Rosa Montero publicó en 2015 El peso del corazón, segunda entrega de la serie protagonizada por la detective Bruna Husky y que inauguró Lágrimas en la lluvia. Desde hace unos meses está en las librerías Los tiempos del odio, tercer título encabezado por este personaje singular, una replicante que trabaja en Madrid, Estados Unidos de la Tierra, en 2109.

-¿Con esta obra pone fin a la serie?

-No, en absoluto cierro la serie. La novela no es una trilogía, son visitas a un mundo que me construyo con personajes que se repiten. Los libros se pueden leer independientemente, si bien quienes hayan leído las tres historias encontrarán en esta última un cierre a cabos sueltos. En Los tiempos del odio dejo a Bruna Husky en una situación sorprendente y espectacular. Me ha costado mucho escribir el final, con el que he aprendido mucho y que deja al personaje en un lugar intrigante y curioso, así que escribiré otra novela.

-¿ Siempre le cuesta llegar al final de un libro, es algo que tiene definido desde el principio o va determinando en el transcurso de la historia?

-La escritura parece mágica porque las novelas son sueños que se sueñan con los ojos abiertos, no los controlas, suceden cosas enigmáticas. Cada escritor tiene su método. A mí me sale un huevecillo que me emociona, me turba, no me cabe en el pecho y tengo que escribirlo. Así nace, es una imagen pequeña. Lo siguiente que se me ocurre es la voz narrativa y cómo va a sonar. Lo tercero que me viene a la cabeza es el final, es otra imagen, que también me emociona. Así que en esta novela el final ya estaba pensado desde el principio.

-Dice que escribir le emociona y ha reiterado en varias ocasiones que es para usted una necesidad. Aún así, ¿es un oficio que combina placer y sufrimiento?

-Los novelistas somos los obreros de la literatura, unos picapedreros que tenemos que trabajar mucho. Hay temporadas que tienes que ir arrastrándote a la mesa de trabajo porque lo que escribes no funciona, es amargo. Somos inseguros y creemos que no sabemos escribir, te puedes bloquear. Frente a estas angustias que están en un lado, hay otro que es un regalo de las hadas. Escribir novela es tener dos vidas.

-¿Y se acaban creyendo las historias inventadas o confundiendo la realidad con la ficción?

-Para mí las historias que invento tienen una verdad tremenda, no son mentiras, es una manera narrativa de contar la verdad. Con el paso del tiempo no sé si las historias las he vivido, soñado o escrito.

-¿Escribe inconscientemente lo que querría leer?

-Todos los escritores escribimos para el lector que llevamos dentro, todos somos en primer lugar lectores apasionados. Escribes un libro que te gustaría leer.

-En plena madurez de su carrera, ¿cómo vive esta etapa, sigue con la misma ilusión?

-No me creo que sea tan vieja. Lo peor no es envejecer, es cómo te sientes, y yo sigo sintiéndome como una niña, quizá porque los novelistas no acabamos de madurar nunca. En la escritura noto que estoy en un periodo de madurez porque ahora son menos angustiosas de escribir las novelas, hay menos diferencia entre la idea inicial brillante y lo que consigues sobre el papel.

-En plena era de la imagen, ¿conseguir que un libro sea llevado al cine o a la televisión es un reto en tanto que aumenta su difusión?

-Hay montones de películas sobre libros que no han favorecido al libro. Me gusta mucho el cine, trabajé en la revista Fotogramas y te hace ilusión que se haga una película de una novela, sobre todo por ver lo que hacen los cineastas sobre una idea tuya. Aunque puestos a escoger, me hace más ilusión que un libro se traduzca a una lengua nueva. No obstante, me han comprado los derechos de La carne y también estamos en vías de hacer una serie de televisión sobre Bruna Husky en la que participo de asesora, revisando los guiones.

- Usted es lectora voraz desde niña. Los profesores lamentan el bajo interés de los jóvenes por los libros, salvo excepciones. ¿Cómo ve esta realidad?

-Los estudios demuestran que la lectura, una actividad que había sido minoritaria, es ahora más grande que nunca, ha ido creciendo. No obstante, desde hace unos años estamos en un momento complicado por la irrupción de los smarthphones, ante los que pasamos entre cuatro y cinco horas al día, lo que redunda en una baja concentración y en falta tiempo para cualquier actividad, incluida la lectura. Como es un fenómeno nuevo, vamos a ver qué pasa.

- En plena lucha por la defensa de los derechos de las mujeres y por sacar a la luz la labor de muchas en diferentes campos, ¿cree que la mujer vive un buen momento en la literatura?

-Las mujeres estamos por primera vez adquiriendo voz en la historia, hay un número enorme que escribe y publica. Actualmente es igual de fácil publicar siendo hombre que mujer, pero nosotras tenemos menos espacio en los medios de comunicación, en los suplementos, en las antologías, en los organismos de decisión o en los premios oficiales; también hay menos mujeres dedicadas a la crítica. Esto quiere decir que el mandarinato cultural sigue siendo machista.