- Dicen sus lectores que Ordesa se lleva por delante todo lo que ha escrito hasta ahora.

-Sí, porque la historia es muy contundente. Es el relato familiar e íntimo de la pérdida de tu padre y de tu madre, de la desolación, de una situación difícil que yo estaba viviendo en el momento en el que lo escribí? Todo eso hace que este sea un libro muy especial, con muchos filos y con verdades muy duras también. Son las verdades de la vida.

-¿ Ordesa es un libro sobre el dolor o sobre la verdad?

-Quizá dolor y verdad podrían ser sinónimos en algún momento. Los seres humanos suelen apartar la verdad de sí mismos, porque lleva aparejada bastante dolor, así que dolor y verdad pueden ser sinónimos, sobre todo en Ordesa. Es un libro que concebí como una carta de amor a mi padre y a mi madre. Como una carta de agradecimiento, pero eso sí, un agradecimiento que contiene todo lo que pasó, no un agradecimiento frívolo.

-Comenzó a escribirlo pocos días después de perder a su madre. En esa época se le acumularon las fatalidades. Orfandad, un divorcio, problemas con el alcohol?

-Menudo rosario de cosas [risas]. Claro, es que yo quería que se entendiera que era importante el sitio desde el que iba a encontrar la historia de mi padre y de mi madre. Por eso el narrador cuenta todo lo que le está pasando en el presente. Evidentemente, el narrador narra mi vida, pero el relato es importante en tanto que el lector coloca a su propio padre o madre en la historia y a sí mismo como narrador. Lo más bonito que me ha pasado con Ordesa es que muchos lectores me dicen: "Después de leer tu libro, cuando me llama mi madre le cojo el teléfono", [se ríe]. Me quedo con haber conseguido que los hijos amen más a sus padres.

-Y siendo su libro más personal, ¿por qué ese anonimato del narrador?

-Es una historia vivida, entonces tenía que poner muros de contención. Había que disolver algunas cuestiones. Por ejemplo, los nombres de los personajes toman los nombres de los compositores de música, y el narrador cuenta cosas que me han ocurrido a mí, pero esa historia es común a todos los seres humanos. Todo ser humano es hijo y todo ser humano se enfrenta tarde o temprano a esa situación de perder a quien te ha puesto en el mundo. Este es un libro que enfrenta esos sentimientos, pero sin recurrir a los tópicos.

- ¿Le resultó duro afrontarlos? Decía en algún artículo que le acabó teniendo miedo al libro.

-Sí, es verdad. Yo al libro le tengo miedo. De hecho, lo cerré en septiembre del año pasado cuando lo acabé de corregir y no lo he vuelto a leer. Daba miedo porque estaba toda mi vida allí. Yo sé que en Ordesa capté la vida, y eso como escritor me alegra, porque a los escritores les obsesiona captar la vida.

-Parece que hay ahora una oleada de autores que emplean la propia para escribir. ¿Flota en la literatura esa necesidad de ajustar cuentas con el pasado?

-Está pasando en la literatura, y no solo en la española, sino en todas. Yo creo que eso tiene que ver con una sociología del escritor. El escritor hijo de clase media-baja, que contempla cómo sus padres no pudieron acceder a la educación superior, pero sus hijos van a la universidad y no solo eso, sino que compran libros y al final incluso acaban escribiéndolos. Hay ahí una redención histórico-social de las clases medias-bajas españolas? Y sale también el crecimiento cultural de un país. Mi padre tuvo que dejar la escuela a los 12 años. ¿Qué ha pasado para que su hijo haya podido estudiar y escribir un libro donde se cuenta su historia?

-Además, resulta que su padre quería ser escritor.

-A mi padre le gustaban los libros. Pero no existía la igualdad de oportunidades que existe hoy en España. O eras hijo de buena familia, o no estudiabas. Mi padre no podía leer los libros como yo los he leído luego, porque no pudo estudiar.

-¿Las cosas han mejorado, entonces?

-Socialmente y materialmente sí. Pero cuidado, yo creo que mi padre fue más feliz que yo. Eso es una paradoja también [se ríe]. Yo he viajado y he escrito libros, pero eso no me ha hecho más feliz que mi padre.

-¿Por qué?

-Porque la vida es misteriosa. En el fondo eso es lo que dice Ordesa. Y que los misterios de la vida los indicas con el dedo, pero ya no sabes más. Yo veo misterios en la vida.

-¿No desentrañó ninguno mientras estaba escribiendo?

-Creo que he desentrañado el fundamental, que es el hilo de amor que hay entre padres e hijos. Hay un hilo misterioso de amor que pasa, una wifi entre vivos y muertos. Yo, por ejemplo, hay veces que estoy haciendo cosas en mi vida cotidiana y de repente aparece mi padre y mi madre porque ese algo que estoy haciendo también lo hacían ellos. ¿Eso que es? Eso son fantasmas. Evidentemente, todo el mundo o ha perdido o perderá a su padre y a su madre. Que yo haya hecho de eso una especie de odisea puede ser algo peculiar mío, pero también veo es lo más importante que le acaba pasando a la gente en la vida.

-Aunque uno no se dé cuenta.

-Es que la gente está trabajando. Te llama tu madre por teléfono y no lo coges porque crees que es más importante lo que estás haciendo. Pero esa llamada ya no volverá a ocurrir. Eso dice Ordesa. El libro dice: "Habrá un día en que el número de teléfono de tu madre no saldrá en la pantalla de tu teléfono móvil. Ten cuidado".

-¿Le pasó?

-Me pasó. Yo no le cogía el teléfono a mi madre porque estaba trabajando, hasta que un día me di cuenta de que ese número ya no volvería a salir en la pantalla. Eso me dio un vuelco al corazón. Me di cuenta de que estaba confundiendo las prioridades.

-Entendió mejor la relación con sus padres. ¿Y la que tiene con sus hijos? ¿Ahora se la plantea de forma distinta?

-[Risas] Yo creo que lo que pasó va a volver a pasar. Es una especie de maldición en la familia. Mi madre me decía: "Ojalá tus hijos te traten a ti como tú me estás tratando a mí". Luego, muchos lectores me han dicho que les ha pasado lo mismo con su madre [se ríe]. Ahí hay otro misterio de la vida. Por lo menos, ahora se verbalizan los sentimientos.

-¿Ha cambiado la familia de un tiempo a esta parte?

-En la familia que yo tuve en los años 60, verbalizar los sentimientos no era lo normal. Te querían, pero no te lo decían, porque era otro mundo, se decían las cosas con símbolos. Hemos cambiado mucho desde hace 50 años. A veces no nos damos cuenta pero, si te pones a recordar, te das cuenta de que sí.

-¿Y en el siguiente libro? ¿Volverá a tirar de memoria?

-No lo sé. Esto me ha dejado bastante exhausto, pero entiendo que en Ordesa hay unas claves de sinceridad que creo que puedo rescatar en otro libro. Me gusta contarlo todo a pie de vida. Eso es lo que yo voy a buscar de cara al futuro.