Su padre rompió los esquemas del flamenco con Omega, y ella sigue hoy su estela armada de ritmos pop rock. "He recibido muchísimas críticas del purismo que te dejan sin habla, pero eso es lo que me da más ganas de hacer lo que siento", dice convencida Soleá Morente, que no retrocede ante el sector más academicista del género. El cante jondo, lo fusiona en su nuevo disco Ole Lorelei con todo tipo de ritmos, en los que se atreve hasta con el autotune. Sus temas los interpretará mañana a las 22.00 horas en Afundación tras la proyección a las 20.00 horas de un documental sobre Omega, en el que se unieron hace décadas el arte de Enrique Morente y Lagartija Nick.

- ¿Hasta dónde llegó la responsabilidad de Omega en la regeneración del flamenco?

- Omega ha tenido consecuencias bastante positivas. Para las nuevas generaciones fue un camino muy interesante para poder ir traduciendo toda esa tradición del flamenco. Mi padre decidió adaptarlo al momento que estaba viviendo, y creo que fue una revolución, aunque ha sido muy discutido por la crítica.

-Se habló de él como el disco que dividió en dos el género.

-Yo creo que lo que hizo fue ampliar la extensión del flamenco y abrir nuevas puertas. Hay una reivindicación del flamenco puro y jondo, porque mi padre siempre ha sido cantaor, pero traducido a otro mundo con ese sonido de Lagartija Nick. Me parece que fue muy valiente, porque muchas veces nos da miedo llevar a cabo las ideas que tenemos, por si van a pensar que estamos locos. Omega es un ejemplo de que hay que hacerle caso a la intuición y, sobre todo, amar lo que haces como amaba mi padre el arte, la música y el flamenco.

-Usted apenas tenía 10 años cuando se grabó aquel disco, pero ya hacía sus pinitos.

-Sí, es que para mí Omega fue mi debut en el arte y el flamenco. Era muy pequeñita, pero participábamos haciendo coros y palmas en el disco, y también en los conciertos. Vivimos una catarsis, por así decirlo. En casa se estaba viviendo algo muy especial, aunque yo no era muy consciente, pero veía a mi padre inmerso en un proyecto que le llevaba a abstraerse mucho y que era diferente a todo lo que estábamos viendo. Los Lagartija Nick viniendo a ensayar a casa, aquellos conciertos tan apoteósicos?

-No se imaginaría tampoco hasta qué punto marcaría eso su música.

-Claro, yo jamás pensé que lo que estaba haciendo mi padre iba a determinar mi vida, porque yo entiendo la vida y el arte como un todo. Haber visto a mi padre trabajar me ha influido de una manera muy fuerte, hasta el punto de hacerme rockera. También hemos heredado sus amistades, que me van llevando por un camino y por otro. Con Los Planetas y Lagartija Nick en Los Evangelistas empecé a descubrir la psicodelia. Ahora estoy preparando el siguiente disco...

-¡Si acaba de sacar el último!

-[Risas] Es que esto es así, es un no parar. Aquí en Granada hay un ambiente increíble, y muchos compañeros hacen cosas interesantes, así que voy metiéndome en proyectos con unos y con otros. El nuevo disco será una historia totalmente diferente a los trabajos anteriores.

-Su álbum más reciente, Ole Lorelei , también era bastante rupturista, aunque sorprendentemente cuenta con una mayor presencia del flamenco. ¿Se ha acercado más a sus orígenes en este trabajo?

-Sí. Hasta ahora no había hecho ningún cante flamenco, y en este caso sí me meto más en esa tradición. La intención es naturalizar mi afición hacia el cante flamenco, y quitarme prejuicios del purismo que no llevan a nada, sino a la no evolución. Simplemente me apetecía cantar una alegría, una soleá y un fandango y ¿por qué no, si es algo que llevo escuchando desde que nací? Me decidí a hacerlo y demostrar que todo el que quiera cantar flamenco lo puede hacer tan tranquilo.

-Pero no todos se atreven.

-Hay un respeto muy grande. Pero si hay una necesidad de cantar porque lo sientes en el alma, ¿por qué no hacerlo, aunque no seas gitano o de Andalucía? Yo creo que la vida en general se convierte en arte cuando hay verdad. Pero hay esa lucha entre el purismo y el modernismo, que está hoy en día en su máxima vigencia.

-¿Caminar entre uno y otro le ha valido críticas?

-Sí, recibo muchísimas críticas por parte del purismo, no solo en los periódicos sino también en las redes sociales, con cosas que te dejan sin habla. Pero eso es lo que a mí me da más ganas de hacer lo que realmente sienta.

-En Ole Lorelei lo hace además componiendo. Las letras le han salido un poco oscuras, hay mucho desamor.

-A través de esas metáforas de amor o desamor hay un trasfondo de crítica social, un sentimiento de inconformismo con lo que ocurre en la sociedad en la que vivo. Lo expreso a través del desamor, aunque creo que el amor es la mejor política.

-¿Qué es lo que le incomoda tanto del panorama actual?

-Por ejemplo, la situación que vivimos, en la que muchos artistas son llevados a la cárcel por expresarse o escribir un tuit. Da la sensación de regresión a tiempos dictatoriales. La vida social y política está en un momento muy convulso, pero también creo en el ser humano. Llegaremos a un momento en el que nos podamos entender cuando comprendamos que todos somos iguales y que debemos respetarnos los unos a los otros.