Blanco que eran aplaudidos sin rechazo social, en reconocimiento del derecho a la sátira. Hoy te pueden llevar a la cárcel. Con los procesos en marcha, vamos a ver centenares de condenados, se han creado espacios confusos de interpretación. Tendremos sentencias contra España, por no respetar la libertad de expresión.

-¿Qué le obligaría a dejarlo?

- Ufff, tengo que pensarlo. Hay momentos en que te sientes desbordado, pero las únicas veces en que me lo he planteado es para escribir una novela. Tengo un proyecto con 400 páginas en bruto de una narración sobre la Guerra Civil, los campos de refugiados franceses y el exilio republicano. Necesitaría una excedencia para rematarla.