No es fácil ser José María Sanz. Hay que ser bastante alto, andar largo de amor propio, respetar a tus mayores, confiar en los jóvenes y, lo más difícil de todo, llevar 40 años utilizando el sobrenombre de Loquillo para vivir de defender una cosa muy imprecisa que él llama " rock'n'roll actitud". Solo él lo ha conseguido y lo celebra con un recopilatorio de 55 canciones, que demuestra por qué el que resiste gana, y con una gira en grandes ciudades.

- Desde la experiencia de esas cuatro décadas, ¿cómo ve el actual panorama del rock español?

-Necesita un lavado de cara importante. Desde los cantautores a los melódicos, triunfitos o solistas de los 40 Principales, todos, y he dicho todos, mueren por ser rock, imitan todo lo que pueden. Hay que darle la vuelta a muchas cosas, en serio. Si no, nos comerán la tostada a nivel de promoción. Uno no sale de su asombro viendo cómo el nivel de la música nacional lo marcan los Premios 40 Principales. De traca.

- ¿La nostalgia por la música de los 80 acabará con las cosas buenas que recordamos de ella?

-Los franceses nos venden la nouvelle vague, los ye yes, al nuevo Gainsbourg o a la Lolita para cuarentones pitopáusicos, y nadie dice nada. La Pérfida Albión nos invade con la música de siempre cada equis tiempo, nos recuerda a los jóvenes airados de turno o te pasan la minifalda y el swinging London por la cara, y a callar. Para algo que es nuestro tampoco es cosa de ser menos que nuestros vecinos.

- Supongo que tiene amigos en bandas que participan en festivales de homenaje a los 80. ¿Comprende que recurran a revivalismos para vivir de la música?

-No entro a valorar sus motivos, no soy juez ni parte. Una vez cometí el error de tocar en uno de esos festivales disimulados y al subir al escenario me vi en una encerrona; decidí no tocar ni una canción de esa época. Fue desagradable.

- 40 años de Loquillo y de la Constitución. ¿Quién maduró mejor?

-Tres millones y medio de discos vendidos solo en España, 30 discos editados que recuerde, tres novelas publicadas en Ediciones B, dos documentales de género producidos, más dos montajes teatrales... Si a todo ello añado la Medalla de Oro de las Bellas Artes y la de Honor de mi ciudad, debo decir que no está mal para un chico del barrio del Clot. Y jamás me han dado el Ondas, eso da mucho caché [Ríe]. En el caso de la Constitución, creo que está pasando por la famosa crisis de los 40.

- En Francia la gente hizo colas para comprar el disco póstumo de Johnny Halliday. ¿Se imagina algo parecido en España?

-Francia es un país que respeta y ama su cultura, es fácil de entender. España sigue anclada en la del Lazarillo de Tormes. Su última reencarnación fue con el presidente Zapatero, Lazarillo disfrazado de heraldo de la libertad y pirateo a los autores por orden directa de las multinacionales de la telecomunicación que se forraron mientras el Gobierno miraba a otro lado. En Francia muere un artista como Johnny y van tres presidentes al funeral, aquí se muere Paco de Lucía y ya puedes esperar sentado.

- ¿Es más peligroso el éxito o el fracaso?

-Morir de éxito es una cosa, pero hay algo peor: morir de fracaso.

- Ahora se rodea de músicos más jóvenes: Igor, Mario Cobo, Josu García, Alfonso Alcalá, Lucas Albaladejo... En los conciertos hay un momento en el que ellos se adelantan y usted se queda mirando desde detrás del escenario. ¿Paternalismo o respeto?

-Respeto, naturalmente. Son el dream team de los músicos de rock de este país, cada uno juega en su posición, somos la 101 Aerotransportada, nos lanzan y hacemos nuestro trabajo. Yo soy el peor músico de todos ellos pero el mejor líder para gestionar su talento. Nos imitan y nos temen. Perfecto.

- Trabaja en un nuevo disco con Luis Alberto de Cuenca, Santi Balmes, Sabino Méndez, Carlos Zanón, Marc Ros, Leiva, Gabriel Sopeña, Igor Paskual y Mario Cobo. Está claro que usted no cree en las listas paritarias...

-Si en algo valoro a las personas es por su talento, trabajo y profesionalidad. Nunca dejé de trabajar con nadie ni juzgué a nadie por sus ideas políticas ni por género. Mejor nos iría en España si abandonáramos estas prácticas de sociedades poco avanzadas. Hay brillantes compositores que han escrito maravillas para voces femeninas, ya va siendo hora que se dé la vuelta a la historia. No tengo ningún problema, pero nadie me lo ha propuesto.

- Durante un tiempo dejó de cantar La mataré porque algunos ya les acusaban entonces de "apología del asesinato". Ya hace años que la vuelve a cantar pero, ¿ha tenido dudas de nuevo por toda la ola de corrección política, listas de canciones machistas y demás?

-Ya tengo una edad para como para tener dudas. Vivimos una etapa de corrección política que roza el moralismo más carpetovetónico y la caza de brujas, aunque yo no voy por ahí ni pidiendo que me tiren peluches. Hay casos donde la política utiliza el recurso, no para concienciar sobre la violencia de género sino para manipular la educación dependiendo el idioma de la composición. ¡Tiene cojones el tema! ¡Pura Inquisición! En otros casos es el negocio de señalar con el dedo a unos artistas de renombre para ganarse reputación entre la órbita feminista. Frivolizar con este tema, ni en broma. Peor aún es utilizar la violencia de género por interés político mientras ellos, los políticos, siguen sin aprobar una ley que garantice igualdad de salarios.