Doctor en Comunicación Audiovisual por la Universidad Europea de Madrid, Aarón Rodríguez publica Investigar en la era neoliberal. Visiones críticas sobre la investigación en comunicación en España, que coordina junto a Samuel Gil Soldevilla y firman una veintena de autores.

-¿Qué pretende aportar con este trabajo?

-Surge como una iniciativa apoyada por el doctor Javier Marzal, director del grupo de Investigación ITACA-UJI, en el seno de un proyecto de investigación nacional que pretendía analizar el estado actual de la investigación en comunicación en España. Consideramos que estamos en un momento muy delicado para la Universidad pública española, y que todo lo que podamos aportar para generar un debate constructivo, interdisciplinar y crítico siempre será poco.

-¿Cuál es la situación de las Ciencias Sociales?

-Es una situación compleja. En cierta concepción contemporánea de la investigación se exige un cierto saber basado en un hipotético resultado pragmático ("lo que le interesa a la empresa", "lo que le interesa al mercado"), y ese conocimiento debe arrojarse con una metodología cuantitativa, con datos aparentemente objetivos que garanticen un cierto discurso sobre el saber. Los temas de investigación se ponen de moda y se vuelven efímeros, las referencias citadas exigen actualidad y descuidan así los trabajos canónicos de cada campo. Y, por supuesto, se impone una competitividad salvaje entre compañeros y grupos de investigación a la que se le hace pasar por "productividad". Se quiere trasladar la lógica productiva del tardocapitalismo a la gestión del conocimiento: precariedad, inseguridad laboral, competencia desaforada...

-¿La presencia del sociólogo y la sociología es ahora más necesaria que nunca?

-Desde luego. Sociólogos, filólogos, filósofos, comunicólogos... hay que reivindicar la potencia de nuestros estudios y de nuestra tradición reciente. Se nos quiere hacer creer que en España no hemos tenido enormes pensadores situados entre las Ciencias Sociales y las Humanidades, pero es un puro espejismo. Tenemos muchos motivos para reivindicar los últimos cincuenta años de investigación en comunicación.

-¿Se encuentra en crisis el modelo clásico de investigación?

-Si por modelo entendemos una cierta "metodología" de trabajo directamente inspirada en una visión acrítica del método científico, desde luego no se puede hablar de crisis. Al contrario, es la "fórmula mágica" que parece justificar la validez de una investigación. El problema es plantearnos si todo el conocimiento puede emerger automáticamente aplicando en plancha ese método a cualquier objeto de estudio. Obviamente, nuestra apuesta es que los campos de la experiencia humana son (afortunadamente) mucho más complejos y requieren la aplicación de metodologías transversales que incorporen nuevas aproximaciones al campo del saber. No es una cuestión vinculada con la falta de rigor, se pueden hacer análisis extraordinariamente rigurosos y productivos desde otros campos como la semiótica, la filosofía continental, la fenomenología del arte, el análisis textual del discurso...

-¿Se valora más a las Ciencias Experimentales frente a las Humanidades?

-No, e intuyo que establecer esa distinción es una dialéctica peligrosa. Se puede -y se debe- generar un encuentro entre investigadores precisamente para tomar conciencia de la pluralidad y la riqueza de los enfoques. No se le puede negar a la investigación la posibilidad del descubrimiento, de la fascinación: hablar con un colega de una disciplina totalmente opuesta, asistir a sus conferencias o leer sus trabajos es una prueba extraordinaria para enriquecer y poner a prueba el enfoque individual de cada docente. Una de las cosas más dañinas, a mi juicio, de las últimas reformas universitarias fue precisamente impedir que los alumnos hicieran uso de un número elevado de créditos de libre elección para poder asistir a clases de las facultades vecinas. Para un comunicólogo es algo necesario sentarse a escuchar a los informáticos, o a los politólogos o a los enfermeros. Ahí surgen los verdaderos problemas (la inteligencia artificial y sus límites, las fake news o la comunicación para la salud, siguiendo esos tres casos).

-¿Goza de buena salud la ciencia española?

-En el campo concreto que a mí me atañe, puedo afirmar que goza de una salud razonable gracias a los denodados esfuerzos que realizan día a día los profesionales para gestionar un entorno económico e ideológico indudablemente hostil. Si no fuera por la responsabilidad profesional de la gran mayoría de los docentes y los investigadores que conforman nuestro tejido universitario público, la situación sería mucho más dramática.

-¿Ayuda contar con un Ministerio de Ciencia?

-Ayuda, pero todavía tenemos mucho trabajo para realizar, toda la comunidad universitaria en general. La desafección entre la política universitaria central -especialmente después de la experiencia Wert- y la labor continua de los grupos de investigación es, a mi juicio, un hecho incontestable. Esto no quita que nosotros dejemos de pedir, con toda la humildad y la firmeza posible, que se mejoren aspectos relacionados con la (necesaria) evaluación del profesorado o con la manera de mejorar las plantillas y las inversiones en investigación. Me limitaré a poner un único ejemplo: si nuestro ministerio se decidiera a no auditar gran parte de nuestra actividad investigadora en la recolección de publicaciones de revistas de acceso cerrado que cobran por publicar, tendríamos un pequeño gran avance.

-¿Las prioridades de las revistas científicas norteamericanas prestigiosas distorsionan la labor de los investigadores en nuestro país o de la ciencia europea en general?

-Totalmente. En primer lugar, estamos participando de un sistema de evaluación de nuestro trabajo -la tiranía del "artículo de investigación con alto índice de impacto"- que no siempre corresponde a la riqueza de nuestro campo, a nuestra tradición o a nuestra manera de difundir el conocimiento. Pero lo preocupante no es esto, son las inmensas cantidades de dinero, especialmente público, que Europa destina a alimentar este sistema gigantesco para justificar su actividad investigadora. En el caso español, en el que partimos de una precariedad extra, y en el que además contamos con una buena nómina de revistas patrias de libre acceso con una indudable calidad, este modelo se debe reformular urgentemente.