En una escuela en México se hizo una encuesta entre un grupo de estudiantes adolescentes. Uno quería ser ingeniero. Todos los demás, sicarios. Un grupo de alumnos de un instituto de educación a distancia de Guatemala acaba de enviar una carta al Ayuntamiento de Oleiros en la que muestran su inmenso agradecimiento porque gracias a sus ayudas económicas muchos han "dejado las drogas, el alcoholismo, las pandillas y la violencia extrema" y han pasado a tener una "oportunidad para salir adelante" y ser "personas útiles para nuestras comunidades". Cambiar la sociedad es posible, basta con la solidaridad de los pueblos y la existencia de personas como Rebeca Cervantes, que lleva 55 años viajando por los cinco continentes para ayudar a las personas más necesitadas en los peores escenarios de guerras y desastres naturales. Esta mexicana perteneciente a las Mercedarias de Bérriz (Vizcaya), con la que Oleiros lleva casi veinte años colaborando, ofreció ayer una conferencia en el castillo de Santa Cruz para mostrar el trabajo al que se dedica esta orden, la liberación de las personas a través de la educación.

El primer destino de Rebeca Cervantes fue Guatemala, a donde llegó en 1982, al poco tiempo de la subida al poder tras un golpe de estado de Efraín Ríos Montt, el dictador más sanguinario de América Latina, condenado por genocidio y crímenes contra la humanidad, y que aún murió en enero de este año, libre y en su casa.

"En Guatemala estuve 18 años. Cuando llegamos no llevábamos biblia ni nada que nos identificara como religiosas porque nuestro evangelio era liberador. Estábamos en Colomba, una población en una lomita de un barranco. El Ejército bombardeaba a la guerrilla y oíamos por encima de nuestras cabezas avionetas y helicópteros. Fue una época muy dura y dolorosa. A mí no me pasó nada, pero a una hermana y al padre los encañonaron. Vi secuestrar a personas, que jamás volvían. Mataban niños y mujeres embarazadas. Tantos secuestros, torturas, tantos muertos, dejan a una de por vida con una huella en el corazón y en el alma", relata.

En la pequeña localidad rural esta misionera y otra hermana se encargaban de formar a campesinos que caminaban cuatro horas desde las montañas, muchas veces bajo lluvias torrenciales, para asistir cuatro horas a la escuela y regresar. Rebeca Cervantes también se encargaba de formar a 26 grupos de mujeres, líderes en sus localidades. "Trabajamos en redes, yo formaba a las líderes y ellas después hacían lo mismo en sus comunidades". Ahora que se habla del feminismo y el empoderamiento de la mujer, Rebeca Cervantes ya lo hacía desde los años ochenta en el peor escenario para la mujer, en países pobres y sociedades muy machistas. De su labor misionera salieron mujeres fuertes como "una indígena que se lanzó a ser concejal" o el caso de Laura Escobar, una viuda de cincuenta años a la que le habían matado dos hijos y que tras conocerla en los grupos que llevaba, la volvió a encontrar años después porque "quería superarse", estudiar.

Esta madre mercedaria pidió ayuda a Oleiros y el Concello costeó tres años de formación de Laura Escobar y ésta logró el título de técnico de laboratorio clínico. Se levantaba a las cuatro de la mañana para estudiar antes de ir a trabajar. "A Laura le ofrecieron un trabajo en un hospital en la capital y un sueldo el triple de lo que nosotros le podíamos pagar en el dispensario en Colomba. Y ella dijo no, dijo que se debía a los que la habían formado", relata. La educación, la formación, es el instrumento más revolucionario. "Lo que se siembra se recoge. Es un fruto muy hermoso y esperanzador, alguien que ha tomado conciencia radical. Siempre digo que la formación lleva a concienciación y ésta a la liberación y de ahí al compromiso", recuerda con una sonrisa esta religiosa de 77 años de energía imparable y una autoridad moral que impone. Sobre Oleiros, se deshace en halagos. "Es un canal de solidaridad".

Esta mercedaria se encontró con el alcalde oleirense Ángel García Seoane en un aeropuerto cuando iban a asistir a la entrega de un honoris causa a Rigoberta Menchú y desde entonces el Concello colabora con Cervantes, tras conocer de cerca su labor. Son ya 18 años de ayuda, tras la primera que fue para comprar un vehículo para los recorridos por la selva en Chiapas (México). Después fueron partidas para construir casas tras un terremoto, ayudas en el programa de formación de los campesinos a través de la radio en Guatemala. Bérriz es otro municipio que siempre les ha echado una mano.

Cervantes también pasó seis años en Roma, donde fue consejera general, un trabajo que la llevó de nuevo a estar todo el tiempo viajando para visitar las setenta comunidades que tienen las religiosas en los cinco continentes. Es coordinadora de las Mercedarias para México y Centroamérica. También gestiona ayudas, como las que logró para religiosos en Haití tras el terrible huracán.

Las misioneras no se jubilan. "No, es mi vocación, mi alegría y mi felicidad. Una hermana con 93 años llevaba tres grupos de reflexión con mujeres", advierte esta religiosa que está encantada con el nuevo papa Francisco. "Hemos vivido en un invierno eclesial. Si Juan XXIII abrió las ventanas, Francisco ha abierto las puertas y ha quitado el techo, nos está dando ánimos, impulso, vitalidad. Es un hombre del pueblo para el pueblo. Es la esperanza de nuestro pueblo".