Han pasado casi 26 años del triple crimen de Alcàsser (viernes, 13 de noviembre de 1992), pero la herida sigue sin cicatrizar. Dos películas y un documental por estrenar recuerdan que la página está lejos de ser pasada. Manuel Giménez de Llano, valenciano de nacimiento, historiador de formación y cineasta de profesión, es autor de la película Las niñas, un largometraje (el primero de su carrera) que narra con crudeza casi de documental diez horas de terror indescriptible que vivieron Míriam, Toñi y Desirée aquel día, desde su rapto por Antonio Anglés y Miguel Ricart hasta su asesinato en el recóndito paraje de La Romana (Tous). Y lo hace intercalando, enfrentando, más bien, esa verdad cruda y cruel, extraída de las conclusiones de la sentencia judicial, con el relato "lleno de milongas" de un Ricart recién salido de la cárcel durante una entrevista (¿supuestamente?) ficticia ante otra cámara, la de una televisión privada que lo secuestra en un hotel de lujo de Madrid para obtener esa grabación millonaria en audiencia.

El retrato cinematográfico más sincero del caso no concede ni un segundo de sus 105 minutos de metraje a la teoría de la conspiración, lo que le ha costado críticas feroces por parte de los seguidores de esta, con acoso e insultos a través de las redes, ya que defienden la otra película sobre el caso ( 75 días), que sí se nutre de esos fantasmas "conspiranoicos" que llevan envenenando el caso desde casi sus inicios.

Si las negociaciones con las distribuidoras prosperan, estrenará en breve una cinta de escaso presupuesto, entre 400.000 y 500.000 euros de dinero privado ("No quisimos pedir ni un euro de subvención pública", matiza Giménez de Llano), rodada desde noviembre de 2016 hasta casi un año después.

-¿Por qué una película sobre las niñas de Alcàsser ahora?

-Es algo pensado desde hace años y ahora se han dado las circunstancias financieras. El caso no me interesa más que cualquier otro suceso, lo que quería es mostrar la violencia física tal como es, cruda, sin estilizar, repugnante. El caso Alcàsser es eso con un elemento añadido: la violencia ejercida contra las mujeres. Ese es el fin, mostrarla como es: despiadada. No quería profundizar en el morbo, sino en la banalidad de la violencia. Transmitir que puedes estar en una terraza sentado al lado de un psicópata sin saberlo, porque no es un satánico vestido con túnica y una camiseta con la leyenda "psicópata", sino un tipo de apariencia normal.

-¿ Tarantinizar el crimen? ¿La exhibición cruda de la violencia humana de cineastas como este? ¿Los límites humanos?

-No quería hacer un thriller. Estamos rodeados de violencia por todas partes: cine, videojuegos... Quería hacer algo donde la violencia no fuera bonita, estilizada... Se trata de darle a la violencia el estatus que merece, y más en un caso tan repugnante como este. No tengo nada contra Tarantino, pero la violencia real es fea y espantosa. En la realidad no le pegas un tiro a un tipo y luego sueltas un chiste.

-¿Espera aportar una visión distinta al caso? No hablo del hecho judicial, que está muy claro, sino del monstruo insaciable de microintereses personales construido alrededor del triple crimen de tres adolescentes.

-No es mi intención. Una película nunca es un documento histórico. Hay gente que tiene su idea y no la voy a hacer cambiar de opinión, pero es que tampoco es mi intención. La única idea central es intentar hacer ver que el mal es algo absolutamente banal, desprovisto de intenciones diabólicas. Nos hemos acostumbrado, por ejemplo, a que cada mes aparece un chaval con un arma en Estados Unidos que mata a compañeros, profesores y a quien pilla en su escuela o su instituto, y es un chaval cualquiera... De eso quería hablar, de lo banal que puede ser la mayor atrocidad.

-El público actual está demasiado acostumbrado a la violencia estética, ficcionada, irreal, confinada en una pantalla, sobre todo el más joven. ¿No corre el riesgo de que no perciba esa realidad desnuda del horror?

-No creo. He querido huir del thriller y casi dejar que la cámara sola grabase todo el horror. Como si una cámara hubiese estado allí en aquel momento. Es casi una performance del horror más banal.

-¿Cómo trabajó el guión? ¿En qué se inspiró o a partir de qué elementos se informó?

-Me hice como pude con todo lo que se había publicado en el caso Alcàsser y lo que hay en internet.

-Peligroso...

-No, no, verá... Después, me bajé el sumario y me dediqué todo un verano a leerlo. Eso es lo que hay en la película.

-¿Ha habido problemas para hallar distribuidores precisamente por tratarse de este caso?

-Creo que no. Ahora estamos negociando con distintas distribuidoras. Hay mucha más gente de la que nos creemos que sabe que la realidad es la que recoge la sentencia judicial y que no se deja llevar por teorías conspiratorias. Incluso nos defienden en la página de Facebook de Las Niñas, pese a que ni me conocen ni han visto la película ni está bien visto actualmente defender el trabajo de los jueces. Lo que me sorprende es que esa conspiración siga tan viva 26 años después. De hecho, todas las críticas y ataques nos han llegado en Facebook de quienes defienden la conspiración. ¡Si hasta han organizado una petición en Change.org para que se prohíba...!

-Que la polémica esté viva puede ser bueno en taquilla, ¿no?

-No sé si va a ser bueno o malo. Lo que me sorprende es que en este país seamos tan reticentes a hacer cine sobre nuestra historia, sobre todo la criminal, más reciente, como por ejemplo hizo Carlos Saura con Puerto Hurraco.

-Hombre, el caso Alcàsser tiene una carga emocional mucho más próxima: niñas adolescentes de clase media, la violencia machista, el terror a los raptos en una salida nocturna de ocio... Durante muchísimos años han sido las hijas de cualquier familia española... Creo que es valiente y arriesgado por su parte, sobre todo cuando deja claro que de teorías conspiratorias, cero...

-No es una cuestión de valentía, de verdad. Lo que me sigue pareciendo increíble es que se magnificara tanto una historia tan cruda, tan cutre, si se me permite la expresión, tan vulgar y cotidiana.

-Habría tenido más facilidades si hubiese asumido la teoría de la conspiración... El lado oscuro resulta más atractivo y tiene más recorrido en la industria.

-Desde el primer momento dejé claro que mi película va sobre algo tan básico como que dos delincuentes comunes se topan con tres niñas, empiezan a improvisar, se les va de la mano y las matan. Nunca quise hacer un thriller aprovechando un caso tan brutal como este. Sólo contar con crudeza la violencia que se desplegó.

-¿Ha hablado con las familias?

-No. Me lo planteé en su momento y consideré que no era oportuno. No me pareció conveniente.

-¿Buscar actores inexpertos era por aportarle frescura?

-No. Necesitaba gente con apariencia muy joven. Fui directamente a buscarlos a las escuelas de arte dramático, tanto a la oficial como a otras. Hablé prácticamente con todos los candidatos potenciales y a la gran mayoría no les pareció bien el proyecto y rechazaron participar. Les gustaba el guión pero decían: "Siendo de las niñas de Alcàsser, no quiero hacerlo". Y hablamos de gente que ni siquiera había nacido cuando sucedió? Eso me llamó mucho la atención, porque Alcàsser no se nombra y tampoco se citan apellidos, por ejemplo.

-¿Lo pasaron mal?

-Muy mal. Y no sólo las actrices, sino también los actores que han encarnado a Ricart y a Anglés. Pese a que nos llevábamos muy bien y que el ambiente de equipo era excelente, pasaron momentos muy duros, francamente malos, porque se daban cuenta de que eso que estaban representando lo había hecho alguien de verdad. Igual que ellas, que decían: "Es que este terror que estoy fingiendo, lo sufrieron las niñas de verdad, les hicieron todo esto de verdad". Por eso quería tener de referencia el caso Alcàsser. Podía haber sido un guión original, pero quería que fuese un caso real para transmitir esa violencia real que ocurre cada día y que volverá a ocurrir.