Nacida en Buenos Aires aunque criada en España, María Luz Morán Calvo-Sotelo es hija del exministro socialista Fernando Morán y de María Luz Calvo-Sotelo Bustelo (hermana del expresidente Leopoldo Calvo-Sotelo). Y es prima de Mercedes Cabrera, ministra de Educación del gobierno de Zapatero. Ahora que ha sido designada la primera rectora en los 86 años de historia de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander, reconoce que en cuanto supo de su nombramiento pensó en la proximidad de la tierra de su infancia y adolescencia, Asturias.

-Enhorabuena por el nombramiento.

-Supone una enorme satisfacción, un orgullo; evidentemente también una responsabilidad y desata cierto vértigo al cambiar mi ritmo habitual de clases y publicaciones. Debo dar las gracias por la confianza al ministro Pedro Duque, a la secretaria de Estado, y al patronato de la Universidad. Por usar un símil futbolístico es como jugar la Champions hacerte cargo de una universidad de tanto prestigio.

-Un importante cambio...

-Los profesores universitarios somos fundamentalmente eso, profesores, y hacemos investigación. Pero también he participado en actividades de gestión de la Universidad Complutense.

-Y de las tres variables, ¿cuál prefiere?

-Me gusta mucho dar clase, pero siempre he tratado de vincularlas con los otros intereses

-Sus primeros estudios se centraron en el papel de las elites.

-Muy al principio. Hice mi tesis sobre un debate muy antiguo, clásico en la sociología política, que es el de quienes sostienen, frente a Marx, que hay que analizar las sociedades con el concepto de elites. Después me he centrado en temas de cultura política.

- ¿Es este un momento apasionante para el análisis sociológico de los comportamientos políticos?

-Lo es, porque algunas de las viejas certidumbres que considerábamos centrales de nuestras culturas políticas están cambiando. Todo se acelera tanto, que los procesos son imprevistos, apasionantes y comprenderlos y explicarlos supone un reto.

-¿Y cuál puede ser esa explicación?

-Creo que debemos esperar un poco para encontrar esa explicación. Todo lo que leo para interpretar lo que está pasando es razonable, pero nadie parece ser capaz de explicarlo. Hay una clave, que es que desde hace años, antes incluso de la crisis, empieza a resquebrajarse la percepción de algo que es una base importante en la relación de la ciudadanía con lo público, que es la idea de un Estado del bienestar que garantiza una seguridad económica y social. Cuando la percepción de inseguridad se extiende, cuando hay una incapacidad para predecir el futuro, cuando está la percepción de que nuestros hijos tendrán más dificultades, el vínculo entre ciudadanía y política se hace más frágil. Y me refiero a que se trata de una percepción. No hemos sabido valorar esta transformación evidente.

- En cierta medida, la impredicibilidad futura lleva a la impredicibilidad del comportamiento.

-Hay un sociólogo, Richard Sennett, que estudió el cambio entre dos generaciones: las que tenían un trabajo a lo largo de su vida, vivían siempre en la misma ciudad, mantenían la misma pareja... eso está cambiando. El mundo es distinto y las consecuencias políticas son más difíciles de prever. Al igual que se cambia de pareja y se forman las "familias reconstituidas", o se cambia de ciudad y trabajo, la fidelidad al voto se rompe. Antes tenías a los viejos votantes fieles; ahora hay menos barreras para elegir otras opciones y eso desconcierta.

- ¿Hay ahora más cultura política o menos que, digamos, en la Transición, época en la que la política estaba muy a flor de piel?

-Hay elementos que persisten en nuestra cultura política y otros que se han transformado. La Transición fue una época de gran ilusión e implicación política. Luego hubo otra de desencanto, otra de crítica, y quien estudia el fenómeno del 15-M ve que la gente se vuelve a interesar. No hablaría de menos cultura política, sino de cambios en ella.

-¿Qué retos debe afrontar la Universidad española?

-Siempre empiezo con un discurso optimista. Si hiciéramos un análisis sobre la evolución que se ha producido desde el final del Franquismo, la Universidad ha tenido un papel importantísimo en el cambio del país. A lo largo de toda la vida he estado dando clase y lo que sí se puede afirmar es que la formación de nuestros universitarios es comparable a la de cualquier país europeo. Cuando nuestros jóvenes graduados van fuera, a trabajar, a hacer su tesis doctoral, nos damos cuenta de que tienen un muy buen nivel. En términos generales tenemos una buena universidad pública, con algunas cuestiones que hay que mejorar, porque se ha visto muy afectada por la crisis en su financiación. Hemos hecho un esfuerzo por mejorar nuestras investigaciones, incorporar métodos de innovación docente. ¿Que hay nuevos retos? Efectivamente. Hay un problema de financiación pública. Pero al margen de sucesos bochornosos, que son una excepción, funcionamos muy bien.