Las matemáticas le han dado la gloria, pero no le hacen llorar como la poesía a Yves Meyer, ganador del premio Abel 2017, el Nobel de las matemáticas, por su teoría sobre las ondículas. Es la literatura y, sobre todo, Antonio Machado y Miguel Hernández, lo que de verdad emociona a este incansable profesor de la prestigiosa École Normale Superieur de París, donde cada cinco años cambia de investigación y dona a sus alumnos todos sus conocimientos para que saquen sus propias conclusiones. Enamorado de España, el inquieto Meyer anunció en la Fundación Ramón Areces, donde habló con Epipress, que aparca sus estudios sobre la imagen para regresar a los cuasicristales que intuyó hace años y con los que, en 2011, Daniel Shechtman ganó el Premio Nobel de Química.

-Estará orgulloso de haber recibido el premio Abel de la Academia Noruega de Ciencias y Letras.

-Pienso que haberme dado el premio ha sido una equivocación porque, por una parte, he hecho más cosas que las ondículas, y, por otra, estas han sido el resultado de una colaboración científica colectiva. Darme el premio solo a mí es injusto.

-Pero aparte de sus logros científicos, este premio le viene como anillo al dedo porque usted adora la literatura.

-La literatura ha sido desde mi niñez tan importante como la ciencia. Empecé estudiando humanidades pero, en el bachillerato, me cambié a ciencias porque me di cuenta de que nunca podría escribir como los escritores que admiro.

-¿A qué escritores admira?

-Me encantan los escritores rusos, clásicos y modernos; la literatura francesa y, cómo no, la española. Antonio Machado es uno de mis héroes, junto a Santiago Ramón y Cajal. Yo mismo tomé el tren, en un vagón de tercera, desde Madrid a Andalucía, ligero de equipaje, como hizo y relató Machado.

-¿Habría cambiado este premio por seguir el camino de su admirado Ernesto Sabato, que abandonó la física para convertirse en un gran escritor y vivir de sus libros?

-La forma en la que escribo es muy torpe. Ernesto Sabato es otro de mis héroes.

-¿Qué nos han aportado dos de sus poetas favoritos, Miguel Hernández y Antonio Machado, que no pueda dejarnos usted como matemático?

-La literatura no tiene nada que ver con las matemáticas. Leyendo Nanas de la cebolla puedo llegar a emocionarme y llorar, algo que nunca llega a suceder con las matemáticas. Miguel Hernández era como de mi familia por la estrecha relación que tuve de joven con unos valencianos republicanos que lo conocieron.

-Y además se siente español, algo que tanto les cuesta a unos cuantos españoles.

-Pienso, y así me lo han dicho algunos, que soy de aquí pero que de vez en cuando me voy a Francia.

-¿Cómo vive usted el desgarro que se está produciendo con el independentismo catalán?

-Entiendo bastante del separatismo catalán por dos razones. En primer lugar, Cataluña tiene una historia fabulosa. En el siglo catorce, Cataluña ya tenía una cultura admirable y una lengua tan bella como el castellano. Además, la represión del franquismo contra esta cultura y esa lengua fue tremenda. El separatismo catalán se podría justificar casi completamente. Sin embargo, el mundo moderno no puede ser un mundo atomizado. No se puede quebrar un país para partirlo en trocitos. Tengo tanto cariño a España que no soporto la idea de pensar que se pueda romper, aunque entienda bien que los catalanes tienen sus propias e importantes particularidades, sobre todo, culturales. Me produce tristeza ver que se quiera destrozar un país con una lengua a la que tanto amo.

-Vayamos ya, Yves, a las ondículas, su especialidad. ¿Qué son?

-Para explicarlo se podría acudir a como se toca el piano. No se toca una nota eternamente. Empiezas con el ataque de la nota y con el pie el pianista la silencia. El análisis de Fourier, la herramienta matemática más clásica, se hacía como si ese sonido fuese eterno. Las ondículas reflejan esas notas que empiezan y mueren. En suma, sirven para analizar fenómenos que son transitorios. Fourier lanzó su brillante estudio de las ondas en el siglo XIX, pero era imprescindible actualizarlo.

-¿Qué relación tienen esas ondículas con el láser de femtosegundos?

-El Premio Nobel de Física de este año se lo han dado al que ha diseñado el láser de femtosegundos que permite ver los movimientos de las moléculas dentro de las reacciones químicas, capta los más insólitos flashes, pero además, esa herramienta también capta vibraciones minúsculas, permite sentir fenómenos pasajeros y nuestras ondículas hacen lo mismo. Para estudiar fenómenos largamente mantenidos, y más o menos periódicos, hay que usar el análisis de Fourier; para estudiar fenómenos transitorios hay que utilizar las ondículas.

-Gracias a esas ondículas se llegaron a detectar las ondas gravitacionales. ¿Sabemos ya en qué consisten esas ondas que vienen a dar la razón a Einstein?

-Para la detección de las ondas gravitacionales hace dos años se necesitó una herramienta que se apoyaba en ciertas ondículas, pero no las ondículas que he diseñado yo sino las de uno de mis alumnos, Stéphane Jaffard, en colaboración con Ingrid Daubechíes y el fallecido Jean-Lin Journé. El equipo que encontró las ondas gravitacionales estaba formado por casi mil personas. Cuando recibieron la señal que venía de dos agujeros negros que se encontraron fue cuando necesitaron el recurso de las ondículas para analizar esa señal.

-¿Trataban de encontrar una mínima señal dentro de un ruido enorme?

-Exacto. Lo que viene del universo se mezcla con todas las vibraciones producidas en la Tierra. El laboratorio donde se han encontrado las ondas gravitacionales puede detectar el ruido de un camión a 10 kilómetros de distancia. La señal que se recibió entonces fue una mezcla tremenda y lo que necesitaban era encontrar una mínima señal dentro de un ruido enorme, por lo que se habían construido dos observatorios diferentes a 4.000 kilómetros de distancia entre sí para poder encontrar la misma señal con una diferencia de 4 milisegundos, que es el tiempo que necesitaba la onda gravitacional para llegar de un observatorio al otro. Para los físicos, la utilización de las ondículas no es nada significativo ni meritorio si se compara con todo el trabajo realizado con anterioridad. Pero una vez que se tenía la señal, lo cierto es que no podían ver nada dentro de ella. Era como encontrar una aguja en un pajar, como descubrir que una gota de agua dentro del mar era distinta a otra.

-¿Cómo puede reconocerme un ordenador dentro de un cúmulo de imágenes?

-Eso tiene que ver con la Inteligencia Artificial y es el trabajo de uno de mis discípulos. No te reconoce el ordenador, sino el programa que instalamos en ese ordenador. Ese programa realiza un aprendizaje profundo, necesita ver millones de caras y eso es posible ahora a través de medios como Facebook. Ese programa no funciona de una manera lógica sino por una acumulación de semejanzas para concluir que lo que ve es una cara.

-¿Qué falló en uno de los coches que ya funcionan sin conductor cuando mató a una mujer?

-El algoritmo confundió a esa mujer con la sombra de un árbol. Esos programas no piensan sino que hacen todo por intuición y no pueden justificar sus decisiones. La Inteligencia Artificial es estupenda cuando hay un experto detrás que sabe cuál es la correcta solución ante determinadas decisiones posibles. Por eso el programa norteamericano Darpa ha destinado 4.000 millones de dólares a construir una nueva Inteligencia Artificial que justifique sus decisiones y que piense.

-¿Somos capaces de ver la realidad o solo una parte de ella y reconstruimos el resto?

-Tan solo vemos una parte de la realidad porque el cerebro solo reconoce lo que está predispuesto a ver. Lo mismo pasa básicamente con la Inteligencia Artificial que es bastante torpe porque los seres humanos solo necesitamos ver algo cinco veces para reconocerlo mientras que esos programas informáticos necesitan ver la misma cosa millones de veces.

-O sea que hay unas neuronas en el cerebro que saben geometría como exigía Aristóteles.

-Por supuesto. Ese fue uno de los grandes descubrimientos del científico americano David Hubel que hizo sus experimentos con gatos para demostrar que hay neuronas dedicadas a entender la geometría, sobre todo, los bordes, los ángulos y las irregularidades, exactamente igual que hacen las ondículas. El cerebro humano reconoce solo una parte de la geometría, así que no vemos lo que creemos ver, sino una reconstrucción algorítmica parcial de la realidad.

-¿Sabía usted lo que buscaba?

-Quería encontrar un algoritmo rápido para que se aplicase en muchos otros campos de la ciencia.

-¿Qué aportó usted realmente en este descubrimiento de las ondículas?

-Encontré una manera de calcular rápidamente una "transformada en ondículas". Di un apoyo y potencie un descubrimiento científico muy reciente.