- "En 2019 no se me volverá a oír en un escenario", dijo usted en 2016, cuando presentó The Final World Tour. ¿El plan sigue siendo el mismo?

-Soy muy egoísta y me gusta mucho cantar, todavía me gusta el contacto con el público. Creo que puedo ofrecer al público algún tipo de cosas que le pueden interesar. Es difícil el adiós definitivo, pero si no es a final de 2019 será muy poco después.

- Sus seguidores no aceptarán su adiós.

-Si eso es cierto, me llena de ilusión. No tengo previsto nada. Creía que esta gira, cuando la pusimos en marcha, sería la del final, pero sinceramente, en muchos sitios donde actúo me piden que vuelva. Y yo lo hago encantado.

- ¿Le queda algo por vivir, por cantar, por sentir, sobre un escenario?

-Evidentemente a cualquier artista le queda algún rol en el tintero y a mí, probablemente, también. Lo que ocurre es que un cantante tiene que ser bastante consciente de sus limitaciones y hay cosas que yo hace 30 años hubiera hecho sin aparente problema y hoy en día son prácticamente una utopía en cuanto a repertorio. Pero me siento un afortunado porque la mayoría de papeles importantes del repertorio tenor los he podido cantar, ya sea Puccini, Verdi, Bizet o Donizetti.

- Usted ha dado su vida a la música, desde muy temprana edad. ¿La respuesta ha sido recíproca?

-La música me lo ha dado todo. Esta profesión es mi vocación. La satisfacción de hacer algo que es vocacional es un lujo en la vida. El canto ha sido mi lujo en la vida, me lo ha dado todo.

- Cumplió sus sueños de niño: dedicarse a la música. ¿Un artista debe soñar?

-Más que sueños, yo he cumplido mis grandes deseos. Poder subir a un escenario e intentar transmitir emociones a través de la voz es algo fantástico.

- Ha estado tres años seguidos dando clases en el Conservatorio Rossini de Pésaro. ¿Su futuro pasa por impartir clases magistrales?

-He estado en Pésaro estos tres años porque el pianista con el que actúo normalmente en recitales es catedrático de piano de ese Conservatorio. En lugar de clases magistrales prefiero llamarlas cursos de perfeccionamiento, suena mucho menos pomposo. Volveré el próximo año. Desde otros conservatorios también me lo piden, pero lo hago en Pésaro por esa relación especial que he apuntado. Sobre todo me gusta cuando son cursos con tenores, con ellos me siento más cercano. Todos los cantantes merecen una mínima sugerencia.

- ¿Qué les sugiere a quienes empiezan en el canto?

-Decía Pietro Mascagni que para cantar incluso hace falta tener voz. Eso quiere decir que hay muchas cosas que van conjuntamente ligadas a lo que es una voz: musicalidad, respeto al autor, disciplina? Si el cantante joven no se mentaliza de que la disciplina es fundamental poco lejos va a llegar.

- Cuando montó los tres tenores con Pavarotti y Plácido Domingo, ¿tuvieron la certeza desde el inicio de que iban a triunfar?

-Confiábamos muchísimo en que el público lo iba a apreciar e incluso a agradecer pero la verdad es que el éxito sorprendió a la misma empresa. El éxito fue extraordinario y se dio por varios motivos, el primero, es que los tres formábamos una química especial, los tres éramos y somos muy distintos como artistas y seres humanos, también físicamente, y eso creaba una química que llegaba de modo fácil al público.

- ¿Tres tenores actuales que merezcan sus aplausos?

-Jonas Kaufmann, Juan Diego Flórez y Roberto Alagna. Si tuvieran la idea de repetir lo de los Tres Tenores seguramente lo harían bastante bien pero aparte del resultado artístico también hace falta tener un espíritu deportivo para subirse a un escenario y competir con tus colegas. Eso es lo que nosotros tuvimos.

- El 13 de julio de 1987, hace exactamente 31 años, le diagnosticaron leucemia. ¿Cómo se derrota a esta enfermedad?

-De varias maneras, la primera, dedicando todos los esfuerzos y medios necesarios a la investigación. Esto es fundamental y es lo que nosotros desde nuestra fundación estamos intentando mentalizar a la gente. Yo me sentí muy en deuda con la comunidad médica y también con la sociedad civil que me dio tantísimas muestras de afecto y solidaridad, y por eso cree la Fundación Josep Carreras. Tuve la suerte de ser tratado por un equipo médico de nivel. Afortunadamente en el país los hay y excelentes. Y también tuve la ayuda que me llegó desde arriba, una ayuda exterior.

- ¿La música también le ayudó a sobrellevarlo?

-Muchísimo, y no concretamente la música lírica, sino la sinfónica. No sé por qué pero un concierto de piano de Rajmáninov, el número 2, que tenía en casete, lo estuve escuchando constantemente, un día sí y otro no. Me ayudó.

- Antes hacía referencia a la investigación. ¿Por qué suspendemos en este campo en España?

-Habría que preguntárselo a los que administran el país. Lo que sí es evidente es que ningún Estado en el mundo, y hablo de los más ricos, como Estados Unidos, Japón o Inglaterra, pueden llegar solos a dominar la investigación. Son muy a menudo las iniciativas privadas las que complementan donde no puede llegar el Estado. Eso es lo que intentamos hacer nosotros.

- ¿Con cuántos socios cuenta en la actualidad la Fundación que lleva su nombre y preside?

-En la actualidad contamos con una cifra superior a los 100.000 socios. Estoy muy orgulloso de que muchas personas crean en nuestro proyecto y nos apoyen.

- ¿Qué le aporta el trabajo diario en la Fundación?

-Es una deuda que tengo, por la muestra de afecto, apoyo y solidaridad que recibí de personas que creyeron desde el primer momento que podía superar el trance y vencer la enfermedad. Saber que desde mi pequeñísimo lugar puedo intentar ayudar a que esta enfermedad sea un día curable siempre y para todos me produce una gran satisfacción como ser humano.