Javier de Cos, catedrático de Explotación y Prospección de Minas, colabora con el Instituto de Astrofísica de Canarias, que ha descubierto un exoplaneta potencialmente habitable situado a 244 años luz de la Tierra. De Cos habla de este hallazgo y de las posibilidades que ofrece la exploración del universo.

-Háblenos de K2-286b, la Supertierra que han detectado.

-El nombre es así de feo porque está establecido en el protocolo de la sonda Kepler (de ahí la K). Como dicha sonda está en su segunda misión el nombre comienza con K2, el 286b es un indicador de referencia facilitado por el comité científico de Kepler. La estrella se denominaría K2-286 y a cada planeta encontrado en ese sistema se le asigna una letra empezando por la b.

-¿Es un escenario de planeta habitable?

-Es pronto para decirlo, sin embargo, en un año o dos, está previsto lanzar el telescopio espacial James Webb, el sucesor del Hubble, que con sus espejos de 6,5 metros de diámetro (el Hubble tiene un diámetro de 2,4 metros) permitirá comprobar si hay agua, atmósfera e incluso algún indicio de actividad biológica. Aún no se puede afirmar con certeza, pero se podrá.

-¿A qué distancia está?

-A 244 años luz. Si lo comparamos con Próxima b, el exoplaneta conocido más cercano a la Tierra, que está a tan solo a 4,2 años luz, parece mucha distancia, pero se considera cercano todavía, porque la Vía Láctea es inmensa. Por su parte Próxima b, está orbitando una estrella más activa que K2-286, y la temperatura de equilibrio del planeta es de -30 grados centígrados. Al que hemos descubierto ahora le estimamos una temperatura de unos 60 grados centígrados que, aunque parece muchísimo, permitiría que hubiera agua líquida en la superficie y vida.

- ¿Cómo dieron con ese planeta?

-Tomamos datos de Kepler, que está cartografiando una zona mínima de la Vía Láctea. Cada campaña contiene datos de miles de estrellas, muchas sin planetas, y otras con planetas de menor interés. Nuestro grupo, el de Modelización Matemática Aplicada, utiliza unos algoritmos matemáticos para filtrar, entre miles y miles de estrellas, las más interesantes.

-¿Qué información analizan con ese algoritmo?

-Principalmente curvas de luz. La sonda del telescopio está mirando esa estrella en concreto y está registrando la luz que le llega. De vez en cuando detectamos que baja un poquito su brillo. A veces la señal no es lineal, es difícil distinguir la bajada de brillo con el sensor. Pero cuando dichas bajadas son periódicas, puede indicar que algo se interpone entre el telescopio y la estrella: en este caso se trataba un planeta, que es lo que buscábamos. Cuando damos con algún dato interesante, nos ponemos en contacto con el Instituto de Astrofísica de Canarias y empezamos a sacar información de la estrella. Logramos caracterizarla muy bien: su brillo, el radio? cuando la conocemos, podemos asociar esa bajada lumínica a lo que es, y podemos saber qué tamaño debe de tener el planeta. Con el radio, podemos hacer estimaciones de masa. Y viendo el tiempo que tarda en volver a situarse ante la estrella, vemos también el período de traslación, es decir, el año del planeta.

-¿Qué cualidades tienen los planetas interesantes ?

-Primero el tamaño: nos interesan más los rocosos que los gaseosos, que son más fáciles de detectar pues al ser más grandes crean un eclipse mayor. Si es más pequeño, más parecido a la Tierra, es más interesante. En 2018, cuando la Agencia SINC nos incluyó entre los 21 momentazos de la Ciencia Española, fue por el descubrimiento de dos nuevos sistemas planetarios, uno de ellos con tres planetas de tamaño similar al de la Tierra. Estaban todas quemadas, orbitaban demasiado cerca de su sol, pero eran todo Tierras. Lo segundo que nos interesa: que su distancia respecto al sol permita esas condiciones de habitabilidad. Aunque, ojo: estas condiciones están en revisión. Europa y Encelado, dos lunas de Júpiter y Saturno respectivamente están cubiertas de hielo, pero debajo hay agua en estado líquido, y salada. Es posible que debajo de esa capa de hielo exista vida.

-¿Podremos alcanzarlo?

-Con la tecnología actual imposible, no llegaríamos ni a Próxima b. Es una distancia que hoy nos parece impensable, pero eso no quiere decir que en el futuro no se pueda alcanzar.

- Usted es ingeniero de Minas y la minería espacial es un campo sobre el que hay muchas expectativas.

-Efectivamente. El primer paso debería ser la Luna, porque tiene un montón de recursos, y no solo minerales. Por ejemplo, tiene helio-3, un elemento que es más fácil de fusionar que el tritio que se está ensayando en los prototipos de reactores de fusión. El Sol lo emite, pero no es capaz de atravesar la atmósfera terrestre. En la Luna, en cambio, hay helio-3 en abundancia. Por su parte los polos lunares almacenan oxígeno e hidrógeno líquidos, que podrían ser usados como combustible. Tiene un potencial de recursos muy amplio. Por eso los chinos están haciendo lo posible por ser los primeros en explorarlo, y los demás no deberíamos quedarnos atrás.

-¿Cómo transportamos esos recursos aquí?

-¿Y por qué vamos a traerlos? ¿Por qué no los explotamos allí? Sería una idea interesante poder tener un asentamiento en la Luna. Cualquier misión espacial, desde la Luna, sería mucho más sencilla. El problema sería establecer un canal de comunicación para enviar de forma periódica recursos procesados. La idea no es coger un asteroide y traerlo, sería hasta peligroso: la idea sería extraer el mineral y concentrar la mena en el propio asteroide, y que transportar a la Tierra un concentrado valioso.