Los pies embarrados y la cabeza intentando imaginar cómo vivir en una tienda de campaña hecha de paja, hierba y plásticos. Esa es la sensación que uno tiene tras salir del campo de refugiados que recrea la iniciativa Acampa pola paz e o dereito a refuxio, organizada en los jardines de Méndez Núñez de A Coruña por la plataforma de ONG Coruña contra la Guerra y en la que colabora LA OPINIÓN. "¿De verdad hay personas que viven así?", le preguntaba ayer una niña pequeña a su madre al ver este espacio que persigue concienciar y recordar al mundo que esta es la realidad de millones de personas.

El suelo es de tierra y el agua se encuentra dentro de bidones de plástico, sin fuentes ni pozos. "Son las mujeres las que se encargan de rellenarlos", cuenta la coordinadora de Amnistía Internacional, Marga González. Conoce bien esta situación, pues trabajó como profesora en campos de refugiados. Una experiencia que le gusta recordar y contar a otros, para que nadie se olvide de lo que está pasando. "Hay que defender los derechos de los refugiados", apunta.

Además del agua, la leña también tiene un papel importante. Se puede encontrar esparcida por varios puntos del campo. Es su calefacción y sus fogones. "La leña es fundamental", expone Marga González. Pero dentro del campo no hay espacio para cocinas ni habitaciones. La vida, y la privacidad, se concentran en tiendas de campaña. Las hay de diferentes tamaños y todas hechas con "hierba, paja y materiales de las ONG como plásticos", según indica la coordinadora de Amnistía Internacional.

Una vez dentro, cualquiera puede pensar que el día a día ahí es misión imposible. Con espacio para apenas dos o tres personas, una cortina separa la cama de la cocina, la esterilla de paja de unas rocas con leña para colocar la sartén. "Es una forma de sentirnos refugiados por un día", reconoce Marga González.

Pero en este campo recreado en Méndez Núñez hay una construcción que destaca por encima del resto. Es grande, sin ventanas y hecha de paja. Al otro lado de la puerta, que es un hueco, se encuentra la escuela. "Que funciona también de centro cívico", añade la coordinadora de Amnistía Internacional. Bancos y mesas de madera en los que los niños pueden sentarse a dibujar, pero también a experimentar la vida de pequeños de otras nacionalidades que han tenido que huir de sus hogares por diversos motivos. Uno de ellos, el cambio climático, protagonista de esta segunda edición de Acampa. La coordinadora de Amnistía Internacional, que apunta que este es un "tipo de campamento no organizado", explica que "la sequía o las inundaciones" también afectan a miles de refugiados.

El lema y objetivo de Acampa aparece escrito, en varios idiomas, en la pizarra de la escuela: Por un mundo sin fronteras. Las visitas guiadas por el campo de refugiados continuarán hoy y mañana para sentir y ver de cerca esta realidad. "¿Y son todos así?", preguntó un asistente. No se esperaba la respuesta que recibió: "Los hay peores".