-En Fariña habla de la omertá , esa especie de ley silenciosa que lo oculta todo y nadie se moja para cambiar las cosas. ¿Esto sigue ocurriendo a día de hoy?

-Sí, en parte. Esa omertá es una especie de silencio, pero obligado. No es fácil para un vecino denunciar a un delincuente, porque al final es su vecino y esto implica muchas cosas. Tampoco es sencillo denunciar a los poderosos y que demostraron ser peligrosos. Por eso hay una especie de omertá, pero como en cualquier otra parte donde hay un fenómeno criminal. No es fácil afrontar esto. Los que tienen que llevarlo a cabo son las fuerzas de seguridad y los políticos, que por fin atacan, pero que durante muchos años en Galicia se mantuvieron inertes, sin hacer nada. Los narcotraficantes se aprovecharon de la situación. Entonces ese temor y la desconfianza de la gente a hablar surge porque aún se está demostrando que el narcotráfico está muy presente en Galicia, a diferencia de hace años, cuando la situación se veía como algo del pasado, algo que no tenía que ver con Galicia.

-¿Hasta qué punto sigue presente en la sociedad?

-Hasta el punto de que, aunque no es el monopolio que fue en sus tiempos, Galicia sigue siendo una puerta de entrada de cocaína muy válida para Latinoamérica. Aun- que el narcotráfico ahora se ha globalizado con nuevas rutas y centrado en los puertos mediterráneos, Galicia nunca ha dejado de ser una alternativa atractiva por su mar, por los métodos gallegos pesqueros, sus planeadoras, las lanchas rápidas y su especialidad en entrada en grandes cantidades. En el día a día el narcotráfico no afecta al turista ni a los vecinos. La gente ha comenzado a conocer las Rías Baixas por su gastronomía y belleza y por fortuna, lo estamos dejando atrás. Es un paisaje que sigue existiendo pero afortunadamente parece que va a menos. De todos modos, hay que tener presente que aunque esa actividad sea invisible, está ahí y afecta a la economía gallega, con influencia y peso. En Galicia nunca ha dejado de existir, es un eslabón más y esto no tiene pinta de que vaya a terminar.

-¿Y cómo valora la reacción que la sociedad gallega ha mostrado tras la publicación de su libro?

-La reacción de la gente ha demostrado que la sociedad gallega ha madurado mucho en los últimos años. Pensé que habría gente que se enfadaría, pero lejos de ponerse a la defensiva, adoptaron una postura crítica con los errores, con la realidad que ocurrió y no dieron la espalda a esa realidad. La gente supo sacarle partido al fenómeno y hacer cultura popular, incluso sátira y humor con eso. La sociedad gallega encaró y aceptó lo que había sin complejos.

-Su último reportaje, El difícil camino del último país del mundo , habla de Sudán, un lugar en el que buscan la paz, ¿pero cómo conseguirla sin un Estado?

-Ahí está el problema. Son historias complicadas y extremadamente complejas, en las que hay miseria, violencia... y con niños, que es la parte que más nos afecta. Tienes que ser testigo y correa de transmisión de aquello que está pasando. Tienes que ser lo más frío posible en ese sentido, huir del dramatismo, o no ser más dramático de lo que ya lo es la situación. Que el lector comprenda esa dura realidad. Después de tantos años de guerra y sin presencia del Estado es dificilísimo avanzar. Ahora firmaron un acuerdo de paz que se debería implementar en ocho meses. Esperemos que se cumpla, porque es su único camino y solución; si no, seguirán condenados.

-Como en ese, en otros reportajes suyos se nota esa querencia y atracción por las historias como tal. ¿Se debe a algo en concreto?

-Sí, contar historias siempre me ha atraído muchísimo. No me preocupa tanto el ámbito o género, sino encontrar una historia que creo interesante. No solo para mí, interesante para contar y para leer, que llegue al lector.

-¿Y su etapa como freelance le permitió encontrar más historias?

-La verdad es que siempre quise y tuve en mente ser freelance. Quería buscar mis propias historias, contarlas y tener esa libertad. Ser freelance es muy complicado, hay que moverse mucho y económicamente es un riesgo, pero me dio una libertad total. Esa época me ayudó mucho, trabajé para diferentes periódicos y ahora como reportero hago trabajos en los que cuento con esa libertad que me gusta para hacer historias un poco más amplias. No están tan pegadas a la actualidad, pero son profundas.